Por Giovanni E. Reyes (*)
ES indiscutible, aún quedan notables trechos por avanzar, situación que se hace evidente en algunos países latinoamericanos más que en otros. No obstante, tienden a disminuir las condiciones de inequidad salarial, en general, referente a los ingresos que tienen las mujeres latinoamericanas en comparación con las de sus pares hombres –teniendo en cuenta comparables niveles de formación, asignación de responsabilidades y desempeños laborales.
La deducción anterior hace parte de las conclusiones a las que se puede llegar producto de analizar el más reciente informe que al respecto, ha presentado el Banco Mundial. De conformidad con esos datos, los países que más han mejorado la equidad salarial femenina, durante el período de 2000 a 2010, han sido, alentadoramente, la mayoría en la región: El Salvador, Argentina, Brasil, México, República Dominicana, Honduras, y Venezuela.
El referido reporte indica que los países en los cuales se han experimentado retrocesos, en mayor o menor grado, han sido Panamá, Colombia, Nicaragua, Bolivia, Uruguay y Perú.
No obstante esos datos, al momento de realizar un análisis actualizado y comparativo, siguiendo como criterio las condiciones actuales de disparidades salariales, se tiene que los países que presentan mejores condiciones de ingresos de mujeres en relación con los hombres son dos centroamericanos: Panamá y El Salvador.
En el primero de los casos es interesante reconocer que Panamá presentó un retroceso en el indicador, ya que pasó de una proporción de 93 por ciento de ingreso de las mujeres respecto a los hombres en 2000, a 90 por ciento en 2010. Siempre para 2010, esta proporción era de 88 por ciento para las mujeres en El Salvador.
Según los últimos datos con los cuales se cuenta, los correspondientes a 2010, los peores países en la región son: Perú, Guatemala y Bolivia. En ellos las mujeres ganarían un 64, 65 y 69 por ciento respectivamente, de lo que ganan los hombres en condiciones laborales y de preparación comparable.
En esos tres países se estaría ubicando un arraigado sentido racista. Tómese en cuenta que los tres países corresponden a lo que el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997) denomina “pueblos testimonio” (véase en especial su obra “Civilizaciones Emergentes” agosto de 1984).
De este rasgo sería posible también deducir que en los países donde el racismo es moneda de uso común, los grupos marginados tienen severamente limitadas sus oportunidades y dentro de esos grupos las mujeres llevan la peor parte. Lo que ha sido un notable testimonio caracterizador de esta situación se puede encontrar en el libro de Elizabeth Burgos (1941 -): “Me Llamo Rigoberta Menchú y así me Nació la Conciencia” (primera edición de 1985). Obra que, como recuento de cultura y condiciones de vida de la comunidad indígena latinoamericana, contribuyó a que Rigoberta Menchú se hiciera con el Premio Nobel de la Paz en 1992.
Además de los niveles de inequidad de los salarios de las mujeres en relación con el de los hombres, es importante traer a referencia el porcentaje de mujeres que se desempeñan como directivas en las organizaciones. En ese sentido la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reporta que el país que en la región encabeza esas condiciones es Jamaica, con un 60 por ciento. Le sigue Colombia, en donde un 53 por ciento de mujeres ocupa cargos de dirección; a continuación está la isla de Santa Lucía con 52 por ciento.
Los procesos de discriminación comienzan con la formación educativa. Existen profesiones en las cuales las mujeres tienen prácticamente veto social o cultural, casos tales como la ingeniería mecánica, por ejemplo. Aunque por otra parte, hay ocupaciones en donde la prevalencia femenina es abrumadora, como son las carreras de Enfermería, Trabajo Social y Farmacia, según lo reportado mediante índices formativos de varios países latinoamericanos y caribeños.
Desde hace 12 años, las mujeres tendían ya a predominar en la participación total de las carreras universitarias. Ahora, a mediados de la segunda década del Siglo XXI, las niñas van mostrando números mayoritarios en las aulas de las escuelas primarias y secundarias.
La tendencia de la participación femenina se consolida. La experta laboral Jonna Lundwall del Banco Mundial, subraya que la asistencia de mujeres en la educación es creciente. Lundwall puntualiza que en la región hay un 7 por ciento más de niñas que niños en los centros de educación secundarios, la brecha se expande, “en las universidades hay casi un 30 por ciento de mujeres estudiando más que los hombres”.
No obstante, la experta también recalca: “las mujeres se encuentra por lo general con los empleos más vulnerables”.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.