Las decisiones de los países ricos pondrían en riesgo la economía de los emergentes por burbujas financieras.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, afirmó en Tokio que las medidas anticrisis tomadas por los bancos centrales de los países ricos podrían desestabilizar a los emergentes, creando "desequilibrios" y "burbujas" financieras.
"Las políticas monetarias cómodas (en los países desarrollados) pueden provocar grandes flujos de capitales volátiles hacia las economías emergentes", declaró Lagarde al cierre de la asamblea anual del FMI y del Banco Mundial en Tokio.
Según ella, esta tendencia se ve "claramente acentuada" por las elevadas tasas de interés vigentes en las principales potencias emergentes, sinónimo, según ella, de rendimientos altos para los inversores.
La conjugación de estos factores "podría restringir la capacidad de esas economías de absorber los posibles grandes flujos de capital, y conducir a un 'recalentamiento', a la formación de burbujas financieras y al nacimiento de desequilibrios financieros", explicó.
En respuesta a la ralentización de la actividad económica, los bancos centrales de Estados Unidos (Reserva Federal), la Eurozona (BCE) y Japón relajaron en los últimos años sus políticas monetarias, inyectando liquidez de forma masiva y reduciendo a niveles próximos a cero sus tasas directrices de interés.
Algunos países emergentes, empezando por Brasil, consideran que esas iniciativas desestabilizan su economía, ya que alimentan flujos especulativos y revalorizan artificialmente su moneda, lo que a su vez perjudica a las exportaciones.
El ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega, aun reconociendo que en la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional y el BM no hubo "mucha receptividad" a su discurso, fue explícito esta semana, al relanzar el debate sobre la "guerra de monedas".
Según él, los efectos colaterales del expansionismo monetario de las potencias industrializadas "serán tal vez peores que los resultados directos".
"Los países avanzados no pueden esperar librarse de la crisis en detrimento de los países emergentes", declaró Mantega el sábado pasado en la capital japonesa, asegurando que Brasil tomará "todas las medidas necesarias" para protegerse de la llegada de flujos masivos de capital.
En el discurso pronunciado ayer, Lagarde hizo un ejercicio de equilibrismo diplomático, intentando mostrarse comprensiva con los bancos centrales de los países desarrollados, que, según ella, tomaron medidas "legítimas" y "necesarias", y los emergentes.
"Hemos visto que los grandes bancos centrales tomaron una serie de iniciativas firmes, que el Fondo Monetario Internacional estima mucho y considera como factores de estabilidad", dijo.
Sin embargo, "hay consideraciones divergentes dentro de los países y entre ellos sobre algunos asuntos importantes, como la gestión de los flujos de capitales".
"Puede que los desacuerdos sean inevitables, pero no debemos olvidar que todos tenemos una responsabilidad en la estabilidad financiera mundial", añadió Lagarde.
Así "dado el efecto recíproco de las decisiones de política monetaria, los bancos centrales necesitan reforzar su diálogo internacional y la cooperación", abogó.
En el centro de las críticas de los emergentes se encuentra la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que desde fines de 2008 inyectó más de 2,34 billones de dólares en el circuito financiero para mantener las tasas de interés lo más bajas posible a largo plazo e intentar así acelerar la recuperación económica.
Defendiendo su gestión, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, afirmó en Tokio que su política "contribuye no sólo a apuntalar la recuperación económica norteamericana, sino que también, al estimular el gasto y el crecimiento, a ayudar a la economía mundial".
Bernanke sostuvo también que "las relaciones de causa a efecto entre la política monetaria de los países con economías avanzadas y los flujos de capitales internacionales son más débiles de lo que a veces se dice".