Por: Pablo Uribe Ruan
Disfruto ver la primera ronda de la Libertadores como los cuartos de la Champions. Pero por más que trato de hacerme la idea de que el fútbol europeo es mejor, me emociono más con un partido suramericano. Siento que acá los jugadores muestran una faceta más humana, menos galáctica, que se acerca en mayor medida al sentimiento del hincha.
Muchos dirán que la calidad del fútbol suramericano es baja: a medida que pasan los años se ha vuelto menos estético. Y sí así lo es, la calidad de los jugadores de este continente persiste pero se ha visto mermada por los esquemas defensivos; hasta los mismos brasileños padecen de este mal.
Pero el fútbol va mucho más allá de la estética y del marketing. El fútbol tiene unos valores intrínsecos como el honor, la dignidad, y el sacrificio, que se manifiestan en el jugador suramericano que mantiene esas ganas de comerse el campo, de tirar gambetas y hacer túneles. Porque el jugador de acá no está presionado por olas mediáticas -no en los niveles europeos- ni en los compromisos publicitarios: es un anónimo que se quiere dar a conocer.
Después de ver la primera ronda de la Libertadores puedo decir que el jugador de acá se juega su futuro, honor y superación en la Copa, por eso los partidos se vuelven tan entretenidos como impredecibles: nadie sabe quién va a ganar. Un equipo chico puede ganar; no hay nada escrito.
En fin, esta discusión persiste y seguirá dando de qué hablar en la medida en que los suramericanos sigan en Europa, de lo contrario, la balanza del gusto se inclinaría hacia nuestro continente.
Por ahora mantengo mi posición: me divierte más la Libertadores.