Como "un hecho horrible y muy preocupante" y de una "cobardía incalificable" el ataque de dos iglesias que dejó 17 muertos en una ciudad del este de Kenia, cerca de Somalia calificó el Vaticano los atentados sangrientos en el país africano.
"Los atentados sangrientos en Kenia, en la ciudad de Garissa, contra dos iglesias cristianas, entre ellas la catedral católica, durante la oración dominical, son un hecho horrible y muy preocupante", declaró el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, a Radio Vaticano.
Al menos 16 personas murieron en atentados contra dos iglesias de Garissa (este de Kenia), una región fronteriza de Somalia, en el ataque más mortífero desde la intervención del ejército keniano de fines de 2011 en el sur somalí contra los islamistas shebab.
Hombres armados abrieron fuego y lanzaron granadas contra dos iglesias de la ciudad de Garissa cuando los fieles estaban congregados para la misa dominical. Estos atentados coordinados no fueron reivindicados, pero constituyen sin duda alguna una nueva represalia después de la invasión keniana contra los shebab, que continúa en la actualidad.
"Diez personas murieron en el recinto de la iglesia AIC (Africa Inland Church) y otras tres fueron heridas en la iglesia católica, indicó a la AFP el número dos de la policía regional, Philip Ndolo.
El jefe de la Cruz Roja keniana, Abas Gullet, indicó que otras personas murieron durante su traslado al hospital, llevando el balance total a 16 muertos.
Por lo menos 40 habitantes más fueron heridos, diez de ellos de gravedad, según Gullet.
Los atacantes eran por lo menos siete, de acuerdo con la policía. "Nosotros no arrestamos a ningún sospechoso, pero tenemos informaciones sobre la presencia de cinco atacantes en la AIC y dos en la iglesia católica", explicó Ndolo.
Los cadáveres ensangrentados de las víctimas yacían en el suelo mientras los servicios de socorro se precipitaban para evacuar a los heridos, dijeron testigos.
"Es una escena terrible, se pueden ver cuerpos cubiertos de sangre en el piso (...)", declaró el jefe de la policía de la provincia nororiental, Leo Nyongesa/AFP