El ex presidente de Uruguay Luis Alberto Lacalle (1990-1995), actual senador de la República y uno de los políticos más representativos del Cono Sur, está de visita en Colombia, cumpliendo una apretada agenda académica en la Universidad Sergio Arboleda.
EL NUEVO SIGLOtuvo la oportunidad de hablar con el ilustre visitante, charla de la cual dejamos conocer algunos apartes en esta edición.
Lacalle pertenece a las rancias familias que le dieron la libertad a Uruguay en famosas jornadas heroicas y consagraron la democracia, las que acompañaron la revolución Artiguista, las cuales el expresidente recuerda no solamente por sus lecturas, sino por la tradición oral familiar. Enfundado en un traje azul claro y corbata a rayas azul oscuro y celeste, con cabeza plateada, sus ojos azules brillan y sus manos se mueven al ritmo de la palabra, con ademán seguro y expresivo, que favorece su imagen de jefe político.
En un momento de la conversación da la impresión de que queda ensimismado en su relato, como si se trasladara a la arena política, cuando con pasión arengaba a sus seguidores en la dura lucha por conseguir los votos para llegar al poder. Es un comunicador nato, un orador, puede conversar durante horas y horas sin perder el hilo de la charla y evocar momentos de su carrera política, como la de sus antepasados.
Recuerda con fervor a su abuelo Luis Alberto de Herrera, una de las figuras legendarias de la historia política de Uruguay. Un dirigente nacionalista incorruptible que luchó por engrandecer su país y defender los ideales conservadores, por medio de la difusión de las ideas y valores de su credo. Con tal fin escribió más de 28 libros, cuyas ediciones al principio del siglo XIX se agotaban. Entre sus obras se recuerda en particular La Revolución Francesa y Sudamérica (1910), texto que escribe bajo el influjo de las ideas del político inglés Edmund Burke, en la cual condena los excesos del jacobinismo liberal que después de la Independencia sacudió a nuestra región, lo que impidió que las instituciones y el orden se consagraran como en Estados Unidos, siendo condenados por la imitación al calco de esas ideas foráneas y disolventes a la anarquía y la guerra civil.
Fuera de los héroes de la Independencia y presidentes y políticos que ha dado su estirpe recuerda con especial cariño a una tía que leía la Biblia en inglés y les transmitió desde su niñez el afecto por la cultura anglosajona, esa misma influencia la tuvo el genial escritor Jorge Luis Borges que, siendo de hondas raíces hispánicas en la familia, le habían inculcado esa predilección por la cultura inglesa. El expresidente rememora que parte de la familia de Borges era de Uruguay. Y coinciden como la mayoría de uruguayos y argentinos en mirar a Europa, en particular a París y otras capitales, con nostalgia pues ahí tiene gran parte de sus antepasados y sus tradiciones.
Retrospectiva
Le preguntamos sobre los recuerdos más duros de su carrera política y nos cuenta con cierta emoción en la voz que estuvo secuestrado por la extrema izquierda y por elementos extremistas del otro bando. Algo impensable en su juventud cuando Uruguay era un ejemplo para la región de democracia y elevada cultura política. Recuerda que gran parte de la violencia que azotó a su país y que dejo tantos muertos y heridos, tuvo que ver con los afanes de Fidel Castro por extender la Revolución Cubana e incendiar el Continente al que quería convertir en otro Vietnam.
Es así como en Cuba se entrenaron algunos de los subversivos del Movimiento Radical Tupamaros que surgió en los años 60 y que pretendió acabar con la clase dirigente del Uruguay y establecer por la fuerza un régimen autoritario de izquierda.
En Uruguay la guerrilla urbana ensangrentó las ciudades y cometió los más horrendos y brutales ataques contra militares y políticos, con ejecuciones famosas y torturas clandestinas y sin antecedentes en ese país. Escabrosa situación que desató la reacción de los militares, que sin un jefe de las características del general Pinochet o del generalato argentino, ejercieron el poder y apelaron a la represión para conjurar el peligro revolucionario.
En medio de los comentarios sobre estos tristes episodios revolucionarios en los que atentaron contra su vida, Lacalle se detiene y como reviviendo el pasado levanta la mano y señala con el dedo acusador al comandante Fidel Castro. Y dice: Fidel Castro me recuerda a los conquistadores españoles que desafiaban lo imposible, que como Pizarro, con valor sombrío, cruzaron el mar desconocido y las tupidas selvas sembradas de peligros para enfrentar lo desconocido y sentar su predominio por la espada. Fidel Castro tiene ese temple, por eso desde su pequeña isla intenta exportar la revolución al resto de América y, al fracasar, no vacila en emprender la aventura armada en África, gesta en la que se destaca el Che Guevara, para, finalmente, caer abatido en un oscuro risco de Bolivia, desde donde pretendía con un puñado de hombres hacer la revolución en Los Andes.
Mujica y marihuana
Al preguntarle sobre las medidas del presidente José Mujica, a favor del cultivo y venta legal de marihuana, Lacalle abre los párpados y con ademán de controlada indignación da un golpe sobre la mesa con el puño cerrado: Legalizar la marihuana es una posición muy equivocada, muy arriesgada y peligrosa; es un atentado a las buenas costumbres, posibilita el aumento fatal del consumo interno y es un pésimo ejemplo para la juventud. Sin contar que siendo el Estado el que dará la licencia para los cultivos de marihuana y se ocupará del polémico asunto en todos sus aspectos, muy seguramente se producirá al final una marihuana de muy baja calidad. ¿Qué va a pasar con los países vecinos donde la marihuana está prohibida y que seguramente buscarán abastecerse en Uruguay, para llevarla de contrabando a sus países o reexportarla? Lo cierto es que en Uruguay la mayor parte de la población está en contra del tráfico de la marihuana y de estupefacientes, por lo que esa audaz iniciativa carece de apoyo popular.
Mujica es de esas personas a las que las gentes tienden a perdonarle todo, puesto que les parece un hombre modesto, humilde, de escasos recursos, un buenazo. Es evidente que con los grandes recursos que ha contado su obra es insignificante, no es un administrador, carece de metas en materia de desarrollo, se mueve por la brújula cambiante de la improvisación. Mujica, como otros izquierdistas, veía a Hugo Chávez como el tío rico Mac Pato que le dio 18 o 19 millones de dólares a Uruguay y por eso algunos sugieren que se le debería hacer una estatua al político venezolano. No se percatan de que el presidente Bush le entregó en un momento de crisis económica al Uruguay 1.500 millones de dólares para que el país no entrara en default. Tampoco se dan cuenta de que la Venezuela de Maduro pasa por una etapa dolorosa de enfermedad terminal. Esperamos que la salida política de ese país estremecido por la crisis social, el derrumbe de la producción, que cuenta con poderosas milicias armadas bajo la dirección de militares cubanos, encuentre una salida pacífica, para restaurar la democracia
El caso gaucho
Sobre Argentina no le cabe la menor duda al expresidente del Uruguay, que el influjo del comandante Hugo Chávez, resultó fundamental para afianzar el poder de los Kirchner que, a diferencia de otros gobernantes de Argentina, por ser de la provincia lejana no tenían contacto con Montevideo, como sí lo tuvieron tradicionalmente los políticos porteños o personajes como el expresidente Carlos Menem, dado que muchos de ellos solían incluso pasar vacaciones en Punta del Este. Esto contribuyó a enrarecer las relaciones entre Uruguay y Argentina.
Sostiene Lacalle que la política de Chávez en el Mercosur atentó contra los principios proclamados por ese organismo y llevó a un acto injusto e inamistoso contra Paraguay, cuando desde Buenos Aires se obró contra Asunción en donde el presidente Fernando Lugo fue destituido por el Congreso siguiendo los procedimientos democráticos establecidos por la Constitución. La suspensión del Paraguay en el 2012 del Mercosur fue ilegal. Por tanto, dice el expresidente Lacalle, “la presencia de Venezuela en Mercosur es ilegal”.
Y el rostro del político se ensombrece por un instante y afirma: “Las relaciones de Montevideo son difíciles con Argentina y Brasil, sin que nos podamos mudar, por lo que nuestra diplomacia debe moverse con fino realismo”. Y pasa a analizar las diversas políticas económicas de Brasil y Argentina en el campo de las finanzas, que en ocasiones entorpecen los movimientos económicos entre los tres países, como, por ejemplo, cuando Argentina le limita a sus habitantes que salen de turismo la cantidad de divisas que pueden adquirir y eleva en un alto porcentaje los intereses de las tarjetas de crédito, así como interpone demandas contra el país. Por lo mismo Uruguay debe mantener relaciones diplomáticas con países lejanos con los cuales podemos comerciar y estrechar amistad, como es el caso de las relaciones que debemos intensificar en todos los campos con Colombia, que atraviesa por uno de los mejores momentos en lo económico y que esperamos consiga culminar un acuerdo de paz razonable y salvando los principios democráticos y de justicia, para evitar que mañana otros grupos se alcen en armas.
El exgobernante explica sobre la posibilidad de la acción política de los expresidentes sostiene que no es partidario de la reelección. Cuando hay alternación los gobernantes se dan cuenta de que deben iniciar sus propias obras y no solamente culminar las suyas sino las de otros y a la inversa. No se le puede prohibir a nadie ejercer su derecho a participar en política, pero es mejor que cada gobernante cumpla su ciclo de cuatro años. Por lo mismo se manifiesta contrario a la reelección inmediata, otra cosa es que con posterioridad exista la opción de volver al poder.