La campaña ha resultado sui generis en muchos aspectos. El panorama de las cinco principales alcaldías y departamentos. Las cifras hoy de cada partido y la incógnita uribista
A dos semanas de las elecciones regionales es bastante difícil vislumbrar cómo quedará el nuevo mapa político resultante de esa cita en las urnas.
De un lado, es claro que salvo contadas excepciones la competencia por las principales alcaldías y gobernaciones se encuentra muy cerrada e incluso en aquellas regiones en donde las encuestas marcan algún tipo de tendencia o favoritismo, los aspirantes a los que no les va bien en esos sondeos ponen en duda la fiabilidad de los mismos, ya sea por considerar que están direccionados a favor de tal o cual candidato o porque consideran que no se están consultando de manera amplia y objetiva los niños poblacionales en donde cada quien cree temer su fortín político. Tampoco faltan los que señalan que hay fortines políticos y burocráticos que no se reflejan en esta clase de mediciones. Y a ello hay que sumarle que esa prevención se hizo más patente esta semana al conocerse que el Consejo Nacional Electoral decidió abrir investigación preliminar contra una serie de firmas encuestadores por presuntas fallas en la entrega de la información sobre esos sondeos de preferencias políticas.
De igual manera es evidente que las del 25 de octubre próximo serán una de las elecciones en las que habrá más candidaturas multipartidistas, toda vez que muchos aspirantes a alcaldías y gobernaciones cuentan con varios avales al mismo tiempo. Y lo más seguro es que cuando se proclame el triunfo de alguno de ellos más de una colectividad saldrá a cobrar dicha escogencia como propia, sumándolos a su cuenta victoriosa, razón por la cual desde ya esos balances arrancan con una sombra de duda sobre su fiabilidad.
Ni siquiera se puede hablar de una gran coalición de partidos gobiernistas frente a una similar de colectividades de la oposición. Pese al clima de polarización política nacional entre uribistas y santistas, a nivel local y regional esas fronteras se han difuminado y muchos aspirantes a alcaldes y gobernadores de primer orden tienen el respaldo de partidos de la Unidad Nacional, de Centro Democrático y del Polo indistintamente.
Otro de los elementos que hace difícil proyectar ese nuevo mapa político es que si bien hay diferencias muy marcadas entre gobierno y oposición alrededor de la marcha del proceso de paz, este no fue tema central de la campaña que, por el contrario, ha estado enfocada en asuntos muy locales.
Tampoco se puede hablar de una medición de fuerzas entre partidos tradicionales y movimientos independientes o alternativos, ya que si algo quedó demostrado es que pese a la explosión de candidatos que se inscribieron por firmas a nombre de “movimientos significativos de ciudadanos”, una gran mayoría de estos aspirantes proviene de las mismas toldas de las colectividades ya establecidas, pero no se lanzaron a nombre de ellas ya sea porque perdieron pulsos internos o simplemente porque necesitaban una figura que les permitiera recibir alianzas de múltiples sectores sin que tuvieran encima el riesgo de la doble militancia.
De igual manera es evidente que en varias regiones los desgastados cacicazgos políticos siguen funcionando, como lo muestra el hecho de que varios de sus candidatos están bien posicionados en las encuestas. Un interrogante adicional será en torno a que tanto la llamada clase política corrupta o “parapolítica” podrá seguir al mando en alcaldías y gobernaciones por intermedio de aspirantes que provienen claramente de sus filas y no niegan esa relación.
Viejas y nuevas amenazas
Otra característica de esta campaña ha sido que el nivel de presión directa de grupos armados legales y bandas delincuenciales no ha sido tan pública como en los anteriores comicios. Menos de una decena de candidatos han sido asesinados, aunque los casos de amenazas, atentados y coacciones a la campaña política sí son significativos.
Los informes del Gobierno, la Defensoría del Pueblo, la Misión de Observación Electoral y otras instancias de veeduría y vigilancia electoral dan un promedio de 200 municipios en donde la campaña ha estado rodeada de un alto índice de riesgo y, se supone, que es allí en donde las autoridades han centrado sus esfuerzos para tratar de neutralizar las amenazas, ya sean de tipo violento, de corrupción al elector, financiación ilegal o violatoria de los topes, participación de funcionarios públicos en actividades proselitistas y presión de mafias o clanes políticos locales. Hasta los periodistas han sido blanco de amenazas y hasta atentados mortales que hoy están bajo investigación.
Asimismo no se sabe qué tanto la politiquería podrá extender su nociva capacidad de influencia el 25 de octubre. A casi el millar de candidatos que fueron inhabilitados por distintas razones, se suma un hecho que, de entrada, puede tomarse como positivo o negativo: de las más de cuatro millones de cédulas inscritas para estos comicios, un número superior a 200.000 fue descartado por corresponder personas fallecidas o doblemente inscritas. Y, lo más impactante, 1.600.000 de esas inscripciones de cédulas se anularon por trashumancia electoral o trasteo de votos.
Si se analiza esta situación por el lado positivo se tendría que resaltar el esfuerzo interinstitucional para atacar este vicio político tan acendrado en nuestro país. Pero si se aplica la óptica contraria habría que concluir que la depuración democrática aún está a medio camino pues casi el 40 por ciento de esas cédulas inscritas resultó evidentemente tramposo.
Y, por último, no se puede negar que la campaña ha estado eclipsada por graves coyunturas como la crisis fronteriza con Venezuela o los rifirrafes alrededor del acuerdo de justicia transicional entre el Gobierno y las Farc, que ha derivado no sólo en un choque de criterios entre las partes, sino en un debate de marca mayor en el que uribistas, santistas, Fiscal y Procurador generales, entre otros, han sido protagonistas día a día.
Ello puede explicar, en parte, por qué las encuestas, salvo contadas excepciones, muestran que un gran porcentaje de los consultados se encuentra aún indeciso sobre a quién dará su apoyo o simple y llanamente admite que no votará o lo hará en blanco.
Panorama
Como se dijo al comienzo, la pelea por la campaña a las alcaldías y gobernaciones se encuentra bastante cerrada.
En la capital del país, el promedio de las encuestas deja ver que hay un pulso cerrado entre Enrique Peñalosa (Equipo por Bogotá-Cambio Radical), Rafael Pardo (La U-liberales) y Clara López (Polo). De nuevo aquí la clave del triunfo parecería estar en la capacidad que tenga cada uno de ellos para convencer a un porcentaje alto de indecisos así como a una proporción significativa del llamado “voto de opinión” y “voto de protesta” que siempre han sido claves para inclinar la balanza en la carrera por el Palacio Liévano.
En cuanto a Cali, allí el candidato liberal Roberto Ortiz parece picar en punta al tiempo que Maurice Armitage (independiente) va ganando apoyo, en detrimento de Angelino garzón (La U) que semanas atrás parecía el más firme aspirante a las riendas de la capital valluna.
En lo que respecta a Medellín, el uribista Juan Carlos Vélez ha venido tomando alguna ventaja, sin que los otros tres candidatos, a saber Alonso Salazar, Gabriel Jaime Rico y Federico Gutiérrez, se hayan podido poner de acuerdo en torno a una posible unión para plantearle pelea real al exsenador antioqueño.
Barranquilla, a su turno, parece ser la única de las grandes capitales en donde está claro el panorama ya que Alejandro Char (Cambio Radical) tiene una ventaja superlativa y se ve difícil que Rafael Sánchez (independiente) pueda acercársele en las urnas.
Por los lados de Bucaramanga, los indecisos y el voto en blanco siguen marcando una parte de la tendencia en la ciudadanía y entre los candidatos el liberal Carlos Ibáñez pareciera el de mayor apoyo, pero el panorama continúa siendo muy confuso.
En cuanto a las gobernaciones en Antioquia el pulso parece estar a favor de Luis Pérez Gutiérrez, de la coalición de Unidad Nacional, que le lleva ventaja a Andrés Guerra (Centro Democrático) y Federico Restrepo, de la línea fajardista.
En cuanto al Valle la exsenadora Dilian Francisco Toro (La U) sigue demostrando que es la candidata a vencer pero todavía hay quienes consideran que podría darse una sorpresa a último momento.
En el Atlántico las apuestas están divididas entre el liberal Eduardo Verano y Alfredo Varela, quien tiene el apoyo de La U y la Alianza Verde.
En Cundinamarca, entre tanto, no hay claridad sobre el pulso entre Nancy Patricia Gutiérrez (Independiente, La U y Centro Democrático) y Jorge Rey (Cambio Radical y otras fuerzas). Incluso las encuestas alrededor de las preferencias electorales en este departamento han resultado tan contradictorias que es poca la credibilidad que se les está dando.
En cuanto a Santander, el panorama es muy incierto porque el clan de los Aguilar se encuentra dividido entre los candidatos Holger Díaz (La U) y Carlos Fernando Sánchez (firmas), lo que significa que irán divididos para enfrentar al liberal Didier Tavera, quien aparece como el más fuerte de los contendientes.
Lo que hay
Ese recorrido por las cinco principales alcaldías y gobernaciones del país lo que evidencia es que el panorama político todavía está muy movido y que lo que pase en estos últimos cinco días será clave para definir hacia dónde se inclina la balanza electoral y la nueva topografía del mapa político.
Es claro que este va a cambiar por cuenta de hechos nuevos como la irrupción del Centro Democrático, que asiste a su primer pulso en comicios regionales, después de haber debutado un año atrás en las parlamentarias, conquistando apenas 40 curules (la mitad de lo que habían prometido) y perder las presidenciales por menos de un millón de votos frente al reelecto Juan Manuel Santos. Para ello el uribismo avaló a 10.141 candidatos para gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas.
El rival a vencer para todos es claramente La U, que es hoy por hoy la primera fuerza política del país. Ganó los comicios de hace cuatro años conquistando 250 alcaldes, 4 gobernaciones, 1.599 concejales y 77 diputados.
Hoy por hoy el mapa político indica que el Partido Liberal tiene el segundo lugar en cargos regionales, luego de obtener 6 gobernaciones, 181 alcaldías, 1.567 concejales y 80 diputados en octubre de 2011.
El Partido Conservador, por su parte, parte de un plante de 152 alcaldes, 1 gobernación (dos con la del Valle lograda en comicios atípicos), 1.112 concejales, y 51 diputados.
A su turno, la Alianza Verde en 2011 obtuvo 51 alcaldías, 2 gobernaciones, 834 concejales y 24 diputados.
Entretanto el Polo, que inscribió un total de 6.243 candidatos para las elecciones de octubre, alcanzó hace cuatro años 8 alcaldías, 167 concejales y 8 diputados.
¿Qué tanto cambiará este mapa político? Esa es una pregunta que solo el 25 de octubre, en la noche, se empezará a despejar. Por el momento pareciera que los índices de abstención podrían bajar, ya que esta clase de comicios tienden a interesar más a los votantes por tratarse de temas y candidatos más cercanos a su día a día.