Maduro caminando por la cornisa | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 30 de Octubre de 2016
Giovanni Reyes

Muchos factores que se han ido conjugando en el caso de Venezuela.  Como suele ocurrir en la vida, los resultados que tenemos en un momento determinado no surgen de inmediato, ni son producto de factores únicos.  Podrán operar aspectos que son fundamentales, estructurales o hegemónicos, pero no únicos.  Lo último que se tiene en Venezuela es que se trata de un país al borde de una severa crisis humanitaria. 

En las condiciones actuales de la potencia petrolera latinoamericana –quien lo iba a decir- se tiene no sólo escasez, sino también el predominio de amplios mercados negros, corrupción, desempleo y una inflación que produce friolera a los agentes económicos dada la magnitud de su desbocado ritmo.  En medio de todo ese escenario, Nicolás Maduro, el heredero más visible que hoy por hoy tiene el chavismo, sigue haciendo gala de intransigencia.  Es un hombre de imposiciones, de talante autoritario que se está llevando por delante el país.

No ha bastado el conjunto de mensajes de la ciudadanía -–aún de chavistas “originales”- no ha bastado la sangre derramada en las calles el año pasado, cuyas protestas se cobraron la vida de al menos 35 personas.  Nada.  Maduro se siente envalentonado, más ahora que la cúpula del ejército ha salido expresamente a respaldarlo. 

Con ello se tiene la confirmación de la presencia de ejércitos muchas veces represivos en América Latina, de organizaciones que se constituyen con dos rasgos fundamentales: (i) ser estados dentro de otros estados, con leyes propias, tribunales exclusivos, viviendas propias, con sus propios bancos y reglamentaciones; y (ii) ser los ejes de poder real por excelencia.

¿Por qué en algunos países las protestas son más eficaces, logran los objetivos que se proponen y en otros no?  Son varios los factores que intervienen.  Entre ellos está la resonancia que las protestas puedan tener en la comunidad y en los medios internacionales.  Pero esencialmente es la respuesta de los cuerpos armados.  Ellos tienen las armas y mediante ellas, el Estados se reserva el uso legítimo de la fuerza.  Son a partir de ello agentes de poder en la sociedad.

Maduro sabe esto y con base en ello está entregando prácticamente un cheque en blanco, en particular para los altos mandos castrenses.  Eso le asegura la estadía al mando del Poder Ejecutivo, aunque siempre pueden ocurrir sorpresas.  Especialmente cuando el descontento amenaza con rebasar los límites convencionales de la convivencia.  Ese es el resultado que buscarían las protestas: un medio de presión y cuando menos de atención internacional.

 

En la actualidad ya no se tiene el factor de que Caracas, desde el palacio de gobierno de Miraflores maneja una cuantiosa chequera.  El incumplimiento de las obligaciones de Maduro y los niveles de deuda externa que se tiene –rondando los 210,000 millones de dólares- ponen de manifiesto una crisis seria de liquidez en las arcas públicas.

La evidencia demuestra que queda fuera de la lógica de la gente de gobierno en Caracas, que el modelo, como tantas veces se señaló, tenía bases endebles.  Que el problema era la sostenibilidad de los egresos que se daban como regalo a las personas violando con ello la ética del esfuerzo y del trabajo.  Se vuelve a insistir, más que revolución, lo que existió en Venezuela fue el secuestro de una coyuntura histórica con altos precios de petróleo.  Luego de cuantiosos derroches, ahora las condiciones pasan factura.

Cada vez más en la Venezuela actual, se sienten los efectos de haber destruido prácticamente el tejido productivo del país.  Es de reconocer que sólo en las unidades de producción, sólo en las empresas se produce la riqueza.  De ninguna manera se promueve la competitividad con el acoso a los empresarios, sin seguridad jurídica, haciendo que los agentes económicos vivan en permanente zozobra.

A fin de generar un mínimo de legitimidad –situación por demás imposible- Maduro busca encontrar culpables de la actual situación.  La oligarquía y el imperialismo son parte del libreto siempre utilizado y nunca innovado de los discursos desde la era de Hugo Chávez.  Una mala copia de tiempos ya idos se enfrenta en todo caso con la realidad innegable, que heroicamente debe enfrentar la población en Venezuela. 

En una analogía que sería aplicable a lo que ocurre en Caracas, los “culpables” serían los mensajeros, más que el contenido de los mensajes, los factores que producen las situaciones y mucho menos interesantes se hacen las medidas que la actual crisis crecientemente demanda.

Con las medidas de intransigencia y de represión, Maduro -uno quisiera equivocarse- está llevando la dinámica de los acontecimientos a una “salida” cruenta.  Uno de los grandes riesgos es que con esa visión casi exclusiva de “salir victorioso” en el corto plazo, viviendo a salto de mata, se está comprometiendo con niveles cada vez más y más graves, la gobernabilidad venezolana.  Se están aumentando exponencialmente todos los costos que implicará la reconstrucción –dramática aunque indispensable, sin duda- que el país requerirá en la fase post-chavista.

Claro que la comunidad internacional puede cooperar, pero como sucede normalmente, por más ayuda que llegue, nada puede substituir la voluntad, la determinación y la capacidad creativa y de trabajo de, en este caso, los propios venezolanos.  Y ya los tiempos no dan para que en nombre de la “soberanía” un gobierno pueda abierta y sosteniblemente abusar de los derechos humanos, al margen de ideologías y del “marketing” político que se utilice. 

Es muy probable que nunca sea de balde insistir en que, tanto en los ámbitos de la política como de la salud, en la medida que se aborden los problemas rápidamente, en coyunturas preventivas, los costos serán siempre menores.  Los daños muchas veces pueden ser irreversibles.  Nadie en su sano juicio desea esto para Venezuela. Uno concibe estas consideraciones como parte del sentido común, pero –dada la evidencia del manejo político- este sentido desgraciadamente, sería el “menos común” entre los gobernantes que se mantienen al frente del Ejecutivo desde Caracas.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.