No es nada menor el reto que asumió ayer el excanciller uruguayo, Luis Almagro, al ser elegido como nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es innegable que el principal ente continental ha perdido peso específico, capacidad de convocatoria e influencia geopolítica en la última década, en tanto que han surgido otros bloques y organizaciones subregionales (Unasur, ALBA, Celac y otros) que, en medio de la polarización política, han restado margen de acción a la OEA.
De este modo, la principal tarea de Almagro, cuya elección estaba cantada al ser el único candidato, no será otra que la de promover la renovación del ente y recuperar su protagonismo.
No será fácil lograr ese objetivo, pues la OEA requiere superar esa tendencia al formalismo y las declaraciones de buenas intenciones, para asumir un rol activo y decisorio, sobre todo para hacer cumplir mandatos de la Organización como la Carta Democrática en aquellos países en donde se rompe el orden institucional, democrático y de respeto a los derechos humanos.