INFORME.Una antigua casa de paredes color crema, vino tinto y amarillo, con tejas de barro y de un solo nivel, es la sede a donde asiste la comunidad Muisca que reside en la localidad de Suba y muy cerca de ella.
Allí prácticas como cocinar, jugar y reunirse con los abuelos se han visto transformadas por el crecimiento del casco urbano de esta localidad de la capital colombiana. Además, la transición de una identidad indígena-campesina a una urbana, generó que las mujeres buscaran trabajos lejos de sus viviendas para solventar sus nuevas necesidades económicas, lo que ha transformado las dinámicas familiares propias de esta comunidad indígena.
Leidy Johana Mogollón Cárdenas, egresada de Terapia Ocupacional de la Universidad Nacional Sede Bogotá, concluyó algunas ideas con base en el trabajo adelantado con mujeres muiscas.
Según la experta, los cambios en las ocupaciones de este grupo indígena se vienen dando desde la Conquista y la Colonia y se ha acelerado con el creciente urbanismo de las ciudades que cada vez amplían más sus cascos urbanos.
“Las mujeres cumplen un papel protagónico en la conformación de grupos y sociedades, por ejemplo, unas cabildantes tienen apellidos muiscas y otras, ‘adoptadas’, son esposas de hombres pertenecientes al cabildo que también tienen apellidos muiscas”, señala.
Las cabildantes, cuentan, solían jugar y reunirse en las casas de los abuelos, que hasta hace unos años eran más grandes, ahora son pequeñas y hasta los animales debieron vender. Además, aunque solían cocinar en fogatas donde se reunían alrededor de 40 personas, esta práctica fue prohibida por las consecuencias para la salud, sin embargo esto afectó la unión familiar.
Pérdida cultural
“La urbanización de Suba ha afectado el espectro de las diferentes ocupaciones de los miembros de la comunidad Muisca, que decidió reorganizarse por medio de la conformación de un cabildo en este territorio”, menciona Mogollón.
Para el estudio, se elaboró un análisis durante varias etapas del ciclo vital, infancia, adultez y vinculación actual al cabildo. Así, “se encontró que por las diferentes dinámicas históricas, los muiscas tuvieron que adoptar un estilo de vida campesino y en similitud, las mujeres adoptadas también realizaron, sobre todo en su infancia, actividades de tipo campesino”, explicó Leidy. Estos factores han provocado disgregación y pérdida cultural.
El Cabildo Indígena de Suba está ubicado en esta localidad del Distrito Capital de Bogotá. Su tarea ha sido tratar de reconstruir la identidad y las ocupaciones de una comunidad, diezmada en su accionar por el crecimiento de la ciudad.
“Es importante promover espacios en los cuales haya empoderamiento político, social y cultural, para que también haya un uso de su territorio de una manera afectiva y segura. Ahí está el poder de la ocupación, como agente transformador de un individuo y una sociedad”, concluye Leidy Johana Mogollón Cárdenas.
Casas que buscan conservar tradiciones
Por otro lado y según la Alcaldía Mayor de Bogotá, el amor por el agua, la naturaleza y lo que representan los frutos de la tierra son algunos de los aprendizajes que se dan en las Casas de Pensamiento Intercultural, una modalidad de jardines infantiles del Distrito que reciben, entre muchos otros, a niños Misak, Muisca, Inga, Huitoto, Kichwa y Pijao que viven en Bogotá.
En la ciudad existen 10 casas de pensamiento donde se garantiza la atención a niños entre los 0 y los 5 años de edad. Están ubicadas en Engativá, Suba, Los Mártires, Bosa, San Cristóbal, Santa Fe, Fontibón, Usme y Kennedy.
La Casa de Pensamiento Intercultural “Nietos del Trueno” está en Kennedy y cultiva las tradiciones ancestrales indígenas, pero además las afrodescendientes.
“Esta Casa de Pensamiento tuvo un proceso con el pueblo indígena Nasa que habita en Bogotá, pero la población del sector que hemos encontrado no ha sido solamente Nasa, entonces tenemos niños afrodescendientes, indígenas Pijao, Embera; de esta manera tenemos muchos conocimientos para compartir”, explica Lupe Amaguaña Picuasi, coordinadora de la Casa de Pensamiento e indígena Kichwas.
En este espacio, en el barrio El Amparo de Kennedy, las actividades pedagógicas realizadas con los niños se rigen por el ciclo agrícola del maíz.
Es por esto, que los pequeños adelantan actividades con semillas y el alimento que da la tierra, para identificarlas, pero además para valorar sus frutos. “Conocí de esta casa de pensamiento por medio de una amiga y el progreso de mi hija ha sido excelente, ha tenido mayor relación con los otros niños, además un reconocimiento y apropiación del entorno muy importante”, indicó Nefris Berrío, mamá beneficiaria de la Casa de Pensamiento Nietos del Trueno.
Adicionalmente, en este jardín se cuenta con La Tulpa, un espacio especial para unir a la comunidad en torno al fuego y lo que este representa para ellos. “Les enseñamos el sentido de la tulpa, que es el lugar sagrado del fuego y a través de él se dialoga, se planean las cosas, se fortalece la tradición oral y la lengua. Se vincula a los niños a través de la palabra, a respetar el fuego y a través de él se dialoga, se planean las cosas, se fortalece la tradición oral y la lengua. Se vincula a los niños a través de la palabra, a respetar el fuego y a ver que todo está vivo alrededor y todo tiene un sentido para nosotros”, expresó Lupe.