Por: Pablo Uribe Ruan
TAL vez en algún periódico, revista o con sus mismos ojos haya visto una escultura de unos políticos desgarbados, pálidos, con poco pelo, y a punto de hundirse. Quizás recuerde esa misma escena como aquella de unos sujetos al borde del congelamiento en una esquina de Berlín. Pues sí, esa imagen tan reveladora fue conocida hace unos años como "Políticos discutiendo el cambio climático"(2011), obra del artista español, Isaac Cordal.
La imagen de Cordal no sólo es reconocida por su riqueza estética, sino porque a su vez es una crítica ardua en contra de los políticos y su falta decisión frente al calentamiento global. Los políticos discuten, le dan vueltas al asunto, pero los resultados son mínimos frente a las peticiones de un mundo que se descongela.
En estos días, sin embargo, y desde hace algunos años, los líderes del G7 vienen tomando algunas decisiones frente al cambio climático. Pese a ello se sabe que Estados Unidos y China, los pesos pesados, suelen hacer caso omiso de cualquier regulación o política que se tome. No obstante, contrario a lo que se cree, un estudio revelado por el Instituto de Investigación Grantham sobre Cambio Climático y Medio Ambiente en la London School of Economic, revela que China ha bajado sustancialmente sus emisiones de carbón. Sí, la China, la parte del globo en donde se respira el aire más impuro. ¿Qué está pasando en el país dirigido por Xi Jinping?
¿Un país ambientalmente viable?
Si se habla de China en estas últimas décadas lo primero que se viene a la mente, aparte de los dumplings y la manoseada imagen de Mao (hasta Warhol lo explotó), es una palabra: producción. Carros, ropa, construcciones, réplicas, un sinnúmero de productos son fabricados allá. Un país con una legislación medioambiental flexible, casi nula, que bogó por crecer a pasos de gigante económicamente pero que nunca hizo un pare en el camino para pensar qué tan viable era ese modelo con el medioambiente.
Durante los últimos 40 años, el carbón sacó a cientos de millones de personas de la pobreza en China. De ser un país netamente agrícola pasó a ser medianamente urbano (se dice que hay más de 500 millones de personas en el campo). El estilo de vida de aquellos que migraron de los campos a las grandes ciudades cambió, como era de esperarse, de manera vertiginosa. El consumo de energía aumentó sin cautela, pues se estima que en China se consumen más de 4 mil millones de toneladas de carbón al año (este mineral es responsable de casi tres cuartas partes (72%) de todas las emisiones del sector de energía en el mundo).
Ese consumo elevado de carbón convierte a China en el país con mayor emisiones de gases con efecto invernadero, lo cual, bajo la mirada temerosa del resto del mundo, resulta nocivo, ya que de seguir así, la temperatura mundial incrementaría 2 grados centígrados en este siglo. ¡Imagínense¡ Y hay que tener en cuenta el caso particular de Colombia que, según el Ministerio de Medio Ambiente, es uno de los países que más le afecta el cambio climático (tercero en el mundo).
Según los autores del informe, Fergus y Nicholas Stern, el tope de emisiones de carbón producidas por China sería en 2025, fecha en la que la cifra de consumo sobrepasaría las emisiones por encima de las 4 mil millones de toneladas. Como para decir: apague y vámonos.
Por eso, el gigante oriental, al igual que su par occidental, tiene que cooperar, pues el mundo no se congela como los políticos, Cordal, sino todo lo contrario, se calienta, y cada vez está más cerca de hervir. En medio del humo, ¿del smog?, parece que de la conciencia de los gigantes surge alguna imagen de benevolencia ambiental con tecnicismo como “el reequilibrio ambiental”, en el caso chino, o con discursos nueva ola de Obama. Algo es algo, dirán algunos, y más si proviene de los máximos líderes de “su órbita”.
El reequilibrio ambiental
El reequilibrio ambiental, término como han definido los políticos la apuesta por un aire más puro y saludable, resulta extraño, ya que el gigante asiático es el mayor fabricante del mundo, tiene las ciudades más contaminadas y sus habitantes han empezado a desarrollar enfermedades respiratorias debido a la falta de calidad en el aire.
Sin embargo, los hechos y las mediciones indican que China empezó abordar seriamente los desafíos ambientales, pues sus dirigentes de alguna forma entendieron -a golpes, y acabando con la capa de ozono- que no sólo se trata de ser una máquina experta en la réplica de productos, sino que también, vale la pena cuidar el río Yangtsé y abastecer a su población de un aire menos contaminado para que, al menos, sus habitantes puedan salir a las calles de Beijing sin tapabocas ¡Qué pena da esa imagen! Y creer que las máscaras sólo se usaban cuando los bandos enfrentados botaban a rajatablas bombas atómicas en la Segunda Guerra Mundial.
Pero no todo es color gris, tirando a negro, y a pesar de que el cielo de las principales ciudades chinas aparenta esa tonalidad, los líderes del país han hecho algunos esfuerzos para recuperar el maltratado aire. En los últimos años se han invertido miles de millones de dólares en energía renovable, que incluyen grandes proyectos hidroeléctricos, eólicos y de energía solar. Y procuran, sí, procuran, no es un hecho facto, lograr una combustión a base de gas tratando de distanciarse del petróleo y el carbón, con la firma de un acuerdo por 400 mil millones de dólares con Rusia. Parece, Isaac Cordal, que los políticos chinos se están descongelando.
En todo caso, las cifras que se conocen no son exactas. El régimen de Xin Jinping anuncia algunas mediciones, pero las acomoda a sus intereses. El consumo de carbón, por ejemplo, cayó en 2014, según cifras oficiales, pero esto se debió luego de que el gobierno consumiera en 2013 el combustible fósil al ritmo de un cohete. Eso sí, el consumo de electricidad, de acuerdo a Fergus y Nicholas Stern, bajó a la mitad, debido al reequilibrio económico que busca el país.
De todas formas, la energía proveniente del agua o del aire parece una mera alternativa para la China y la búsqueda incesante por petróleo y carbón permanece en la conciencia del régimen de Xi Jinping.
En abril, China superó a Estados Unidos como el mayor importador de petróleo (aunque las importaciones de petróleo cayeron en mayo). A pesar del gran impulso de las energías renovables, no todos los proyectos o, muy pocos, en realidad, están previsto bajo la base de la combustión limpia en el país.
Y es que detrás de China están sus socios comerciales. Australia, por ejemplo, es un país que abastece al gigante asiático de minerales como carbón y hierro. ¿Será que después de la visita del Primer Ministro, Li Kegiang, Colombia también lo empezará a hacer? Lo más probable es que sí. La llamada "locomotora minera" se mantiene a base de la demanda de las grandes potencias como, por ejemplo, China.
Pero hay un cuento, Cordal, que no nos han contado, o que sí, pero a medias: cuál es la relación entre las compañías de carbón estadounidenses y China. Cómo es el gana- gana. Dicen que las carboneras miran al país del dragón como una alternativa en caso de que el consumo interno, que ha bajado, se reduzca más. ¿Pero y si China también baja su consumo, a quién le venden?
Si bien los líderes chinos miran más dentro de sus fronteras que fuera de ellas, el resto del mundo claro que les importa. Y más, si éste mira y juzga su comportamiento depredador, pero usa carbón desmedidamente en sus países. Gran Bretaña, Alemania, Italia, Japón y Francia quemaron 16% más carbón en 2013 que en 2009. Sí, y Estados Unidos, responsable del 22% de la totalidad del calentamiento global, bajó su consumo de carbón en un 8%, en parte por el uso del gas mediante el fracking de esquito, pero esto no basta, ya que la potencia norteamericana tiene un deber con un mundo contaminado en gran parte por ellos.
De China se pueden esperar cambios drásticos en cualquier materia. En cuatro décadas se convirtió en la principal economía global, llevándose las miradas del todo el mundo. Es complejo saber cuál será su curso, si cambiante o con la vista puesta en crecer más socavando el medioambiente. Pero lo que se sabe es que se han adelantado algunos esfuerzos y que ya no existe tal inmovilidad en materia ambiental.
Por lo pronto, en diciembre de este año, en París, se van a reunir los líderes mundiales en una nueva cumbre sobre el cambio climático. Tras 20 años de encuentros se espera que éste sea el definitivo con el propósito de firmar un compromiso que vincule a todos los países para reducir los gases con efecto invernadero. No hay Estados Unidos que valga. En esa cita, seguramente, va estar Xi Jinping y su comitiva del Partido Comunista, junto a otros líderes. Líderes, Cordal, que a finales de 2015 pueden dar un parte más caluroso o tal vez entren de nuevo al congelador. ¡Qué frío!