Esta semana los protagonistas han sido los niños y niñas que perdieron la vida en los últimos días en medio de una ola inexplicable de violencia contra las personas más indefensas e inocentes de nuestra sociedad. La masacre a sangre fría de cuatro menores de edad a manos de dos sicarios en zona rural de Florencia, Caquetá. El asesinato y descuartizamiento de un infante de apenas siete años de edad en La Vega (Cundinamarca). La muerte a manos de su padre (que luego se suicidó) de un niño de seis años en Dagua (Valle). La captura de jóvenes menores de 18 años en Tuluá sindicados de haber asesinado y desmembrado a un niño de 13 años días atrás. El caso de una mujer en Barranquilla que le inyectó veneno a su hijo. La condena esta semana de una joven de escasos 20 años que tras dar a luz a un niño, lo metió en una bolsa de basura y lo arrojó por una ventana. El reciente caso en Tenjo (Cundinamarca) de una madre desnaturalizada que en medio de una golpiza mató a su pequeña hija, o el del bebé y los niños que habrían sido objeto de abusos sexuales en Bogotá en medio de rituales satánicos. El descubrimiento de fosas comunes en La Herrera (Nariño), con restos de 20 personas, entre ellos dos niños. La inminente imputación de cargos a una rectora y la sicóloga de un colegio por el caso de un menor de edad que se suicidó en Bogotá tras ser víctima de matoneo en su colegio. Los múltiples casos de reclutamiento forzado y violencia sexual de menores en la guerrilla, denunciados esta semana… Y así podría seguirse casi que indefinidamente describiendo múltiples hechos de barbarie criminal y deshumanizada contra los más pequeños. Infortunadamente no se trata apenas de un pico de violencia aislado contra los menores de edad. Las últimas estadísticas del Instituto de Medicina Legal dan cuenta de un total de 1.115 niños, niñas y adolescentes víctimas de homicidio en el país, siendo el rango más crítico el grupo de 15 a 17 años, donde la tasa es de 34 por cada 100 mil habitantes.
¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible que la violencia se ensañe contra los más indefensos? ¿Qué tan enfermos puedan estar quienes asesinan menores o incluso les quitan la vida a sus propios hijos? ¿Cómo llegó el país a semejante grado de descomposición social? ¿Será hora de pensar en la cadena perpetua o incluso la pena capital para los asesinos y culpables de delitos graves contra los niños?...
Esos y muchos otros interrogantes fueron los que la opinión pública y todos los sectores políticos, sociales, institucionales, económicos y gremiales del país se formularon esta semana. Pero aun así, más allá de análisis sicológicos, sociológicos y de radiografía criminal, no se encuentra ninguna respuesta que explique qué lleva a una persona a quitarles la vida a los seres más indefensos. La barbarie no tiene fin ni tampoco explicación.