Recambio por desgaste natural:La expresión “fatiga de material” tiende a ser muy usada por los técnicos en infraestructura móvil o fija para evidenciar cuando las piezas deben ser cambiadas, no porque estén dañadas o defectuosas, sino porque ya cumplieron su ciclo de vida útil y, aunque pueden continuar funcionando, la prudencia y la necesidad de no perder ritmo de eficiencia aconsejan el relevo preventivo. Eso es precisamente lo que le está pasando a algunos integrantes del Gabinete, que ya acusan “fatiga de material” y, por lo tanto, deben ser cambiados. Es algo natural para cualquier Gobierno y más aún en momentos de rendición de cuentas por llegar a la mitad de los mandatos. En ese orden de ideas, más que hablar de una “crisis”, debe visualizarse la renuncia protocolaria del Gabinete como una oportunidad lógica y previsible de ajustar la gestión y corregir falencias y posibles debilidades en seguridad, salud, empleo y otros campos que son claves para asegurar que el “segundo tiempo” del Gobierno volverá por los fueros que caracterizaron su primer año y medio.
Fisuras en Unidad Nacional: Para nadie es secreto que la coalición ha venido presentando desgaste y que el escándalo de la reforma judicial tensionó al máximo las relaciones entre bancadas y la Casa de Nariño. Frente a ello y la advertencia de los distintos Partidos de que le ‘apretarían’ las clavijas a la agenda legislativa del Ejecutivo, el presidente Santos decidió buscar caminos para calmar los ánimos y realinderar las toldas gobiernistas. Y como primera medida decidió reunirse directamente con las bancadas, más que con los Directorios partidistas. Y allí Senadores y Representantes le expusieron múltiples quejas y reclamos, muchos de ellos contra la nómina ministerial. Ajustar el Gabinete fue una de las peticiones más oídas en esos cónclaves. No pocas voces parlamentarias le recomendaron al Presidente un ‘sacudón’ al Gobierno para cerrar con bríos la segunda etapa de la administración.
Más visualización de resultados: Si algo quedó claro en los cortes de cuentas que hizo el Gobierno al cumplir la primera mitad de su mandato es que hay varios Ministerios que han fallado en hacer visibles y comunicar a la opinión pública sus logros y ejecutorias. Es más, hasta en público el Jefe de Estado regañó a varios titulares de cartera por esta falencia que se ve reflejada en cómo las encuestas terminan rajando la gestión oficial en determinados sectores, pese a que los partes son positivos. Es claro que el grueso del Gabinete no tiene capacidad de impactar a la opinión pública, priman los perfiles técnicos y les falta peso específico en materia de política de Estado. De allí la percepción de que hay un Gobierno ‘adormilado’, como en cámara lenta, sin dinamismo. Santos es consciente de la gravedad de esta circunstancia y sabe que si no ajusta el equipo de nada servirá hundirle el acelerador a la acción gubernamental.
Malos escuderos ante uribismo: Si algo se ha podido palpar en los últimos meses es que el Gabinete cumple un papel muy gris cuando se trata de defender la política gubernamental. En otras palabras, que el Presidente no tiene escuderos que, a modo de guardia pretoriana, salgan a replicar de manera contundente e impactante cuando atacan al Ejecutivo. Se evidencia, entonces, una soledad de Santos, que debe desgastarse y distraerse en poner el pecho a la brisa. Contrario a lo que se piensa, esa capacidad de réplica y de demostrar unidad de cuerpo no recae sólo en la cartera del Interior, sino también en el resto, cada uno dentro de su respectivo ámbito. La principal prueba de esa debilidad política de la nómina ministerial se patentiza en la forma en que la férrea oposición del ex presidente Uribe parece arrinconar al Gobierno y ponerlo contra las cuerdas, sin mayor capacidad de reacción de la cúpula del Ejecutivo.
Más participación regional: Al tenor de las encuestas, muchos sectores poblacionales tienen la percepción de que el gobierno Santos está muy centralizado y, por lo tanto, no tiene esa dimensión nacional que debe caracterizarlo. De allí, entonces, que una de las motivaciones para reajustar el Gabinete sea, precisamente, ampliar la cuota de representación regional en los Ministerios. Por ejemplo, es urgente dar un cupo más a los antioqueños y a los costeños. La oposición uribista ha aprovechado esos focos de inconformidad regional como caldo de cultivo para impulsar la descalificación al Gobierno. La Casa de Nariño ya está al tanto de ello, y por eso se ha visto a Santos en los últimos meses con una mayor presencia en departamentos y municipios, con una imagen más descomplicada y cercana a las problemáticas locales y puntuales. Una especie de micro-gerencia al estilo santista, pero con ciertos visos parecidos a lo que hacía Uribe en su momento.
El caso Peñaloza: Lo peor que le puede pasar a cualquier Gobierno es que la prensa o la oposición le tumben a un ministro. Y eso es a lo que precisamente se está exponiendo Santos con el titular de Transporte Miguel Peñaloza, cuya permanencia en el cargo es prácticamente inviable por el creciente escándalo en torno a los contratos que una firma de su familia ha tenido con entidades estatales. Las denuncias contra Peñaloza han venido desde la prensa, es cierto, pero el uribismo y el Polo han aprovechado para ‘sacarse la espina’ frente a un Gobierno que ha logrado ponerse al margen de los escándalos de corrupción que marcaron los anteriores dos mandatos presidenciales, así como el de Bogotá. En ese orden de ideas, Santos, al pedir la renuncia de todo el Gabinete, puede relevar a Peñaloza sin que quede tan meridiano que lo hace porque las denuncias en su contra lo hacen insostenible en el cargo.
La entrada de los verdes: Muchos analistas consideran que le llegó la hora a este Partido de decidirse por su papel dentro de la Unidad Nacional: está adentro o afuera. La posición ambigua de hacer parte de la coalición pero no del Gobierno termina siendo poco rentable para esa colectividad y para el propio Ejecutivo, al que no le conviene que los Verdes se conviertan en un eje de presión interno contra la gestión del Ejecutivo, y menos ahora que desde las orillas del liberalismo, conservadores, Cambio Radical y, sobre todo, La U surgen algunas voces que, a raíz del escándalo de la reforma judicial, cuya agua sucia le cayó mayoritariamente al Congreso, llaman a la rebeldía y a apretarle las clavijas a la Casa de Nariño. Es obvio que la entrada de los Verdes al Gobierno, muy posiblemente por intermedio de Luis Eduardo Garzón, disminuiría de entrada la posibilidad de que éstos piensen en impulsar una candidatura presidencial propia en 2014.
Precampaña reeleccionista: Sería ingenuo desconocer que la descolgada del Gobierno en las encuestas, tanto en calificación de gestión como en favorabilidad de la imagen del Jefe de Estado, pone en riesgo la posibilidad de que Santos pueda aspirar a la reelección en el 2014. También sería miope esconder que el uribismo lanzó ya toda una estrategia para tratar de atravesársele a esta opción, y no sólo proyectando ya algunos precandidatos y disparando todos los días un arsenal de críticas contra el Ejecutivo y la persona del Jefe de Estado, sino anunciando la creación de un movimiento político (Puro Centro Democrático) para que sirva de plataforma a la campaña anti-reeleccionista. En ese orden de ideas, mostrar un Gobierno más dinámico, combatiente, revitalizado, con resultados más visibles y un Gabinete de mayor peso y representatividad, debería convertirse en el principal vehículo del santismo para abrir camino seguro a una candidatura en 2014.
¿Ajustes para un proceso de paz?:Aunque la hipótesis que ayer expusieron algunos medios y analistas es que la cirugía al Gabinete está dirigida a sentar las bases de un equipo de gobierno que esté a la altura para defender y ser escudero de un eventual proceso de paz, no es clara la relación que esa decisión tenga con la posibilidad de abocar contactos con las Farc para vislumbrar una posible salida negociada al conflicto. ¿Acaso quién en el actual Gabinete es contrario a esta opción? ¿No anunciaron ya los Partidos Liberal, Conservador, Verdes y Polo el apoyo a eventuales contactos, en tanto que La U dijo que sí pero los condicionó a que haya efectivas muestras de voluntad de paz? ¿Se le pasa por la mente a alguien que La U -hoy mayoritariamente santista- se le retire a Santos porque éste dialoga con la guerrilla? ¿Si no hay uribistas purasangre en el gabinete, cuál ministro renunciaría ipso facto si el Gobierno llegara a anunciar un proceso de paz? Como se dijo, no se ve ninguna relación entre lo uno y lo otro.