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Por Álvaro Sánchez
Especial para EL NUEVO SIGLO
Con alguna frecuencia oímos una palabra cuyo significado y beneficios poco conocemos. Es más, quizá muy pocas personas no hayan oído mencionar la palabra “manglar”, pero muy pocos saben el verdadero significado que para nuestra especie tiene este tipo de ecosistemas.
En estas líneas voy a tratar de explicar en forma sintética estos dos aspectos. Comencemos por decir que un manglar es, en esencia, un ecosistema autónomo que está compuesto por una especie de bosque (de ahí su nombre de “bosque salado” o “bosque marino”), es decir un conjunto de árboles que tienen en común su habilidad de lograr sobrevivir y desarrollarse adecuadamente en terrenos costeros normalmente inundados o de frecuentes inundaciones y con muy altos niveles de salinidad.
La principal variedad de estos árboles corresponde a los mangles, de ahí su nombre, pero existen cientos de diversas variedades que conviven con estos en menor cantidad. Debido a sus especiales características y a la biodiversidad que albergan, estos bosques son ecosistemas únicos e irremplazables. Es decir, de uno de a otro existen características diversas que los identifican como una huella digital, con el agravante de que su destrucción es imposible de revertir, por lo menos en periodos cortos.
Su rareza se debe a su formación: las raíces aéreas de los árboles que los conforman surgen de entre las aguas saladas creando una intrincada formación dentro de la cual vive una gran cantidad de especies animales tales como aves, peces, moluscos y crustáceos. La mayor parte de estos animales tienen sus zonas de apareamiento y reproducción en los manglares. Otras especies se refugian en ellos para evitar a sus depredadores naturales y así consiguen llegar a la edad adulta.
A lo anterior se debe agregar el hecho de que la mayoría de estas especies son importantes como fuente de la alimentación humana. Adicionalmente, los manglares protegen a las zonas costeras de los fenómenos propios de la erosión.
Otra característica de los manglares es su resistencia a los cambios de humedad, ya que por efectos de las mareas oscilan entre estar prácticamente sumergidos y tener visibles la casi totalidad de sus raíces, a través de las cuales manejan un “sistema respiratorio” que les permite vivir en un suelo carente de oxígeno y con altos contenidos de salinidad.
Hombre, principal enemigo
El ser humano, al utilizar estos espacios para la cría industrial de camarones o de langostinos en general -en algunas zonas del Pacífico se utiliza para la cría de tingua- se ha convertido en la mayor amenaza de estos ecosistemas. Esto se debe a la destrucción de la maraña de raíces para poder extraer el producto cultivado y a la desaparición de las variedades que alimentan a las especies naturales de los ecosistemas.
No en todas las costas existen manglares. Básicamente estos se encuentran entre los trópicos y de preferencia sobre el llamado “ecuador geográfico”. La mayoría de ellos se ubican en cercanías de las desembocaduras de los ríos y siempre en contacto directo con el mar.
La gran mayoría de los manglares importantes del planeta se encuentran en el norte de América del Sur, América Central, centro de África, Indonesia, Nueva Guinea y Filipinas. Los principales manglares del planeta están ubicados entre la costa ecuatoriana, al norte de la población de Esmeraldas, y la costa colombiana, en el departamento del Chocó, sobre el océano Pacífico.
¿Qué hay en los manglares?
Básicamente en los manglares se encuentran ejemplares de hábitat marinos y terrestres, de los cuales algunos son permanentes y otros transitorios o migratorios. Esto hace que la fauna que vive en los manglares sea variable y dependa de las mareas y de los ciclos vitales. Sin embargo, siempre hay cantidad y variedad de fauna en estos ecosistemas.
Por las características específicas de estos bosques, algunas especies han podido encontrar refugio de la depredación humana y se han mantenido aun cuando hoy están en peligro de extinción. Por ejemplo, el manatí, caimán costero, gran variedad de tortugas marinas y una gran variedad de aves, entre las que sobresale la Ibis escarlata. En algunos casos en zonas de aguas tranquilas y transparentes se pueden apreciar variedades de algas, moluscos y crustáceos. Entre las especies más comunes están los langostinos, el cangrejo de mangle y los camarones.
Capítulo aparte merecerían los más extraños y poco conocidos habitantes de los manglares, llamados “saltarines del fango”, una especie de peces que puede sobrevivir en la tierra y el agua salada. Ellos pueden moverse en tierra a través de sus aletas provistas de músculos y en numerosas ocasiones pueden trepar a los árboles para protegerse de la brusquedad del océano.
Importancia de su protección
Existen varias razones para preservar los manglares, pero quizá la principal es que son los ecosistemas que, individualmente hablando, producen más cantidad de materia orgánica por área de superficie. Son una especie de pulmones del planeta pues producen abundante oxígeno y consumen más dióxido de carbono del que producen. Además protegen las zonas costeras contra la erosión y otros eventos naturales como las marejadas e inclusive los huracanes. Asimismo son un atractivo natural que podría producir importantes ingresos por ecoturismo. Y, como ya se dijo, sirven de alojamiento a una amplia variedad de fauna que se extinguiría de no existir estos ecosistemas, pues son centros de reproducción de muchas especies marinas y terrestres. Por último, tienen un valor incalculable como objetos de investigación científica en las áreas de la biología y medio ambiente.
Se calcula que a la fecha existen unos 8 millones de hectáreas de manglares en el planeta mientras que a mediados de los años ochenta existían alrededor de 16 o 17 millones de hectáreas. Esto significa una depredación que ha consumido alrededor de un 55% de los manglares en los últimos 30 años.
Se están acabando por múltiples factores, como la construcción en sus cercanías, la extracción de madera de mangle y la falta de control en el manejo turístico de los mismos. Indudablemente su mayor depredador ha sido la industria camaronera, que en los últimos 10 años ha talado más de un millón de hectáreas de manglar. Además, y según informes de estudiosos, el uso de químicos para la alimentación de estos criaderos aumenta la depredación iniciada con la tala.
La desaparición de nuestros manglares aumentará los riesgos a los que están expuestos los habitantes de nuestras costas y podrían llegar fenómenos naturales con fuerza destructora, tal y como ya ha ocurrido en Bangladés y en la India.
* alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255