Los bachaqueros, única opción para cientos de venezolanos | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Abril de 2016
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

ABRUMADA por la incertidumbre, Marycel, una abogada independiente que hace un año trabajaba como funcionaria pública, relata cómo vive el día a día en  Anzoátegui, Venezuela. Tras cuatro horas y media llegó la luz a su casa, aunque a la vuelta de la esquina no hay leche ni medicinas.

 

La luz, como el abastecimiento de alimentos, es tan efímera, tan momentánea en Venezuela, que puede irse al parpadear. “Los cortes son esporádicos. Hasta hace dos semanas teníamos racionamiento de dos horas. Ahora empezó el de 4 horas”, dice Marycel.

 

Su sensación, sin embargo, no es tan “catastrófica”. Vive en una ciudad a la que la cortan la luz cuatro horas, a diferencia de regiones fronterizas como el Táchira, Mérida o Maracaibo, que quedan a oscuras de “15 a 48 horas” (en Caracas no hay racionamiento).

 

La falta de energía modifica desde el reloj  hasta el horario laboral. “La semana pasada los funcionarios trabajaban de lunes a jueves hasta la 1 de la tarde. Esta semana, Aristóbulo Isturiz, vicepresidente, dictaminó que sólo se trabajar lunes y martes”, dice la abogada independiente.

 

Son dos días a la semana en las entidades públicas y  “la educación media, diversificada y básica, no tiene clase los viernes”. Pese al cambio de horarios, el salario de Marycel sigue siendo el mismo. Sin embargo, en el sector público “muchos creen que el gobierno va reducir el salario”.

 

Daile, una administradora que trabaja para una empresa privada en Bolívar, no se siente satisfecha con sus ingresos mensuales. Gana 37.000 bolívares- el mínimo es de 24.000 Bs.- que le alcanzan para comprar alimentos y alguna golosina para la alacena, nada más.

 

Daile solía disfrutar, casi a diario, de  un helado porque en Bolívar hace mucho calor y la gente se refresca con nata fría, como en la mayoría de ciudades dominadas por las altas temperaturas. Ahora, aquellas tardes rodeada de amigos son recuerdos del pasado.

 

Hoy, un helado puede convertirse en una tentación  inalcanzable para la mayoría de venezolanos. “Si te comes un helado es un lujo. El sueldo mío se me va entre comida y transporte”, dice Daile, que como señalamos gana más del mínimo (37.000) y rebusca más dinero trabajando en otra área.

 

“Fajos que no valen” 

En una economía colapsada  por la hiperinflación el dinero vale poco pero se ve mucho. Fajos de billetes salen de los bolsillos de los venezolanos cuando van a mercar, como si cargaran millones de bolívares (bolos o Bs.). Son verdes, rojos o amarillas y tienen sobre el papel la imagen del indio Guicaipuro (10) o Luisa Cáceres (20).

 

En los “bolos” se reivindican pueblos olvidados, heroínas femeninas y a Simón Bolívar pisoteado por el verbo demagógico del chavismo. Vistosos por su belleza, resultan una carga inaceptable para la billetera. No caben. Toca cárgalos en bolsas, “darse la bendición”  y caminar con ellos por las calles.

 

Al momento de llegar al mercado se esfuman y son guardados, si caben, en las cajas de servicio. Esa torre de billetes coloridos y olorosos son como fichas de casino que en un abrir y cerrar de ojos se acaban. “El dinero no rinde. Resulta que cuando voy a un mercado y, por ejemplo, compro hortalizas, se me van 12.000, sin incluir el pollo o la carne, que cuestan 7.000”, sostiene Daile.

 

Ante los altos precios en los mercados, Daile contacta a los “bachaqueros”, personas que se dedican a revender productos que escasean en las tiendas o, no se encuentran, a precios más accesibles para el comprador. En algunos casos, “para comprar productos bachaquiados llamo a un contacto. La gente se agrede cuando va al supermercado”, dice la administradora.

 

En las últimas semanas las tiendas abren a las 8 de la mañana y cierran dos horas después por falta de abastecimiento. Luego, la gente se acerca cuando baja el sol y empieza hacer cola con la esperanza que al siguiente día llegará a su casa con bolsas repletas de comida y víveres.  “Hay gente que dura hasta dos días y no logra comprar nada”, anota Daile.

 

Con ahínco denuncia que Maduro presenta la falta de alimento como parte de una guerra económica encabezada por la oligarquía local y el capitalismo internacional. “Los funcionarios del gobierno son los que obtienen las ganancias de los alimentos. Los guardias nacionales sacan cantidades de alimentos de los camiones”, culpando al cuerpo militar del alto precio de la comida.

 

Mientras tanto un ciudadano del común piensa cada instante cómo conseguir alimentos y víveres para su familia. Sin otra opción, acude a los mercados alternativos, como Daile, pero se da cuenta que “el mismo mercado lo tiene el mismo gobierno”.

 

“Los bachaqueros”

Un día como hoy se puede convertir para un venezolano en una desagradable aventura. Sale de su casa rumbo a la tienda y, con la mente puesta en la alacena, se topa con un letrero: “No hay más alimentos”, a escasas dos horas de haberse levantado de la cama.

 

Incrédulo, espera frente a esa misma tienda aguantando empujones que con el paso de las horas se sienten como el golpe de una violenta ola. Escucha rumores sobre los camiones que quizá llegaron a un par de cuadras para abastecer otra tienda. La mañana culmina, sin embargo, no consiguió alimentos. El desespero se hace incontrolable y el “bachaqueo” se convierte en su única opción. Pero algunas veces es caro y es probable que no le alcance.

 

Todo depende del día que tenga el “bachaquero”. Muchos de ellos son ciudadanos que compran y revenden para sobrevivir. Algunos los pintan como contrabandistas, pero lo cierto es que el 60% de los venezolanos -según Datanálisis-  realizan esa actividad a pequeña escala, en su mayoría, o por medio de redes de distribución.   

 

“Un kilo de arroz tipo 1, el más sencillo, costaba 9 bolívares, actualmente enmarcado cuesta 455 bolívares. Y en el mercado alternativo cuesta 1250 bolívares”, señala Daile, quien se mueve en ambos comercios, aunque prefiere evitar la inseguridad que reina en tienda y mercados de esquina.

 

Como Daile, Marycel opta, cuando le da el bolsillo, por comprarle a los “bachaqueros”. “Una vez llegaron unos malandros y se hicieron pasar por trabajadores del supermercado. Organizaron una gente con efectivo y otra con tarjeta. Al final robaron a toda la gente que tenía efectivo”.

 

Aunque los malandros también se colan en el “bachaqueo”, además, estafan ante la necesidad evidente del comprador. Pero casi todos ellos son compradores y vendedores a la vez; aguantaron calor, empujones y robos en el mercado. “Un producto que vale 11 bolívares, jabón de baño, lo venden en 1.500 bolívares. Son estafadores”, declara sentidamente Marycel, que diariamente es víctima de la especulación en los precios.   

 

Es la vida cotidiana

“Desde mi perspectiva el chavismo está acorralado. El pueblo sabe que ellos están manejando las cosas muy mal porque de lo contrario no estaríamos en estas condiciones”, dice Daile, quien no es amiga de la política, ni de la oposición o el oficialismo, pero si desea un cambio.

 

Más que polarizado, el pueblo venezolano está harto que el chavismo se excuse detrás de una “guerra que no es de ellos”. Sus ojos están puestos en la situación que afronta  cada ciudadano. La verdad, es que  Miraflores y la Asamblea Nacional “poco le importan”.

 

“La gente protesta por la electricidad, porque no tiene comida”, anota Daile. No es una causa política, es una molestia ciudadana en cada barrio de su Anzoátegui, Caracas o Maracaibo.  

 

La semana pasada a Daile la operaron y “fue bastante problemático conseguir las medicinas”. A su madre le tocó rebuscárselas en un rincón de Barcelona, Anzoátegui. Se siente afortunada, sin embargo, salió antes de que empezaran los cortes en los hospitales.

 

A unos cuantos kilómetros de la casa de Daile está la represa de Gurí, en Bolívar, que produce el 70% de la energía de Venezuela, “e igualmente sufrimos el racionamiento”.

 

Un desespero incontrolable invade a ciudadanos como Marycel o Daile. No importa el lugar, tampoco la hora: la luz, como los alimentos, se va en cualquier momento. “Ayer hubo saqueos, quemas de llantas”, y todos los días pasa algo, salvo que llegue el camión con suministros.