Los autogoles de un Ministro | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Marzo de 2014

Rubén Darío Lizarralde llegó  después de los reclamos de los movimientos de los productores agrarios,  los de “las famosas autodenominadas  dignidades”, con la salida de un buen banquero, que no tuvo tiempo de ser ministro. Desconocido, pero con aureola de haber sido agroindustrial exitoso. Casi que dura mucho menos que su antecesor, pues desde que llegó se está yendo. Ese es el actual Ministro de Agricultura. Para su bienvenida le impusieron desde Palacio las cabezas del Banco Agrario, del ICA y del Incoder, con ahijados incondicionales de los 3 barones electorales azules, Roberto Gerlein Echeverría, Efraín Cepeda y  Hernán Andrade. Pero también quiso poner su cuadrilla con una multitud de novatos y asesores de la academia, poco conocedores de la actividad pública y menos del agro. Igualmente ha tratado inútilmente de reencauchar al agrónomo de Facatativá, César Pardo Villalba, a quien al final y después de mucho forcejeo político no pudieron acomodar en el Incoder.

También lo desautorizó. Lo primero fue la salida en falso con el proyecto de Tierras, sensible tema que sin haberlo concertado lo suficiente, lo puso en la picota pública de entrada, ante la reprimenda del presidente Santos que abiertamente lo desautorizó retirando el proyecto. El otro “oso” se lo hizo sentir la semana pasada ante todos los sectores del agro cuando le espetó durante una intervención, diciéndole que ni él mismo entendía lo que explicaba. Inmediatamente el presidente de Finagro, Luis Eduardo Gómez, lo sacó del atolladero, dando las explicaciones correspondientes que el Ministro no supo dar. También ayudó el ministro Aurelio Iragorri, quien se encontró por cuenta de las marchas agrarias el ascenso al Mininterior; para Iragorri, el sector agropecuario seguirá siendo una fuente permanente de oportunidades, su otra meta es la cartera del Agro.

Pero las cosas no terminan ahí. En 6 meses de agitado ministerio, este palmicultor resultó de caficultor, criticando la política de la renovación de las  plantaciones de la   rubiácea, apoyado en la improductividad de un cultivo que según sus palabras ya no era viable. No fue sino hablar del tema para que el precio del café se trepara por cuenta de las heladas del Brasil y la sequía de Vietnam.  

Posteriormente se le vino en contra la denuncia al senador del Polo Jorge Enrique Robledo por el apoyo que este legislador les dio a las protestas de los campesinos. Y no se diga con los arroceros y cerealistas, a quienes les dijo que cambiaran de cultivo en forma apresurada, que no era rentable, sin tener alternativas para los productores que toda la vida han estado en esas lides.

Como si fuera poco. Los gremios de la producción incómodos, no sólo la emprendieron contra Lizarralde, sino también contra su jefe. El Ministro de Agricultura no ha tenido tampoco cuidado en descalificar  la política del Gobierno, descalificando todo, sin darse cuenta de que está escupiendo para arriba, pateando la lonchera. Ha caído en el grave error de ser muy creativo y original, en un gobierno que termina, al menos este período.