Se han convertido en sitio para el rebusque porque ahí se venden utensilios de primera necesidad como bolígrafos, pinta labios, portapapeles, dulces, entre otros, o en su defecto, no pasa desapercibido el ciudadano con limitaciones físicas pidiendo limosna
La segundacasa de doña María es el puente peatonal de la Calle 85 con Autopista Norte, uno de los más utilizados por los habitantes de la capital del país, no solo porque es una estación importante del sistema Transmilenio, sino porque es paso obligado para el paseo comercial de la Carrera 15, debido a que hace varios años fue suprimido su cargo en una entidad del Estado y como a sus sesenta y cinco años nadie de da empleo, tomó la determinación poner un caneca para recoger las basuras y de paso pedir ayuda por su acción ciudadana.
Esta podría ser una radiografía de la mayoría de los 340 puentes peatonales que tiene Bogotá, que al igual que el puente de la 85 con Autonorte, tanto en el Distrito Capital como en todo el territorio nacional, se han convertido en sitio para el rebusque porque se venden utensilios de primera necesidad como bolígrafos, pinta labios, portapapeles, dulces, entre otros, o en su defecto, no pasa desapercibido el ciudadano con limitaciones físicas pidiendo limosna.
En un documento conocido por EL NUEVO SIGLO, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) determina que de los 340 puentes peatonales en Bogotá, 273 tienen inventario de las autoridades mientras que 67 carecen de este recurso técnico.
El puente peatonal permite el paso sobre vías de tráfico. Se pueden construir en diferentes tipos de materiales. En Bogotá los nuevos puentes cuentan con materiales tales como acero, aluminio, hierro y sus bases en concreto, estos son estáticos, sismorresistentes y de diversos tamaños que dependen en gran parte de la carga de tráfico particular que ha de soportar, como también de la distancia de la vía, lado a lado. También existen en Guadua que han surtido buenos resultados.
El diseño arquitectónico de los puentes peatonales instalados en la capital, es inspirado en sus cerros. Desde el punto de vista de planificación de transporte, la gran ventaja de estas estructuras es que facilitan el tráfico peatonal y ayudan a evitar el tráfico vehicular.
Con estas obras los peatones, teóricamente, no pondrían en riesgo su seguridad y tampoco interferirían con rápido desplazamiento del transporte público y privado.
Sin embargo, esto no siempre es así. Algunos están mal ubicados, lo cual trae como consecuencia que no sean usados por los ciudadanos, por ejemplo los que se encuentran instalados en intersecciones semaforizadas.
Otro de los enemigos de los puentes peatonales es la seguridad. Resulta que el 39 por ciento de los encuestados en el estudio de Percepción y victimización de la Cámara de Comercio de Bogotá señalan las calles como el sitio de espacio público más inseguro en Bogotá, seguido de potreros y puentes peatonales.
El 61 por ciento de los encuestados indicó que tal sensación está determinada por la presencia de grupos (delincuentes y pandillas juveniles) y el 39 por ciento, la relacionan con factores ambientales (soledad y oscuridad).
Otro factor negativo para los puentes peatonales es el vandalismo hasta el punto que el IDU invierte 1.500 millones de pesos en recuperación y en mecanismos para asegurar mejor los materiales. Las protestas de la semana pasada dejaron un catastrófico balance.
Al tiempo que el balance de los puentes peatonales no es el más halagador, doña María espera que seguir ayudando a recoger las basuras de la intersección de la Calle 85 con Autonorte para reunir el sustento diario.