El ex ministro Guillermo González es ahora un experto en gastronomía, en especial de la nuestra, la típica regional.
Todo empezó en el año 2002 en un desayuno entre el entonces Alcalde de Popayán y la Ministra de Cultura de turno, quienes también eran suegro y nuera. Guillermo González y María Consuelo Araujo, en medio de un café, frutas y cereal, pusieron el tema gastronómico sobre la mesa. La Ministra le comentó una preocupación: “La gastronomía está desamparada. No tiene un escenario para discutir en Colombia”.
Y el alcalde González, ni corto ni perezoso, le propuso de inmediato crear un congreso en su ciudad.
Cinco meses después se estaba realizando el Primer Congreso Internacional de Gastronomía. “Yo vi una gran oportunidad para que Popayán tuviera nombre por una cosa distinta a la violencia”, dice.
Desde el primer año el evento fue un éxito. “Realmente sí estábamos llenando un gran vacío porque apenas se sacó a flote el tema llovieron las inscripciones”, asegura este hombre que, en aquel momento, decidió traer como país invitado a Perú. “Aun no existía el boom peruano en materia gastronómica, pero había estado allá y tenían una comida esplendida”.
Fue tan espléndida su idea de gestar en la ciudad blanca este congreso, que tres años después le daría el honor de pertenecer a la red de ciudades creativas de la Unesco. “En música escogieron Sevilla, en España. Edimburgo fue elegida por literatura. En diseño arquitectónico Buenos Aires. En el tema de moda Milán. Y Popayán se ganó el título en gastronomía”, dice orgulloso el ex ministro de Defensa y de Trabajo, quien este año celebrará la décima versión del congreso gastronómico con el aguacate como producto invitado.
Buen cocinero, buen paladar
Aunque no se considera tan buen cocinero como comensal, el ex Gobernador tiene su par de recetas para descrestar a la hora de invitar a cenar. “La sopa de tortillas me queda estupenda y los pastelitos de yuca relleno de guiso, ni hablar”, asegura este divertido hombre, que cada vez que viaja lo primero que anota en su agenda es la visita a la plaza de mercado de la ciudad.
“Siempre voy a las plazas de mercado. Una que me impactó mucho fue la de Temuco, en Chile, pueblo donde pasó sus años de infancia Pablo Neruda. Daba gusto mercar y comer ahí”, recuerda.
Como el gusto que le da ir cada semana a la plaza de Popayán, porque él mismo es el que compra los ingredientes para su gran cocinera, la misma que desde niño lo consentía con recetas y que aún le cocina arte para el paladar. “Marta Sol tienen un talento natural. Tiene cocina de autor y platos que ya han sido publicados en libros. Es una gloria tener esta mujer”, dice el ex Gobernador que, a propósito, tienen en su biblioteca trescientos libros de gastronomía.
Su plato favorito colombiano es el mute santandereano. El que ya no pude ni ver es la lechona tolimense, porque cuando fue presidente del Banco Agrario de Colombia, por salir del paso, terminó diciendo en una entrevista que ese era su plato preferido. “A donde llegaba lo primero que decían era ‘doctor le tenemos su lechoncita’. Me tuvieron 4 años a punta de lechona”, cuenta entre risas.
Pero si de anécdotas gastronómicas se trata, el ex Gobernador del Cauca tiene más de una para contar. Recuerda en especial una visita que hizo en los ochentas a la Isla de Dominica para firmar unos convenios con la Primera Ministra de ese país, Eugenia Charles, a quien le decían la Thatcher latina. Tenía una cena de gala con su comitiva y su esposa, y le daban varias opciones para elegir. “Yo vi en la carta chicken mountain y me imaginé un pollito criollo. Pero lo que me llegó fue una rana entera asada”. Nadie se atrevió a probarla, pero como estaba en juego los convenios de educación, González tuvo que deleitar la rana. “Sabía horrible. A caucho quemado”, cuenta con esa risa pegajosa que lo caracteriza.
A la mesa con grandes personalidades
Si hay alguien que ha disfrutado de la gastronomía mundial es Guillermo González.
Su gran variedad de cargos públicos y diplomáticos le dieron la oportunidad de compartir la mesa con grandes personalidades. Cuando era Embajador de Colombia en Brasil, hizo parte de la lista de 20 personas que compartieron la mesa con el Papa Juan Pablo II. “Ese día nos sirvieron consomé, un pollo muy sencillo, arroz blanco y fruta”. Un menú bastante austero, quizás para no afectar el sistema digestivo del pontífice.
Tuvo también el honor de cenar con el líder de la independencia de India, nada más y nada menos que Gandhi, con quien probó un menú hindú, que a la final le supo no más que a curry. “Me sorprendió esa mirada de ojos grandes y profunda. Fue agradable comer con él”.
Pero con quien no fue agradable compartir una cena fue con el líder palestino Yasser Arafat en la cumbre de Davos. “Solo hizo comentarios malévolos. Como si la humanidad le hubiera declarado la guerra”, asegura este ex político que prefiere los comedores redondos porque integran más a la gente.
El que sí le dejo un grato recuerdo fue el ex presidente Bill Clinton, a quien el ex ministro califica como el hombre más inteligente que haya conocido. “Ese día nos puso a discutir sobre el impacto de la obesidad en los dineros públicos”.
Y si de buenos recuerdos se trata, nada mejor el que le dejó una cena de avión, cuando le tocó en la silla del lado la compañía de la hermosa actriz estadounidense Linda Carter, más conocida como la Mujer Maravilla. “No me aguanté las ganas y le pedí una foto”, dice este amable hombre que jamás come en la cama porque sentarse a la mesa es un acto de reverencia que incita a un buen vino, una buena conversación y por supuesto, a una buena compañía. El mismo que asegura nunca más en su vida volverá hacer política porque, en términos gastronómicos, le dejó un muy mal sabor.
Crónica de Mábel Kremer.