Con el convencimiento de que Colombia peregrina una inmensa comunidad creyente y que está llamada a convertirse en una red vigorosa que es capaz no sólo de congregar a todos para trabajar por la defensa de la vida humana y disipar todas las tinieblas que se ciernen sobre la existencia, la convivencia y la armonía, el papa Francisco hizo un llamado a la unidad para construir la empresa común que debe ser nuestro país.
Ante 500 mil emocionados fieles congregados en el Parque Simón Bolívar que mientras aguardaron por horas la primera misa campal de Francisco en Colombia debieron soportar tres fuertes aguaceros, el Santo Padre dijo que lo que necesita esta gran comunidad llamada Bogotá y Colombia es volverse a mirar entre sí, llamarse y trabajar unidos en pro de la sociedad –especialmente los más necesitados-, la reconciliación y el perdón. En resumen, volver a echar raíces.
“Hace falta llamarnos unos a otros, hacernos señas, como los pescadores, volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa común que es la patria. Bogotá y Colombia son, al mismo tiempo, orilla, lago, mar abierto, ciudad por donde Jesús ha transitado y transita, para ofrecer su presencia y su palabra fecunda, para sacar de las tinieblas y llevarnos a la luz y la vida. Llamar a otros, a todos, para que nadie quede al arbitrio de las tempestades; subir a la barca a todas las familias, santuario de vida; hacer lugar al bien común por encima de los intereses mezquinos o particulares, cargar a los más frágiles promoviendo sus derechos”.
Basándose en el Evangelio y específicamente cuando se habla del llamado que Jesús hizo a los primeros discípulos a orillas del lago de Genesaret y frente al mar de Galilea, en un lugar de reunión de pescadores, recuerda el Papa cómo se iniciaron allí las reuniones para escuchar la Palabra de Dios., esa que pronunciada por Jesús no dejaba a nadie indiferente porque tenía y tiene el poder para convertir corazones, cambiar planes y proyectos.
“Es una Palabra probada en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragilidad del mar”.
De igual forma evocó otra antigua lectura cristiana, según el cual el mar también representa la inmensidad donde conviven todos los pueblos y que finalmente, por su agitación y oscuridad, evoca todo aquello que amenaza la existencia humana y que tiene el poder de destruirla.
Así dijo que “Esta querida ciudad, Bogotá, y este hermoso país, Colombia, tienen mucho de estos escenarios humanos presentados por el Evangelio. Aquí se encuentran multitudes anhelantes de una palabra de vida, que ilumine con su luz todos los esfuerzos y muestre el sentido y la belleza de la existencia humana. Estas multitudes de hombres y mujeres, niños y ancianos habitan una tierra de inimaginable fecundidad, que podría dar frutos para todos. Pero también aquí, como en otras partes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos; las tinieblas del irrespeto por la vida humana que siega a diario la existencia de tantos inocentes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblas de la sed de venganza y del odio que mancha con sangre humana las manos de quienes se toman la justicia por su cuenta; las tinieblas de quienes se vuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas. A todas esas tinieblas Jesús las disipa y destruye con su mandato en la barca de Pedro: “Navega mar adentro”.
El Papa instó a no desalentarnos ante los esfuerzos que hacemos, a diario, y que terminan en intentos fallidos en todos los aspectos dela vida personal como en sociedad. Así evocó el período de “La patria boba”, cuando Colombia pagó cara sus divisiones y que la Iglesia en Colombia también ha tenido trabajos pastorales vanos e infructuosos, pero enfatizó que “al igual que Pedro somos capaces de confiar en el Maestro, cuya palabra suscita fecundidad incluso allí donde la inhospitalidad de las tinieblas humanas hace infructuosos tantos esfuerzos y fatigas”
Y así, el pastor de la Iglesia Católica invitó a los colombianos a que tras la historia de violencia y división que ha vivido el país, a que como Pedro “vayan mar adentro, a tomar el riesgo compartido, a dejar los egoísmos y a seguir al Maestro”.
Los invito “a perder miedos que no vienen de Dios, que nos inmovilizan y retardan la urgencia de ser constructores de la paz, promotores de la vida”, concluyó la homilía en medio del silencio “sepulcral” que invadió el gigantesco parque bogotano para oir la voz de Francisco, el primer papa latinoamericano y quien con su carisma ha dado un nuevo aire a la Iglesia, acercándola a sus “ovejas”.