Por: Pablo Uribe Ruan
En Millos hay mucha teoría. Y de la buena. Es tan rica y abundante que su ejecutor genera una serie de incertidumbres cuando la aplica. O eso pareció sucederle el miércoles a Lillo cuando salió por tercera vez con un equipo distinto al que había ganado el partido anterior, ¿se necesitaba rotar después de haber ganado el clásico?
Millos perdió hace un mes contra Chicó en Tunja cuando sentó a todos los titulares. La semana pasada corrió con la misma suerte cuando varió la nómina y el Once Caldas le ganó en Bogotá. Lo curioso es que en ambas ocasiones el equipo había ganado los partidos anteriores. El martes pasó lo mismo contra el Huila (bueno, empató).
La rotación está bien, y potencializar el nivel de cada integrante del equipo dándole minutos también. Pero para rotar hay que tener en cuenta tres factores: calidad y cansancio de los jugadores, torneos disputados y trabajo previo antes del partido. En Millos no hay tanta calidad en la nómina, tampoco se ve cansancio, pues tan sólo están jugando la Liga, y el tiempo para preparar el esquema táctico es corto porque los partidos se juegan cada cuatro días por el Mundial.
Osorio dijo alguna vez que la rotación es una condición esencial en cualquier grupo humano para potencializar a cada integrante. La instauró en su equipo, falló varias veces, pero finalmente convirtió a Nacional en el mejor del país a partir de ese esquema.
Lillo, al igual que Osorio, es un hombre de convicciones que defiende a capa y espada sus planteamientos tácticos. Sin embargo, Millos no tiene la misma nómina que Nacional, por eso la rotación no funciona.
Si el experimento no funciona mientras que el producto base sí, ¿por qué no mantener el producto?
El equipo base ha ganado los tres partidos, Lillo.