COMO el hombre del cambio radical se consolida el primer ministro italiano, Matteo Renzi, quien en su más de un año de gestión ha logrado algunas de sus prometidas reformas, y la más destacada la que logró ayer, la ley electoral, que significa una auténtica revolución al sistema político.
Cuando hace más 15 meses pisó, por primera vez, el Parlamento para develar la hoja de ruta de su gobierno, Matteo Renzi fue tan aplaudido como criticado. Lo primero por quienes vislumbraban al joven líder como un hombre de cambio y, lo segundo, por los que sacaron a flote su falta de experiencia en política y gestión pública nacional. Así fue tildado desde “charlatán” y “prometedor” hasta el “Tony Blair” italiano.
Pero hoy, tras batallar políticamente inclusive hasta con los miembros de su partido, el izquierdista Partido Democrático, Renzi canta victoria, porque la reforma electoral fue desde la época de su campaña un norte de su gestión para poner fin al eterno “baile de gobiernos” que desde hace décadas agobiaba Italia. Para citar sólo un ejemplo, en los últimos cuatro años el país vio pasar por el cargo de primer ministro a tres: Mario Monti, Enrico Letta y Matteo Renzi.
Con 334 votos a favor, 61 en contra y 4 abstenciones, en el Parlamento vio la luz el “Italicum”, el nuevo sistema electoral inspirado en su homólogo español, pero obviamente adaptado a las exigencias de los partidos italianos. El objetivo de esta inédita ley es, tal y como lo resalto el propio primer ministro, “asegurar la estabilidad política” del país, esa que ha sido tan esquiva e imposible en las últimas décadas.
La ley electoral establece nuevas reglas en el juego político y que básicamente puede resumirse en que los partidos deberán en las urnas demostrar su real fortaleza y si logran un umbral del 40% de los sufragios, podrán gobernar por sí solos, sin necesidad de coaliciones con pequeños partidos, cuyos apoyos o condicionamientos en determinados momentos es lo que han generado la inestabilidad política.
Para ello, se estableció que el partido que logre al menos tal umbral obtendrá como “premio” la mayoría en la Cámara de Diputados (340 escaños de los 630 en juego), es decir, el 55 % de los escaños totales. Los partidos perdedores se reparten el resto de los escaños, proporcionalmente a los votos obtenidos.
Pero, si ningún partido alcanza el 40% de los votos en la primera votación, habrá un segundo turno electoral entre las dos listas más votadas. En este caso, los 340 escaños son atribuidos a la lista ganadora de la segunda votación.
El nuevo sistema también establece que solamente pueden acceder al reparto de escaños o curules las listas que obtengan al menos el 3 % de los votos válidos.
Vale la pena aclarar que esta nueva ley, que entrará en vigor en julio de 2016, sólo operará para la Cámara de Diputados, ya que como el Senado se configura como la cámara de regiones, sus escaños serán ocupados por los alcaldes y presidentes regionales.
La aprobación parlamentaria de ayer es sin duda un indiscutible éxito de Renzi, quien se empleó a fondo y sin importar su costo político (generó una disidencia en el gobernante PD) en tal iniciativa.
“La ley electoral se convierte en un símbolo: durante años la clase política fue incapaz de aprobar esta reforma. Ahora se logra y tendrá una relevancia extraordinaria para nuestro país”, expresó eufórico el primer ministro italiano, quien no sólo suma este logro a otros tan importantes como la legislación laboral o las exenciones fiscales a las personas con pocos ingresos, sino que da un paso trascendental para cambiar una Italia “empantanada” por la inestabilidad y los “vicios” políticos.
“La nueva ley electoral conlleva un elemento de gran claridad: será evidente durante cinco años saber quién ganó, quién gobierna y esta estabilidad política es una condición previa a la innovación económica", había subrayado hace unos días Renzi.
Pero ese ímpetu de renovación que con su discurso, actitud y determinación expresa el premier italiano tiene como cortapisa a la oposición y a algunos miembros de su partido, como Pipo Civati considera que la aprobada ley conducirá a un gobierno unipersonal , o como la de sus antiguos socios de Forza Italia(de Silvio Berlusconi) que declararon una abierta oposición dentro y fuera del Parlamento a lo que tildaron como “fascismo renziano”.
Esas radicales posiciones estarían cimentadas en un creciente temor electoral, ya que muchas tempraneras encuestas demuestran como formaciones como Forza Italia han ido perdiendo apoyo ciudadano y en el caso de una elección se encasillarían en un cuarto o quinto lugar, inclusive por detrás de formaciones ciudadanas como el Movimiento 5 Estrellas, liderado por el cómico Beepe Grillo.
Con la ley electoral en su palmarés, ahora el premier Renzi quien dedicó el primer tramo de gestión a reformas institucionales y estructurales como la antes mencionada, deberá concentrar sus energías en el plano económico, ya que el desempleo sigue alto al igual que el endeudamiento y el crecimiento es muy lento.
Este es el más grande e inmediato reto del líder socialdemócrata italiano, quien a sus 40 años ya ha batido varios récord como el convertirse no sólo en el más joven jefe de gobierno de su país, sino de toda la zona euro y dar una batalla frontal contra la casta política ajustándola a nuevas y prometedoras reglas en pro de la estabilidad gubernamental.
Sin haber sido diputado, con la sola experiencia adquirida al frente dela Alcaldía de Florencia, y 15 meses de gobierno, el joven premier también ha dado muestras de sagacidad y peso político, tanto a nivel doméstico como en el Viejo Continente. Ejemplos de ello, haber logrado imponer a su candidata Federica Mogherini al frente de la diplomacia europea y a Sergio Mattarella como presidente de Italia, en reemplazo de Giorgio Napolitano.
De esta forma, Matteo Renzi ha expresado y evidenciado que es el hombre del “cambio radical”, esa idea que con optimismo ha centrado su discurso y que ahora comienza a materializarse en hechos tan importantes como la ley electoral./Claudia Bermúdez con AFP