El Vaticano consideró insuficiente la respuesta de la comunidad integrista San Pío X a su propuesta de compromiso para reintegrarla en la Iglesia católica, y le dio un mes de plazo para "aclarar su posición", indicó el portavoz de la Santa Sede.
Tal y como recordó el padre Federico Lombardi, el pasado septiembre el Vaticano entregó a la comunidad San Pío X un documento llamado "preámbulo doctrinal", y pidió al grupo fundado por el francés Marcel Lefebvre que lo aceptara. La comunidad integrista respondió en enero a ese documento.
El cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y presidente de la comisión encargada del asunto, recibió este viernes durante dos horas a Bernard Fellay, superior general de la Fraternidad integrista.
En un comunicado, el Vaticano recordó que el "preámbulo doctrinal" era "la base fundamental para llegar a la plena reconciliación con la Sede Apostólica".
"La evaluación (por parte de la Santa Sede) de la respuesta de monseñor Fellay le fue comunicada en una carta" del cardenal Levada. "Esa evaluación observa que la posición que expresó no es suficiente para superar los problemas doctrinales que se encuentran en el origen de la fractura", añadió el comunicado del Vaticano.
"Para evitar una ruptura eclesial de consecuencias dolorosas e incalculables", Fellay "ha sido invitado a aclarar su posición, para reducir la fractura existente, tal y como desea Benedicto XVI".
El portavoz Federico Lombardi precisó a la prensa que el plazo concedido para esa aclaración es de "alrededor de un mes, lo que nos lleva a mitad de abril".
La Fraternidad San Pío X está separada de Roma desde 1988. Para acercar posiciones se celebraron ocho reuniones, y el Papa hizo numerosos gestos para reintegrar a los integristas en la Iglesia católica.
La manzana de la discordia es el reconocimiento del Concilio Vaticano II (1962/65), que aceptó la libertad de creencia y el valor de las demás religiones. Bernard Fellay afirmó a comienzos de febrero que la reintegración sólo tendría lugar si Roma aceptaba su oposición al Concilio.