Por Fernando Cvitanic*
LAS modas vienen y van, las corrientes y los gustos son pendulares y a esto no escapa la política. Durante los 60’s y 70’s ser de izquierda estaba de moda y el contexto político y cultural ayudaba a eso. Prueba de esto fueron la Cuba de Castro, la revolución con empanadas y vino tinto de Allende en Chile, la guerra de Vietnam y el ícono del Che Guevara. Estos personajes, gústenos o no, eran los referentes de la juventud y del idealismo.
En los 80’s el péndulo se movió y apareció el neoconservantismo que influyó en la política interna de los países y en las relaciones internacionales. Líderes como Ronald Reagan en Estados Unidos, Margaret Thatcher en Reino Unido y Helmut Kohl en Alemania formaron la International Democratic Unión (IDU) para oponerse y hacerle contrapeso a la Internacional Socialista.
Este renacimiento conservador no solo se dio en la política sino también en la filosofía, en la economía y en la cultura. Ser de derecha se puso de moda, producto del desprestigio en que había caído la izquierda vinculada a la represión y a modelos económicos fallidos como la URSS y el miedo que producían en las clases medias modelos políticos autoritarios y poco orientados a los derechos humanos frente a las sociedades con democracia liberal y que defendía estas garantías apoyando la libertad económica.
El filósofo francés Guy Sorman llego a decir que el social estatismo había muerto y que el liberalismo estaba surgiendo como idea nueva y para quedarse por siempre, muchos fueron rechazados por reaccionarios por defender su lógica de la libertad. Sostuvieron que era la libertad y no la igualdad ni las concepciones de justicia social las que sostenían una sociedad civilizada. Las iniciativas individuales eran preferibles a la planificación gubernamental y el Estado no debía intervenir en la economía porque era ineficiente, lento y susceptible de corrupción. El mercado se convirtió en el sabio dador de oportunidades y se habló del fin de la historia y la muerte de las ideologías totalitarias fracasadas; la aparición del nuevo orden mundial había llegado para quedarse.
En nuestro continente se percibió igualmente un panorama pendular por esas fechas. De un periodo donde la izquierda campeaba en las cumbres presidenciales, salvo algunos oasis como Colombia y Perú, el resto de líderes eran de izquierda, idealistas de los 70’s y con una visión que hacía que regímenes como Cuba y Venezuela, abiertamente cuestionados por vulnerar libertades fundamentales, fueran vistos de manera romántica.
Ahora eso está cambiando, la izquierda está desapareciendo presionada por casos de corrupción, cansancio electoral o la caída de las materias primas que sostenían el modelo subsidiario y generoso.
El debilitamiento del chavismo más el pragmatismo del acercamiento de Cuba a Estados Unidos también ayudó a esto. En Brasil, la socialdemocracia derechista está a punto de regresar al poder después de la crisis de Dilma y el PT; en el vecino Argentina, los 12 años de gobierno izquierdista terminaron, acosado de escandalosos casos de corrupción; en Chile, Sebastián Piñera aparece nuevamente en el horizonte electoral tras los opacos resultados del segundo gobierno de Bachelet; en Perú lucharon estrechamente dos opciones de derecha para suceder a un izquierdista como Ollanta pero que gobernó con ideas de derecha.
A nivel de organismos continentales, la OEA bajo la secretaria del uruguayo Luis Almagro y también ha adoptado una postura más crítica frente a la situación venezolana a diferencia de las tibias posturas del chileno socialista Insulza frente a los mismos hechos.
Visto lo anterior se puede afirmar que el péndulo ideológico también está cambiando en nuestro subcontinente reafirmando la historia del déjà vu y que las tendencias políticas son variables y saludables para el buen ejercicio democrático.
*Profesor Universidad de La Sabana