Por Néstor Rosanía *
Especial para EL NUEVO SIGLO
El próximo 6 de marzo se conmemora en nuestro país el Día de las Víctimas del Estado y del Paramilitarismo.
Colombia es un país lleno de víctimas y de victimarios; un país en el que cohabitan generaciones sumidas en olas de violencia; en el que el derramamiento de sangre no ha parado y en donde los diferentes actores del conflicto intentan recrear su propia verdad sobre las víctimas. Afrontar este tema es uno de los retos más difíciles porque se debe partir de la base que las víctimas están hoy politizadas, ideologizadas y categorizadas.
Las víctimas más visibles y más reconocidas son los soldados y policías que pagan con sus vidas y cuerpos los rigores de la guerra. En segundo lugar, las víctimas más visibles son las de las Farc y otras guerrillas que durante más de 50 años han actuado con la violencia más feroz: asesinatos, despojos de tierras, secuestros… y todo a lo que nos tienen acostumbrados las Farc y el Eln.
En tercer lugar están las víctimas del paramilitarismo, que se han hecho visibles por lo salvajes y crueles que fueron sus victimarios. Las historias de motosierras, masacres, descuartizamientos, torturas, cremaciones hicieron que ganaran visibilidad.
Y, por último, y las menos visibles, están las víctimas del Estado. Carecen de visibilidad ya que pese a que han pagado con la vida misma, sus muertes no fueron escandalosas; por el contrario, se hicieron con el mayor silencio, sin dejar ningún tipo de huella ni sospecha, razón por la cual no gozan de visibilidad ya que comprobar su estado de víctimas es muy difícil.
Concepto
El concepto de víctimas de Estado ha tenido una visibilidad importante después de la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional durante la Guerra Fría y el paso de las dictaduras militares en el cono sur.
En un principio en América Latina -y Colombia no fue la excepción- se intentó crear una matriz de opinión que promulgaba la no existencia de víctimas del Estado y se negó ese concepto, hasta que se fue comprobando judicialmente la participación de agentes del Estado en homicidios torturas y desapariciones. La comunidad internacional reaccionó frente a estos hechos y las organizaciones supranacionales hoy califican las actuaciones de los Estados en materia de derechos humanos. Colombia, por ser un país en conflicto, está sometido a la vigilancia especial de diferentes organismos que auditan y vigilan el cumplimiento y respeto por los derechos humanos, hecho que por sí solo no hace que se cumplan, ni por lo actores armados al margen de la ley y en muchas ocasiones tampoco por el mismo Estado.
El último informe de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU emitió una calificación negativa para el Estado colombiano en cuanto al respeto y aplicación de los derechos humanos.
Según esas cifras, hoy en el país se adelanta la alarmante cifra de 4.716 procesos por ejecuciones extrajudiciales o ‘falsos positivos’.
La reforma constitucional del fuero militar, así como el asesinato y persecución de defensores de derechos humanos por las Farc y Bacrim son algunos de los problemas que más preocupan a la Alta Comisionada.Sumado a esto, la estrategia jurídica del Estado de no reconocer los desaparecidos del Palacio de Justicia es un golpe bajo a la imagen que intenta dar el país ante organismos internacionales en torno al respeto por las víctimas, la verdad y los derechos humanos.
El papel
En primer lugar las víctimas deben exigir una respuesta por parte de sus victimarios sobre que pasó realmente y así entender algo muy doloroso para ellas. Si bien para los procesos de paz es muy difícil, y casi que imposible, pedir justicia, sí se debe exigir verdad.
El caso del paramilitarismo y de la concepción de la Ley de Verdad, Justicia y Reparación es el mejor ejemplo: penas de 8 años para comandantes paramilitares que tienen más de 2.000 víctimas a su haber no representan ningún tipo de justicia.
Aunque para que pueda existir la justicia transicional se deber ceder en este punto, en lo que no se debe ceder es en exigir la verdad y reparación para las víctimas. Lo lamentable es que en la jurisdicción de Justicia y Paz muchos comandantes paramilitares se negaron a contar toda la verdad, no repararon a las víctimas, o algunos lo hicieron parcialmente. Y aun así se hicieron beneficiarios a penas mínimas. En palabras de José Miguel Vivanco, director de Human Rigth Watch, “la regla general en Colombia es la impunidad”.
La politización
Sumado a lo anterior las víctimas han caído en una polarización y se convirtieron en botines políticos de los diferentes actores del conflicto y actores políticos.
Los afectados por acciones de violencia se dejaron dividir y hoy cada actor, sea de derecha o de izquierda, tiene a su haber su propio movimiento de víctimas, lo que refuerza su discurso contra su antagonista.
Se ha llegado a tal grado de la politización del concepto de víctimas, que hasta las mismas Farc se han catalogado como tales en este conflicto, cuando ellas han sido las victimarias por más de cinco décadas.
Sin lugar a dudas los más interesados en que las víctimas no se unan son los mismos actores que intervienen en el conflicto. La politización hizo que terminaran estigmatizadas y, en muchas ocasiones, enfrentadas: las victimas del paramilitarismo y del Estado terminaron estigmatizadas como auxiliadores de la guerrilla, y las víctimas de la guerrilla como auxiliadores del paramilitarismo. Ello llevó a que muchos de los afectados, para evitar cualquier tipo de estigmatización, prefieran no denunciar u optan por huir de sus zonas para no ser perseguidos, no solo por sus victimarios, sino por quienes los estigmatizan.
Paso a reconciliación
Pese a que hoy se adelanta un proceso de negociación con las Farc Colombia está hoy más que nunca alejada de una verdadera y real paz, ya que a ésta no se llega con un simple acuerdo con esa guerrilla, que si buen es uno de los mayores actores generadores de violencia, no es el único. Para dar inicio a un verdadero camino hacia la paz se debe dar un proceso de reconciliación nacional, que hoy es inviable.
Al lado de las víctimas se tejen intereses políticos de toda índole. Discursos radicales, violentos y fanáticos mueven las redes sociales y los medios de comunicación, en donde se estigmatiza a las víctimas y éstas, como es lógico por su dolor, responden a las ofensas. En muchas ocasiones hemos visto cómo las víctimas se han convertido en victimarios.
Uno de los primeros pasos para pensar en una verdadera paz es respetar a las víctimas por su condición de tales, no usarlas, estigmatizarlas o ideologizarlas. Por el contrario: acompañarlas, No importa el victimario, lo que importa es su papel de víctimas que exigen a los diferentes actores, vengan de donde vengan, la verdad y reparación. Lo que debe importar es el ser humano y respetar su dolor. Ese sí sería uno de los verdaderos pasos para la auténtica reconciliación nacional.
* Abogado, Magister Seguridad y Defensa Nacionales. Director Centro de Estudios en Seguridad Defensa y Asuntos Internacionales (Cesdai). @nestorrosania