Martes, 25 de Octubre de 2011
Ya hicieron carrera en la tradición electoral colombiana unas especies de subcategorías sobre el móvil de los sufragios. Se trata de fenómenos reales que evidencian perversiones, ventajas y lastres del proceso democrático. Aquí las principales de esas ‘denominaciones’.
- VOTO CAUTIVO O AMARRADO: Se conoce con este nombre aquella porción de ciudadanos que asiste a las urnas para dar su apoyo a determinado candidato, pero no porque así se lo dicte su conciencia y criterio democrático, sino porque de por medio existe algún tipo de transacción o prebenda. Se trata de las personas que dan su voto a cambio de dinero, ayudas en especie como mercados, cuotas burocráticas, contratos y otro tipo de gabelas. Este voto es propio de las maquinarias políticas o de lo que comúnmente se conoce como “clientela”, en donde el dirigente de turno sabe que quienes lo apoyan están esperando algo a cambio y que, por lo mismo, se trata de ciudadanos que se venden al mejor postor, es decir que respaldan al que más les ofrezca, sin importar su partido, antecedentes o programas. El “voto amarrado” es el lastre más antiguo de la democracia participativa en Colombia y, aunque la legislación ha sido cada día más drástica para prevenirlo o castigarlo, aún sigue campeando en épocas electorales.
- VOTO CASTIGO O PROTESTA:Con este término se trata de cobijar a todos aquellos ciudadanos que acuden a las urnas con un ánimo casi vengativo contra determinado partido o candidato. La idea es que si un gobierno nacional, departamental o regional tuvo una mala gestión o tomó medidas altamente impopulares (escenarios que no necesariamente son equiparables), haya un castigo en las urnas al candidato que defiende las banderas del continuismo o que es considerado la “carta” que se está jugando la administración respectiva. Un voto castigo se puede ‘tramitar’ a través de una ruta principal: “votar en contra”, es decir a favor del rival o los rivales del aspirante al que se quiere castigar, con el objetivo de evitar que gane en las urnas. No pocos analistas catalogan al “voto protesta” como una perversión de la democracia, bajo la tesis de que el espíritu de ésta se basa en la premisa de elegir o ser elegido.
- VOTO DE OPINIÓN: Esta modalidad se entiende como aquel fenómeno en el que los ciudadanos definen su voto con base en análisis serios y objetivos de propuestas, perfiles e imagen de los candidatos, sin regirse por afinidades o antecedentes partidistas, gabelas clientelistas, maniobras politiqueras o dejándose influenciar por el escenario de preferencias que configuran las encuestas. En este caso se mezclan varios elementos clave: sensación de cambio, percepción de transparencia y castigo al estatus quo político. El voto de opinión es un fenómeno muy urbano y aunque algunos analistas sostienen que cobija por lo general a personas con alguna preparación académica e intelectual, en realidad se ha dado tanto en ciudades capitales como en pequeños municipios y en distintos rangos de población.
- VOTO LUNÁTICO: Hay quienes suelen confundir el “voto castigo” o “voto de protesta” con el “voto lunático”. Sin embargo se trata de dos fenómenos muy distintos, ya que en los primeros el móvil es sufragar a favor de un candidato con el objetivo de atajar o evitar el triunfo de otro, mientras que en el segundo simple y llanamente lo que se presenta es que los ciudadanos apoyan en las urnas a personajes que han ganado alguna notoriedad por propuestas pintorescas, perfiles salidos de lo tradicional o, incluso, que las circunstancias políticas imperantes los terminan victimizando. El caso más concreto se dio años atrás con un lustrador de zapatos que se lanzó al Concejo de Bogotá pero cuya foto no alcanzó a salir en el respectivo tarjetón. Ese hecho tuvo un gran eco mediático, lo que, sumado a la sui generis personalidad del aspirante y sus propuestas aún más controversiales o llamativas, llevó a que muchas personas le dieran su voto y terminara saliendo elegido contra todos los pronósticos y sin que figurara en las encuestas. En el “voto lunático” no se sufraga contra otro candidato específico, sino que es más un voto mediante el cual la gente expresa su inconformidad con el sistema imperante, los candidatos tradicionales y los vicios de los dirigentes de turno.
- VOTO EN BLANCO: Es el único que realmente se puede cuantificar. La definición más sencilla de un “voto en blanco” sostiene que es cuando una persona no está de acuerdo con ninguno de los candidatos a determinado cargo uninominal o cuerpo colegiado de elección popular, pero que antes de optar por la abstención o por anular el tarjetón, prefiere marcar la casilla del voto en blanco y dar a entender que apoya el sistema político imperante pero no a quienes aspiran a representar a la ciudadanía. Sin embargo, a partir de la última reforma política, el valor del voto en blanco aumentó, pues es viable la reposición de votos cuando respondan a una campaña en específico, es decir cuando se crea un comité que impulse el voto en blanco y, por esa vía, si alcanza la mayoría requerida, obligue a repetir la elección pero con nuevos candidatos.
- VOTO NULO: Aunque una buena parte de los tarjetones que son anulados tiene como sustentación que el ciudadano se equivocó en el momento de tratar de marcar al partido y el candidato de su predilección, también hay quienes rayan la tarjeta, la pintan o escriben insultos o cualquier palabra, y lo hacen de manera consciente, sabiendo que el voto no será contabilizado. Para algunos observadores aquí lo único que se busca es el certificado electoral y para ello hay que pasar por las urnas. Pero también hay quienes consideran que hay personas que anulan su voto como una muestra de inconformismo e incredulidad con el sistema político y la dirigencia.