Las Farc: del anacronismo a la agonía | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Noviembre de 2011

La facción subversiva ya no es lo que era antes. Sus objetivos estratégicos se tornaron inviables y la opción de negociar raya cada vez más en la necesidad de capitular. Sin embargo para ello se requiere realismo, algo muy difícil en la subversión, Análisis.


ES evidente que las Farc, tal cual se las conocieron durante décadas, están prácticamente terminadas, una vez dado de baja su último líder histórico Alfonso Cano. Es decir que en adelante podrán cambiar de mando, volverse otra cosa o pedir conversaciones, pero en todo caso ya no serán las mismas de antes. Lo que pasó el viernes pasado, al ser abatido su máximo comandante, hace que su final sea definitivamente irreversible tal cual se presentaron desde la década de los sesenta, en plena Guerra Fría entre capitalismo y comunismo, concepto hoy por completo vetusto.

Es claro que las Farc han visto caer, uno a uno, su cúpula histórica y principal, además de manera rotunda, comparable en sus proporciones con Al Qaeda. La discusión estará en si se bandoleriza, se alía con las Bacrim o el Eln, tornará por completo hacia el narcotráfico, pero en todo caso circunstancias de lumpen lejos de la fachada política que pretendieron desde que buscaron combinar la vieja consigna comunista de todas las formas de lucha. Inclusive puede decirse que para el Estado es inane la sucesión al interior del grupo pues no es más que el simple cambio de objetivo militar y su reducción paulatina.

Y no se trata de una mera percepción. Los informes de Inteligencia Militar coinciden en que esta facción subversiva no tiene más de 7.000 hombres-arma hoy en día. Anoche, el presidente Juan Manuel Santos indicaba que en último año se han desmovilizado 1.317 guerrilleros, 1.491 han sido capturados y 356 dados de baja.

Los mismos subversivos que se han reinsertado o fueron capturados admiten que el nivel de desmoralización de las frentes y cuadrillas es muy alto y creciente, con continuas deserciones y cruentas purgas de unos mandos medios que operan en zonas cada vez de más alta montaña, sin que ello signifique que pueden sentirse seguros. Ante el temor de ser ubicados mediante la interceptación de comunicaciones o los rastreos de los aviones plataforma es constante, los frentes han sido subdivididos y los anillos de seguridad de los campamentos cada vez están más lejos y con menos hombres. Y lo que es peor, la incomunicación ha llegado a tal punto que algunas cuadrillas volvieron a disparar el secuestro, la extorsión y el narcotráfico para tener recursos que les ayuden a sobrevivir. Las Farc, como estructura vertical, están rotas.

Objetivos estratégicos

En consonancia, y más importante, los objetivos estratégicos de las Farc se han diluido fruto de la acción del Estado. Fundada para la toma del poder por la vía armada, el hecho es que en la actualidad no existe la más mínima posibilidad de que esa fórmula sea exitosa como hace 50 años con Fidel Castro, hoy retirado y avejentado. Entonces, como en otros lugares, las guerrillas tuvieron relativo auge, enfrentando dictaduras, pero nunca han prosperado en el mundo rebelándose contra democracias, menos de raigambre vernácula como la colombiana. Mejor dicho, la democracia siempre gana, y es la primera lección que debe quedar para siempre después de medio siglo de lucha estéril.

Tampoco puede asirse ya las Farc a la estrategia intermedia que en su momento llamaron “Estado móvil y en gestación”. Es decir, la pretensión de imponer su ley en territorios determinados donde no podía llegar la Fuerza Pública.  Por el contrario, los factores de reconocimiento de beligerancia, que de alguna manera les permitía mampara política o ideológica, hoy no existen. Si bien así lo intentaron recientemente, a través del presidente venezolano Hugo Chávez, ninguno de esos factores tiene vigencia actual, por lo demás obsoletos dentro de la juridicidad moderna.

No son pocos los analistas que consideran que muchos de los factores de apoyo externo que la guerrilla logró avanzar en la última década y media terminaron tomando prudente distancia y reserva al constatar que la fortaleza que la subversión decía tener en el país no se reflejaba en la ecuación misma del conflicto armado, y menos aún tras la seguidilla de fuertes golpes recibidos en los últimos tres años.

El llamado 'trabajo político' de la guerrilla desapareció. Una de las obsesiones de Cano, el “partido comunista clandestino” o “PC3” nunca pasó de células aisladas y de bajo impacto.

Si bien mantienen las milicias urbanas cierta capacidad de infiltrar algunas organizaciones sociales en zonas urbanas y rurales, no son ni la sombra de la capacidad de desestabilización que registraban años atrás.

Sin margen

En tercer lugar, tampoco tienen las Farc capacidad de sentarse a una mesa de negociación sin condiciones.  Será imposible adelantar diálogos, en caso de abrirse, sin previamente producir acciones unilaterales de liberación de secuestrados y cese de fuegos por su propia cuenta. La miopía y el anacronismo de la subversión no le permitieron percatarse que utilizar a los uniformados, civiles y dirigentes políticos plagiados como un 'botín de guerra' y un 'arma' para presionar una negociación de temas del conflicto con el Estado, fue un expediente que al comienzo funcionó pero que con el tiempo se fue desgastando.

No deja de ser paradójico que mientras que el gobierno Pastrana forzó en el segundo trimestre de 2002 que la comunidad internacional calificara a la guerrilla colombiana como organización terrorista, fue el drama inhumano de los secuestrados 'canjeables' y la dimensión internacional que éste tomó lo que logró que la insurgencia terminara catalogada como una facción paria en todo el planeta.

En tal sentido las Farc tendrá que declarar anticipadamente, como la ETA, la cesación de toda la violencia y su pretensión  de disolverse.

En todo caso no habrá una agenda de negociación compartida, ni tampoco el tratamiento bilateral que en algún momento obtuvieron a través de las leyes que les permitieron estatus político temporal. Aparte, además, de que las llamadas zonas de distensión han quedado prohibidas en las normativas.

Es apenas claro que hoy en día la percepción pública sobre el nivel de amenaza que representan las Farc es muy distinto al que registraban años atrás. No porque su capacidad de acudir al terrorismo esté neutralizada, todo lo contrario, ahora podrían recalar aún más en esta modalidad, sino porque en las varias décadas de infructuosa de esta guerrilla (en la medida en que nunca pudieron consolidar un territorio propio y defenderlo militarmente) nunca se les había visto tan débiles y golpeadas.

Mea culpa

Las Farc han perdido la partida, o al menos visto francamente disminuidas, por dos razones sustanciales. Una, porque dentro de sus cuadros preponderaron las tesis radicales según las cuales sobrediagnosticaron sus capacidades en vez de hacer la paz, y otra, porque el Estado asumió una línea estratégica coherente y definitiva.

Todo ello, a su vez, se produjo en el punto de inflexión del proceso del Caguán. En efecto, en los diálogos, las Farc perdieron políticamente y la opinión pública terminó alinderada en su contra totalmente al descubrirse por completo su ánimo guerrerista, terrorista y arrogante, mientras de otro lado el Plan Colombia sirvió para reestructurar, apertrechar y modernizar a las Fuerzas Militares finalmente triunfantes a partir del señalamiento de su derrota como propósito nacional.

La guerrilla es culpable de su propia crisis agónica. No supo el Secretariado leer el escenario político, social e institucional de la última década, tanto en el nivel interno como el externo. Alguna vez un experto mundial en resolución de conflictos  advertía que hacer un acuerdo de paz en Colombia sería muy difícil porque los mandos de las Farc tenían más ambición militar que política. Advertía que cuando se tiene la primera se tiende a incrustar en los cabecillas la tesis de que es viable apostar por la estrategia de la guerra prolongada, mientras que quienes creen más en la segunda maniobran para que la guerra sea lo más corta y efectiva posible, para que conlleve a ganar poder. Concluía ese experto que mientras en nuestro país hubiera jefes guerrilleros para los cuales podía ser una opción “morirse de viejos o guerreando en el monte”, difícilmente se podría culminar una negociación de paz seria y creíble.

Los últimos días de Cano, huyendo con pocos hombres en las montañas del Cauca, distan mucho de esa visión que años atrás se tenía de quien fuera considerado el 'ideólogo moderno' de las Farc, aquel que sería capaz de superar el discurso comunista que entusiasmaba a Jacobo Arenas o la visión de reivindicación de lo rural y campesino, de “mis gallinitas y mis marranitos” que recalcaba Marulanda Vélez.

Cano no murió negociando temas de reingeniería del Estado, propios de la ambición política que debería haberlo distinguido, y que, se supone, lo tenía destinado a un futuro distinto del que llevó a “morirse en el monte” a Arenas y Marulanda.

Sin evolución

El tono del comunicado ayer del Secretariado admitiendo el abatimiento a manos de la Fuerza Pública de Cano, es una fiel muestra del anacronismo en que terminaron sumidas las Farc. (Ver recuadro anexo)

Términos como “oligarquía”, “establecimiento”, “inmortal resistencia del pueblo colombiano”, “las luchas de este pueblo”, “los oprimidos y explotados”  y la “abolición definitiva de las causas que dan nacimiento al alzamiento” son los mismos que han utilizado a lo largo de las décadas y no generan en boca de la guerrilla la menor credibilidad. Y difícilmente podrían hacerlo porque la idea de la subversión de generar en Colombia una lucha de clases que diera origen a una guerra civil, es absolutamente inútil.

En perspectiva, que la democracia de nuestro país sea considerada como la más antigua y estable del continente es ya de por sí una evidencia del fracaso político y militar de una guerrilla que lleva muchos años de lucha sin triunfos claros en lo uno y en lo otro.

El considerar que las Farc, tal cual se las conocieron durante décadas, están prácticamente terminadas, no significa en modo alguno que estén resignadas a su derrota o la capitulación obligatoria.

Todo lo contrario, el estado de debilidad en que se encuentra esa facción subversiva la hace hoy más peligrosa. Es seguro que en un afán por demostrar que no están agónicas, las Farc se lancen a una escalada terrorista o intenten golpear militarmente en gran proporción.

Sin embargo, está demostrado que la capacidad terrorista rara vez es entendida como fortaleza estructural sino como desespero coyuntural.

No será corta la agonía de las Farc, lamentablemente para el país. Tampoco puede descartarse que el nuevo mando, sea cual sea, ordene otro “repliegue estratégico”. Es posible que acudan de nuevo al expediente del 'canje' para tratar de presionar una interlocución con el Estado.

Por lo mismo, así suene un poco contradictorio, la única vía que en el corto plazo podría forzar a la guerrilla a que acepte la realidad de su situación militar y política, no es otra que profundizar la guerra.

Sólo más golpes, obviamente no de la contundencia del perpetrado contra Cano, pues era él el “objetivo de más alto valor militar, político y estratégico”, sino contra el resto del Secretariado y los jefes de Estado Mayor y de frentes, podría convencer a la subversión de que “morirse guerreando en el monte” no puede ni debe ser una opción para nadie, y menos cuando los objetivos que esa lucha, es decir la toma del poder, son tan lejanos como inviables.