Los llamamientos a boicotear productos alimentarios, medicamentos o vehículos fabricados en Cataluña, la región que amenaza con separarse de España, preocupa a las empresas que trabajan allí y en otros puntos del país, ya que temen verse prisioneras de un juego político destructivo.
"Hay que darles donde más les duele: el bolsillo", dice un usuario de Twitter, bajo la palabra clave #BoicotProductosCatalanes.
"Los españoles que no queremos que España se descuartice (...) podemos pasar a la acción adoptando una medida disuasoria de carácter económico", afirma otra página de Facebook, sobre el mismo tema.
Algunas páginas existían desde hace tiempo. Sin embargo, sus llamamientos han cobrado fuerza a medida que se ha endurecido el conflicto entre el gobierno central y el regional, tras el referendo de autodeterminación ilegal del 1 de octubre.
Los llamamientos al boicot apuntan sobre todo a la industria agroalimentaria, un pilar básico de la industria catalana: el cava, la cerveza Estrella Damm, la crema de cacao Nocilla, el cacao en polvo Cola Cao, marcas de agua mineral como Vichy Catalán y Font Vella...
Pero también apuntan a los medicamentos, en una región donde la industria farmacéutica está muy bien implantada, los coches de la fábrica catalana de Seat (grupo Volkswagen) e incluso los grupos extranjeros presentes allí, como Nestlé, Danone o Unilever.
Los ánimos están tan caldeados que también han surgido aplicaciones para celulares, que "ayudan" al consumidor a saber qué productos son catalanes.
De momento, el impacto económico es difícil de evaluar.
En el caso del cava, por ejemplo, "hay algunos clientes que han comprado menos", en particular en Madrid, "pero todavía está por ver, porque lo fuerte empieza en noviembre", en previsión de la Navidad, explica a la AFP Rosa Rebulà, gerente de Rosell i Formosa.
Varios clientes, no obstante, han dicho abiertamente que dejan de comprar cava catalán por razones políticas.
"¡Algunas cosas nos han dicho! No entienden la situación y punto", cuenta Rosa Rebulà, que ya sufrió un boicot en 2004, después de que un político catalán se pronunciara en contra de la candidatura olímpica de Madrid a los Juegos de 2012.
El boicot en ese momento fue "muy intenso. Y la mayoría de clientes perdidos nunca fueron recuperados (...) Las consecuencias pueden ser graves" también esta vez, advierte.
'Contraproducente'
Freixenet, líder del sector de cava, se plantea sacar su sede social de Cataluña, y explica que las cifras de ventas no estarán disponibles hasta el final del trimestre.
Ni la Cámara de Comercio de Barcelona, ni las organizaciones patronales han dado datos por el momento sobre el impacto del boicot.
Varias voces se han elevado para pedir calma, entre ellas la de Josep Borrell, expresidente del Parlamento Europeo y exministro socialista español.
"Hay que parar el boicot, porque la gente que se vaya a la ruina a causa del boicot tendrá un sentimiento aún más antiespañol", advirtió en un encuentro con la prensa este martes.
A otros les preocupa el efecto bumerán que pueda tener en el resto de España.
"Cada vez que boicoteamos un producto catalán, nos pegamos un tiro en el pie", advierte Francisco Javier Peinado, secretario general de la Confederación Regional Empresarial de Extremadura (oeste), en una entrevista con el diario El País.
Y es que muchos productos son fabricados en Cataluña con materias primas procedentes del resto de España, por ejemplo, la harina.
Rosa Rebulà, la productora de cava, se lo recuerda a sus clientes que están enfadados con la situación política en Cataluña y las ansias independentistas de sus dirigentes.
En las botellas, "el corcho viene de Extremadura y el cristal viene de León. Si no nos compran, nosotros no podremos comprar" dichos productos a los proveedores, resume.
Comisiones Obreras (CCOO), uno de los principales sindicatos españoles, denunció por otro lado como "una política ridícula y contraproducente" este llamamiento de algunos independentistas a boicotear a las empresas que sacaron de la región su sede social.
"Con este tipo de iniciativas se promueve que estas decisiones deslocalizadoras no sean reversibles y se puedan consolidar en el tiempo", lo cual "tendrá una incidencia sobre el empleo directo e indirecto".