- Gestación de un nuevo conflicto
- Estado sigue sin copar los territorios
Cada día, desde luego, preocupa más el tema de las disidencias de las Farc. Hasta el punto, ciertamente, de que de los 300 o 400 anunciados inicialmente, hoy ya pasan de mil, en un lapso relativamente corto.
Cuando se comenzó a evidenciar que, incluso, desertaron negociadores de La Habana, algunos analistas llegaron a decir que aquello era ‘normal’ porque en un proceso de paz no se suele desmovilizar la totalidad del grupo. De hecho, afirmaron esos expertos que lo ‘normal’ podrían ser disidencias del 10 al 15 por ciento. Lo que no se dijo, en ese porcentaje extremadamente abultado frente a otros procesos mundiales, es que cualquier división del grupo con el que se conversaba, en este caso las Farc, era de una gravedad inusitada en un país lleno de expresiones delincuenciales de toda índole, incluidas las bandas dedicadas al narcotráfico y que se conocen con el engañoso nombre de “bacrim”. Tampoco se tuvo en cuenta que, a diferencia de otras partes del globo, había más guerrillas, como el Eln, tan antigua como las propias Farc. Es decir, que las deserciones de esta última organización podían encontrar caldo de cultivo en todas esas manifestaciones, de suerte que cualquier fisura de las Farc, por menor que fuera, se convertiría en un verdadero dolor de cabeza.
Como se sabe, de esta facción ilegal se desmovilizaron alrededor de 7.000 combatientes, después de que llegaron a tener alrededor de 18 mil en armas, que paulatinamente fueron diezmados, no solo a raíz del Plan Colombia, sino de la voluntad del Estado de enfrentar decididamente el fenómeno guerrillero. Se entregó, en el marco del proceso de paz, más o menos la misma cantidad de armas que de combatientes, pese a que en un momento dado las propias autoridades, comenzando por el Jefe de Estado, habían hablado de 14 mil hombres-arma.
Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones, precisamente, las deserciones de las Farc no solamente significaron el retorno de combatientes al monte, sino que igualmente lo hicieron con el armamento. A ello se ha venido sumando, aparte de que el reclutamiento ilegal es cosa tradicional en los sectores cocaleros del país, que en las mismas zonas de concentración y desactivación guerrillera, que pasaron a llamarse “Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación”, los desmovilizados han venido decantándose por las disidencias. En otros casos, como en el de alias “El paisa”, antiguo jefe de la columna “Teófilo Forero”, este se desapareció repentinamente de uno de aquellos lugares y después se adujo, al regresar, que estaba adelantando “labores ecológicas”. No obstante, Inteligencia Militar ha dicho que estaba realmente en trance de ingresar a una de las disidencias. En ese caso, habría ocurrido lo mismo de alias “Cadete”, uno de los guerrilleros que participó en el pleno de las Farc, en el centro de convenciones de Bogotá, y que luego regresó a las filas subversivas, después de robarles las armas a los escoltas de la Unidad Nacional de Protección (UNP).
Ya se sabe, como en el gravísimo caso de Tumaco, que los grupos desertores de las Farc actúan como parte del engranaje delincuencial de la zona. Desde hace un tiempo, incluso con visita del propio Presidente de la República y del Vicepresidente, se prometió la intervención definitiva del Estado en esa región, la de mayor densidad cocalera. Sin embargo, la fractura del orden público no ha sido enmendada y, por el contrario, la zona supervive como si no hubiera existido proceso de paz con las Farc.
Las disidencias, por lo pronto, en poco más de mil guerrilleros, permanecen en varios departamentos, desde Cauca, Putumayo y Nariño, hasta la frontera con el Brasil, por Guaviare y el Vichada. De acuerdo con uno de los disidentes que actúa en esas zonas, en una entrevista a la AFP, ellos se sienten “traicionados” por la cúpula de las Farc y seguirán reclutando hasta lograr mayor influencia.
El negocio de la coca, en pleno auge desde que se dejó la estrategia, en 2013, cuando se había logrado reducir el fenómeno a 45 mil hectáreas, se mantiene como uno de los grandes retos colombianos, inclusive después de que se constatara la siembra de 188 mil hectáreas. Las disidencias de las Farc son, por supuesto, elementos determinantes en esas circunstancias. Que se sepa, de otra parte, las Farc desmovilizadas se han abstenido de enfrentar la situación, por lo cual algunos hablan de que las disidencias son su retaguardia estratégica.
La recuperación del territorio por parte del Estado ha sido, a no dudarlo, uno de los grandes fracasos en el llamado posconflicto. Por el contrario, lo que a todas luces se vislumbra es un nuevo conflicto que, en parte asentado en las disidencias de las Farc, crece cada día más y, lo peor, de modo vertiginoso.
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