Confirmado: todo tiempo pasado fue mejor: Las crisis ministeriales de antes resultaban más atractivas que las de ahora.
Antes, la renuncia masiva de un gabinete alteraba la tranquilidad en todas las redacciones periodísticas. Por estas calendas la noticia parece normal. Desde el director hasta el editor y el redactor político toman la cosa con calma, sin aspavientos. No hay por qué despelucarse.
Una prueba de que la crisis ha perdido peso como primicia la dio el lunes, a las 7 de la noche, el Canal RCN, que prefirió abrir su emisión con la noticia de la adjudicación del chance, en Sucre, a “La Gata” y pasó a un segundo plano el remezón ministerial santista.
Evocando a un grande. Las crisis ministeriales más sonoras de los tiempos del Frente Nacional eran las que provocaba el entonces presidente Guillermo León Valencia.
El Hidalgo de Paletará se inventó la “milimetría” para tratar de mantener contentos a los tres sectores en los que estaba dividido su amado Partido Conservador: les daba de a dos ministerios al ospinismo, al laureanismo y al alzatismo. Para la distribución de las carteras liberales se entendía con los primos Lleras (Alberto, su antecesor, y Carlos, su sucesor).
El doctor Valencia retrasaba la promulgación del decreto porque se divertía en grande con las cábalas de los reporteros políticos, encabezados por sus “gorilas” Iáder Giraldo, Alberto Giraldo, Camilo López y Darío Hoyos.
Aterriza Murcia. Con el paso de los años (cuando entró en receso la citada cuarteta) irrumpió en la escena del periodismo político bogotano el inolvidable colega huilense Carlos Murcia Cadena, quien hizo de la “gabinetología” toda una especialidad en su “Periscopio”, de aparición diaria en las páginas de El Espectador. Nos consta que tuvo faenas tan brillantes como aquella en la que alcanzó a adelantar el primer gabinete del presidente Lleras Restrepo, el penúltimo mandatario de la alternación. También solía pegarles a los “´palos” ministeriales, a los que salían y a los que llegaban.
Su hijo homónimo (Carlos J. Murcia), hoy en la Sección de información política de EL NUEVO SIGLO, ha sido guardián en la heredad, en la crónica política, pero su finado progenitor no ha tenido sustituto en la “gabinetología” con la que se divertían tanto sus directores, don Guillermo Cano y don José Salgar, ¡almas benditas!
Lagartos al acecho. Contaba el viejo Murcia que en tiempos de crisis ministeriales, cuando los presidentes se dedicaban a armar sus reajustes ministeriales, lo asediaban en el Capitolio muchos congresistas deseosos de dar el gran salto del Senado al Gabinete, quienes le pedían, sin sonrojarse, que los pusiera a sonar en su “Periscopio” a ver si de pronto en Palacio se acordaban de ellos y los convertían en ministros del despacho.
El único que no quería. El único padre de la patria que le suplicaba que no lo pusiera en su sonajero ministerial era el senador liberal caldense Víctor Renán Barco con el cuento peregrino, según el cual, “yo no tengo ropa para semejante investidura”.