No deja de asombrarse uno por las inesperadas volteretas que tiene la política. Hasta unas pocas horas antes de la aprobación, en primer debate, del plan de desarrollo del alcalde Petro, el grueso de los partidos representados en el Concejo consideraban el plan como irresponsable fiscalmente, inconexo, lleno de arbitrariedades y despropósitos, desfinanciado, caracterizado por un excesivo endeudamiento y por una cascada tributaria a costa de los bolsillos bogotanos.
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Colcha de retazos. No obstante lo anterior, toda esa artillería dirigida contra Petro y su plan se transformó, como por un encantamiento alquímico, en un coro de voces aprobatorias a lo que un poco antes consideraban como adefesio y despropósito. Los funcionarios que representaban a Petro, dieron el visto bueno para meter en el plan cuanta propuesta se les ocurrió a muchos concejales, sin analizar seriamente si dichas iniciativas eran posibles financieramente. De tal manera, el plan terminó convertido en una colcha de retazos, en un sartal de buenas intenciones, de las cuales, según se nos ha advertido desde niños está sembrado el camino al infierno.
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Los complacientes. Los concejales que aprobaron en primer debate el plan de Petro fueron complacientes con adefesios como el contenido en el artículo 18, numeral 4 que establece que el Distrito comprará un banco y una fiducia. ¿Para qué despilfarrar los recursos de la ciudad en esa extraña obsesión? Tampoco los concejales, transformados de críticos implacables en complacientes refrendadores del plan, le exigieron a Petro concreción en sus confusas propuestas de movilidad. Con lo aprobado, los bogotanos no veremos todavía la luz al final del túnel.
Sorprende que las mayorías del concejo sean sordas ante el clamor ciudadano que le pide al alcalde Petro que corrija el rumbo y que pase de las reflexiones teóricas a la dura y necesaria tarea de gobernar.
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Por la dignidad del ejercicio jurisdiccional. En el libro Reflexiones Judiciales, del magistrado paz quintero se puede leer un capítulo denominado los “jueces y magistrados sólo se deben expresar en los autos y en las sentencias pag 37 y 38.
Sirva lo anterior para hacer referencia a los desaciertos y necio protagonismo del presidente del Consejo de Estado, que va desde el mal manejo del tema de la reforma de la justicia, en reportaje concedido a cecilia Orozco, que bien puede considerarse como un irrespeto a sus Cares en la reforma negociada de la justicia.
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Que regrese la dignidad. Se impone que se regrese a los tiempos de magistrados con devoción, ajenos a los acaeceres políticos y de clientelismo judicial, que mucho daño le hacen a la democracia y a la justicia, la cual debe brillar con eficiencia y prontitud.
El país reclama jueces íntegros y de consagración, y no convertir la justicia en casa de beneficencia en donde la familia entera subsiste gracias al presupuesto del erario publico, como el presidente del Consejo de Estado y su esposa, magistrada de la Corte Constitucional, quienes entre los dos devengan cuarenta millones de pesos mensuales.