Por: Pablo Uribe Ruan
La violencia en la última década ha permeado el fútbol colombiano convirtiéndose en un fenómeno nacional que ha dejado decenas de víctimas.
Diferentes sectores plantearon esta semana soluciones tras la muerte de tres hinchas en Bogotá. Las más sonadas fueron el incremento en el precio de la boletería, la sanción a los equipos con la pérdida de puntos o la aplicación de procedimientos que se intentaron hace más de cuatro años en los estadios.
Olvidan que las posibles soluciones, o ya se aplicaron, como la cédula y la huella, caso de El Campín, o son parte de una salida que tiene como eje central el control en los estadios, perdiendo de vista el núcleo del problema: las peleas y las muertes en los barrios y carreteras.
Si se van a tomar medidas, que sean de fondo y no brillen por su contingencia mediática. Como se dijo una vez en esta columna, el problema está en la falta de oportunidades y el pandillismo en los barrios. Las soluciones deben ir encaminadas a brindarles a los jóvenes escenarios para la producción de proyectos a nivel comunitario.
Goles en Paz fue una muestra interesante de cómo trabajar con las barras en las localidades hasta 2009. El proyecto logró construir, en la mayoría de casos, un puente entre barristas y miembros de la iniciativa para la realización de proyectos a nivel local y pactos de paz entre diferentes grupos de cada barrio. Sin embargo, dejó de existir por falta de financiamiento.
Ojalá que vuelva. Eso sí, más vale que los mecanismos de resolución de la violencia no vayan de la mano con la creación de nuevos tipos penales, que ya empezaron a sonar. Y se entienda, de una vez por todas, que es un tema de política pública que involucra a todos los sectores.