Algo debería significar para los conservadores colombianos que partidos similares gobiernen en Inglaterra, Alemania, Francia y ahora España, en algunos casos con mayorías absolutas.
El conservatismo se refiere, básicamente, al hecho de conservar y ahí está la encrucijada. En Colombia, ¿conservar qué? El Partido Conservador participó, en sus diversas vertientes, en los debates de la Constitución de 1991 que establecieron un Nuevo Orden en el país. Muchas veces no se repara en ello, pero la verdad fue que se derogó el orden anterior y de alguna manera se verificó una revolución pacífica e institucional con ayuda sustancial de los conservadores. El mismo Álvaro Gómez Hurtado, por ejemplo, afirmó que la Constituyente debía ser omnímoda y omnipotente. Y ganó esa partida contra la idea conservadurista del gobierno Gaviria que pretendía reformas específicas y recortadas en sus alcances.
De allí, pues, surgió el Nuevo Orden que es, básicamente, lo primero a conservar. Que no significa, desde luego, parálisis e intangibilidad. Por el contrario, de todos es sabido que el proceso quedó trunco cuando se impidió que los constituyentes fueran congresistas. Se perdió el empuje, las fuerzas regresivas se volvieron a instalar con sus cargas de corrupción y a continuación se produjo el proceso ocho mil y más tarde la parapolítica, hasta hoy. Con ello, muchos preceptos constitucionales quedaron en el aire sin hacer las leyes previstas en la Constituyente. En la actualidad, en el gobierno Santos existe un ánimo permanente de reforma, pero podría hacerse aún más ajustando todo lo ordenado por la Constituyente que quedó en salmuera.
En este momento, a su vez, el gobierno Santos adelanta una gigantesca reforma al Estado, sin que el Partido Conservador se pronuncie en la materia. Por ejemplo, debería indagarse si en realidad es necesario, por lo que alcanza a vislumbrarse, que los Ministerios sean simples diseñadores de políticas y las nuevas y multibillonarias Agencias sus ejecutoras, dilatando las burocracias. El caso no deja de ser curioso cuando el mundo lo que busca es comprimir el Estado, hacerlo más eficaz y responsable, mientras que aquí, al contrario, se está expandiendo en medio de la crisis económica universal que eventualmente nos llegará. Existe, asimismo, una Agencia que ojalá no brille por su ausencia: la de Desastres, que por lo pronto debería cubrir la calamidad invernal sin resolver en muchas zonas. Pero el esfuerzo debería ser de más amplia perspectiva. El primero en hablar de ecología y cambio climático en Colombia fue Misael Pastrana. Tiene ahí el Partido Conservador un activo fijo sobre el cual trabajar.
Al mismo tiempo, el gobierno Santos ha propuesto abrir la discusión internacional sobre la legalización de las drogas. No se sabe, a hoy, qué piensa el conservatismo al respecto, pero también es sabido de todos que fue Álvaro Gómez el primero en poner el tema sobre el tapete. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el conservatismo en la materia?
Tiene, pues, el conservatismo todos los elementos para situarse a la vanguardia nacional. Es hora de salir del mutismo.