La Torre de los libros de segunda | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Abril de 2016

Por Catherine Nieto Morantes

Periodista EL NUEVO SIGLO

 

CRÓNICA. Infinidad de libros engalanan la vía de la carrera 16 con calle 8ª, en pleno centro de Bogotá, pero en aquel camino, una imponente casa esquinera con 24 balcones en madera y paredes beige, al mejor estilo republicano detiene el paso del transeúnte apasionado por la lectura.

 

Dicho lugar es una mansión de principios del siglo XX donde vivía la gente más rica del país. Allí nació Nicolás Gómez Dávila, quien es considerado de lejos el conservador más culto que ha tenido el país, y que en 2013 cumplió 100 años. “Un gran erudito, un gran pensador y muy conservador, hijo del único importador de muebles europeos en la ciudad”, según lo describe un hombre de 65 años y quien ahora ocupa este lugar.

 

Un estrecho pasillo invadido por cantidad de libros es la puerta de entrada a una verdadera catedral de lectura, que no precisamente trata de una biblioteca, sino de la librería de segunda más grande del país, la Torre de Babel.

 

Son 800 metros cuadrados, 4 pisos y 23 años  repletos de fina riqueza literaria, la cual reposa en armarios que van de techo a piso y pared a pared, así como en módulos que forman un largo laberinto que atrapa al visitante. En el mágico lugar, don Félix Burgos, fundador, dueño y lector, es quien se encarga de asesorar y negociar los cerca de 220mil títulos, con hasta 5 tomos cada uno que por el momento hacen parte de su inventario.

 

Don Félix se relacionó con la lectura desde sus 12 años, cuando estuvo en un internado en Chinácota, Norte de Santander. Por aquella época no existían elementos de distracción, por lo que comenzó a interesarse en leer. Durante 5 años, aquel hombre nacido en María La Baja, Bolívar, pero criado en Bogotá, tomó la lectura como un hábito y luego de salir de este lugar reunía monedas y compraba libros de segunda en San Victorino, los cuales una vez leía, vendía a sus amigos para poder comprar otros títulos de su interés.

 

Posteriormente continuó su vida profesional por la misma línea del comercio de libros, “yo hice tránsito de ser vendedor internacional y de mover grandes volúmenes de libros, a convertirme en un librero porque me cansé de la vida de ejecutivo, vendedor internacional haciendo 6 aeropuertos internacionales en una semana, me desgastaba dormir en hotel así fuera 5 estrellas, pero era agotador. A nivel de ejecutivos te atendían con trago y señoras,  entonces no resultó ser un mundo tan cómodo”, contó a EL NUEVO SIGLO.

 

Su última casa antes de fundar la Librería Torre de Babel fue la Oveja Negra, donde fue jefe de ventas internacionales, “yo tenía una pasión por la lectura entonces decidí montar una librería de segunda que es esta y dio la casualidad que cuando arrendé este espacio lo pensé para hacer una bodega de libros de saldo. Una editorial fracasa con una colección, uno los compra por contendedores, entonces yo venía de las ventas al por mayor entonces trabajé saldos y arrendé esta casa para vender saldos al detal y al por mayor, para el país, Centro América y Sur América”, recuerda.

 

“Empecé a comprar libros de segunda, me encantan porque a uno le llegan unas cosas espectaculares, no siempre, pero excepcionalmente llegan cosas que borran todas las revisiones de libro basura que uno tiene que hacer. Me fui aficionando, abriendo aqueles y como tenía espacio decidí comprar masivamente lo mejor de cada tema”.

 

En su interminable listado de títulos, Torre de Babel tiene libros de química, física, cocina, ajedrez, historia colombiana, eclesiástica colombiana, historias de la política social, espionaje, segunda guerra mundial, policíaca, dibujo, óleo, acuarela, acrílicos aerografía, religiosos de distintas adoraciones y crónicas bogotanas, entre muchos más, todo de sus grandes autores y los mejores temas.  

 

“Para vender hay que ser lector”

Burgos afirma que “una de las características de los libreros de segunda es que son ignorantes porque compran por kilos y uno necesita tener una mediana cultura para poder clasificar”.

 

Como en cualquier negocio, el comprador recatea precios y don Félix está ahí para ello, así como para atender a las grandes personalidades que lo visitan, “vienen magistrados, rectores de universidad, historiadores, escritores, por ejemplo Ospina el escritor, el vicepresidente Vargas Lleras, Vladdo, Daniel Coronel, Ignacio el de noticias Uno, caricaturistas. El funcionario que ves allá es de la Procuraduría. Él dura horas  escogiendo libros y viene cuando la quincena está cerca”, cuenta con jocosidad.

 

“Nosotros tenemos libros de 400, 500 años de antigüedad, tenemos una sección de mapas y documentos históricos también de 300, 400 años. En las librerías nuevas por viejos que sean no tienen 20 años, si le pides a Lerner un libro publicado hace 25, te hacen cara como de ¿qué le pasa?”.

 

Sus contenidos son nacionales, aunque en alguna ocasión tuvo un documento que tenía que ver con un espía mexicano, “tener documentos históricos internacionales sería una decepción. En una ocasión me llegó el diario de un espía mexicano durante la presidencia de Bolívar, aquí había un secretario de comercio de la Embajada mexicana en Bogotá y él era un teniente coronel del ejército mexicano que estaba espiando la evolución de la Gran Colombia y quien tenía muy claras sus recomendaciones para el gobierno mexicano, en resumen les decía no se debe promover la creación de un estado gigantesco como pretende Bolívar con la Gran Colombia porque si ya tenemos un coloso al norte de nuestras fronteras, sería un error promover la creación de otros colosos al sur de las fronteras, cuando esos dos colosos se choquen lo harán al sur. Eso hablaba el espía y lo anotó en un diario y ese diario llegó a mis manos y yo lo conserve un tiempo y luego lo vendí”.

 

Algunas obras que he tenido pueden costar incluso $25 millones, como una primera edición que tiene del Amante de Lady Chatterley, en inglés, “ese libro me llegó entre una caja de una biblioteca y ese libro vale 8mil dólares en New York, aquí son 25millones de pesos, ese es un aspecto que no tienen las librerías de nuevo”, afirma el librero.

 

La Feria Internacional del Libro es visitada por don Félix, pero tan solo para darse cuenta de las tendencias y de qué se está vendiendo, pues afirma que es una feria de libro nuevo, por lo que no la usa para surtir su negocio, sino para comprar y leer junto a  su familia.

 

El nombre de su librería corresponde a un nombre bíblico, “uno debe ponerle a su negocio nombres que la gente pueda recordar y que queden sonando. Además porque hay un pintor que quiero mucho que es Jan Brueghel, quien hizo 2 famosísimos cuadros que se llama Torre de Babel y son cuadros monumentales, eso me llamó mucho la atención”.

 

Aunque los gastos de las librerías, contrario a lo que se da en Europa, donde financian este tipo de actividad por ser de riqueza cultural y abierto al público, se dan del mismo esfuerzo monetario que sale de Torre de Babel, don Félix ratifica que con esta actividad aporta a la capacidad lingüística de las personas, para que aprendan leyendo, “con riqueza lingüística son las personas que triunfan”.