La tendencia se confirma: Trump y Clinton ganaron | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Abril de 2016
En el tercer y último Súper Martes Donald Trump volvió a arrasar y Hillary Clinton, quien no fue tan contundente como el multimillonario, se impuso frente a un Bernie Sanders que le robó el triunfo en Rhode Island. 
 
A pesar de las contundentes victorias,  ambos candidatos aún no se aseguran la nominación presidencial. La tendencia demuestra que Trump, pese a contar con 925 delegados a su favor, no llegará al número mágico: 1.237 delegados, que necesita para ser elegido sin que se convoque una convención abierta republicana.
 
Al final de la noche, Donald Trump ganó 90 delegados en total por un amplio margen en Connecticut, Delaware, Maryland, Rhode Island y Pensilvania, dejando a Ted Cruz rezagado al segundo lugar.
 
El magnate habló desde su sede en Nueva York, rodeado de un enorme grupo de seguidores. Se refirió a Kasich y Cruz burlándose, a su manera, de sus resultados. Y anotó la importancia de rearticular el tratado nuclear con Irán. 
 
Finalmente fijó su mirada, su voz y sus esfuerzos en Hillary Clinton, a la que calificó como una “estamina” sin fuerza, cuyo esposo firmó “el peor tratado, el nafta”.  Así comenzó, como era de esperarse, el cruce de improperios y descalificaciones entre ambos candidatos. 
 
Lejos de obtener el cotizado número de delegados, días atrás Cruz y el también precandidato John Kasich sellaron un pacto buscando frenar al magnate. Coincidiendo en lo inconveniente que sería la nominación de Trump para el partido, estipularon que Cruz no irá a las urnas en Nuevo México y Oregon, al tanto que Kasich desistirá de ello en Indiana. 
 
Estas tres elecciones tendrán lugar en mayo cuando la carrera por la nominación esté por concluir. Si bien el potencial electoral de aquellos estados es mediano, cualquier cambio en la repartición de delegados perjudica, como a ningún otro, a Donald Trump, quien llegaría a la convención republicana en julio sin lograr el número mágico y con el establecimiento del partido en su contra. 
 
Desde 1976 no se celebraba una convención abierta, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Gerald Ford, se enfrentó al gobernador de California, Ronald Reagan, quien surgía como una figura nueva dentro del partido y llegaría  a la Casa Blanca cuatro años después.  
 
La idea de una convención abierta cada vez toma más fuerza.  Se trata de un escenario partidista donde los superdelegados, aquellos elegidos automáticamente por su condición de ex funcionarios o ex titulares de un cargo electo, votan las veces que se necesite hasta alcanzar el número mágico. 
 
El votante de color
 
Los demócratas viven una elección que si bien está lejos de ser un mano a mano, es un poco más reñida, teniendo en cuenta los sondeos de los últimos meses, incluyendo una posible convención, en los que Clinton le saca  a Sanders tan sólo 5 puntos de diferencia. 
 
La candidatura de la ex Secretaria de Estado a lo largo de las primarias ha tenido altibajos. En diferentes  momentos los escándalos que la rodean han puesto en duda sus calidades para ser elegida como candidata presidencial. Sin embargo, ha salido adelante y hoy, a seis semanas del cierre de las primarias, es la clara favorita de su partido para suceder a Barack Obama.
 
Su favoritismo se debe, en gran parte, al apoyo que ha logrado de determinados sectores poblacionales, en especial, de la comunidad afroamericana que en cada estado le ha dado su espaldarazo. 
 
Esa tendencia, como ocurrió en Nueva York, se confirmó en las primarias de Pensilvania, donde la población afroamericana le dio el triunfo a Clinton, con la venia, por supuesto, de otros grupos poblacionales. 
 
Aunque Sanders, quien no da su  brazo a torcer, ganó en Rhode Island, demostrando que seguirá hasta el último día de la carrera por la nominación, no podrá tener oportunidades de llegar a la Casa Blanca, pero representa un fenómeno que vive en cada rincón de Estados Unidos y no quiere renunciar a ese sueño de tener un país más socialdemócrata. 
 
Los demócratas, como en el bando republicano, también se verán obligados a celebrar una convención abierta, para elegir a su candidato a la presidencia, que necesitará el respaldo de 2.383 delegados y superdelegados. Al contrario de Trump, Clinton parece tener el camino más fácil al contar con la mayoría de superdelegados. 
 
En el campo republicano las cosas son muy similares. Trump, pese a ganar en la mayoría de estados, tendrá que enfocar su campaña en convencer a los superdelegados. Ellos pertenecen, en su gran mayoría, a las bases del partido, que suelen alejarse del discurso del magnate. 
 
¿Cómo podrá convencerlos? Acercándose al discurso clásico republicano y alejándose de la polémica. Un gesto que se puede entender como el principio de este cambio, es el nombramiento de su nuevo jefe de campaña, Paul Manafort,  pieza fundamental en anteriores campañas republicanas y quien reemplazó al polémico Corey Levandowsky, conocido por golpear a un contradictor de Trump en un mitin político. Pero tendrá que dar otros pasos. 
 
Clinton, por su parte, navega por aguas tranquilas y directas a la nominación. Tiene la mayoría de superdelegados a favor y le saca una extensa ventaja a Sanders. Su única desventaja es parte de su pasado y, para algunos, el peso del legado de su marido, Bill Clinton. De resto, todo está a su favor para que se convierta en la candidata presidencial demócrata y primera mujer en aspirar a la Casa Blanca.