La sociedad postconflicto (III): dimensión del bienestar de la nación y la paz | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Febrero de 2015

El evidente atraso en el bienestar general de la población colombiana obedece en gran medida, primero, a la existencia de una extrema dicotomía entre la generación del producto social, su apropiación y su distribución y, segundo, a la prevalencia de métodos primitivos y violentos que la sociedad colombiana ha preferido utilizar para resolver brutalmente la dicotomía o contradicción entre eficiencia y equidad, sin ningún éxito. Primera parte de la tercera y última entrega de esta serie de ensayos

Por Jairo Morales Nieto

Especial para EL NUEVO SIGLO

En dos escritos previos publicados por EL NUEVO SIGLO nos referimos a la dimensión cultural y a la dimensión generacional de la paz. En esta ocasión hablaremos del bienestar de la nación y la paz como la tercera dimensión clave de la trilogía conceptual que estamos intentando construir sobre la sociedad postconflicto.

Este breve ensayo lo he estructurado en cuatro partes. Primero haré algunas precisiones sobre el concepto del bienestar de la nación; luego conectaré este concepto con el tema de la paz en Colombia; en seguida, orientaré la discusión a la pregunta de cómo la paz puede contribuir a elevar el bienestar de la nación y asegurar una convivencia civilizada entre los colombianos.

Por último, haré referencia a un grupo de sociedades modernas que inspiran modelos de paz y bienestar a seguir. Debo anticiparle al lector que este escrito es una súper simplificación de complejos y profundos temas filosóficos y éticos asociados al origen del pensamiento económico moderno y por tanto nuestra discusión deja una infinidad de cabos sueltos. Pero pienso que ello no es un impedimento para hacer una conversación periodística sobre importantes cuestiones de interés nacional.

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¿Qué es el bienestar de una nación?

En este texto, cuando nos referimos al bienestar de la nación lo haremos como lo concibe la filosofía y la economía política moderna (conocida como la economía del bienestar). Según este campo del conocimiento, ‘el bienestar de la nación’ se alcanza cuando se iguala el logro económico de la sociedad (medido por la eficiencia) con la equidad en la distribución de ese logro entre todos sus miembros (medida por la distribución del ingreso personal).

En términos más desglosados, el mayor nivel de bienestar de una nación ocurre cuando el incremento de la eficiencia en la generación del producto social, representada aquí por el símbolo algebraico (∆e), genera, o mejor desencadena, a su vez, un incremento proporcional en la equidad distributiva del mismo producto social, representada aquí por el símbolo algebraico (∆q). El equilibrio entonces se puede expresar mediante la ecuación ∆e ≅∆q que denota una relación de retroalimentación dinámica entre ambos lados de la igualdad.

¿Este equilibrio armonioso y dinámico entre eficiencia y equidad puede ocurrir en la vida real? Pienso que sí y hay evidencia histórica para demostrarlo (como lo veremos más adelante). Sin embargo, debo reconocer que los casos exitosos son poco numerosos y más raros pues lo que ha prevalecido a lo largo de la historia económica tanto del lado del capitalismo como del lado del socialismo real es una tendencia a establecer una relación asimétrica entre los objetivos de eficiencia y equidad.

En el caso de las sociedades capitalistas, la asimetría se expresa como ∆e > ∆q, que denota un rendimiento tendencial mayor de la eficiencia del capital y uso de los recursos productivos frente a un crecimiento tendencial menor en la equidad distributiva del logro económico. (La discusión moderna sobre este viejo dilema de la economía política ha sido reabierta en buena hora por el profesor francés Thomas Piketty en su magistral obra El capital en el siglo XXI, sobre la cual nos referiremos de nuevo más adelante).

En el caso de las sociedades socialistas (desaparecidas y sobrevivientes), la asimetría se expresa como ∆e < ∆q, que denota un crecimiento tendencial menor de la eficiencia en el uso del capital y recursos productivos frente a un crecimiento tendencial superior de la equidad distributiva del producto social. Hacemos énfasis en que el movimiento es tendencial pues se trata de procesos direccionales de muy largo plazo.

En ambas sociedades, capitalistas y socialistas, la asimetría entre eficiencia y equidad representa pérdidas netas en el bienestar de las naciones. En el caso de las sociedades capitalistas, los grandes beneficios del progreso económico lo disfrutan unos pocos poseedores del rendimiento del capital y recursos productivos mientras la gran mayoría de la población se queda por fuera del goce parcial o completo de los beneficios sociales. También hay pérdidas netas de bienestar cuando las sociedades privilegian las fórmulas distribucionistas del producto social en pos de la equidad -entendida aquí como igualitarismo- por encima del logro de mayor eficiencia en el uso de los recursos productivos y del capital creando un desestimulo a la generación de la riqueza, empresarialidad e innovación tecnológica, produciéndose al final un empobrecimiento colectivo.

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El bienestar de la nación y la paz

Un lector impaciente se preguntará, bueno y toda esta discusión ¿qué tiene que ver con la paz en Colombia? Es simple, pero excelente pregunta. No dispongo de las apabullantes series estadísticas que compiló el profesor Piketty para sostener sus tesis sobre las contradicciones entre el crecimiento del retorno al capital y la distribución del producto social en la mencionada obra sobre El capital en el siglo XXI (que tanto fervor ha despertado en Colombia y en el mundo), pero por simple extrapolación de su análisis y conclusiones y por observación de la contabilidad nacional sobre la participación de los ingresos de capital y los salarios en el producto nacional y otras estadísticas sobre la distribución del ingreso y la propiedad en Colombia y su evolución, uno puede adelantar la hipótesis de que el evidente atraso en el bienestar general de la población colombiana obedece en gran medida, primero, a la existencia de una extrema dicotomía entre la generación del producto social, su apropiación y su distribución y, segundo, a la prevalencia de métodos primitivos y violentos que la sociedad colombiana ha preferido utilizar a lo largo de su historia para resolver brutalmente la dicotomía o contradicción entre eficiencia y equidad, sin ningún éxito, desde luego.

Hablamos de dicotomía pues en ciertos momentos, uno hasta piensa que no solo ha existido asimetría sino que la ecuación podría representarse de la forma ∆e ≠ ∆q que denota la existencia de no-relación entre el crecimiento del producto social y su distribución. Esto es muy probable, pues aparte de algunos programas gubernamentales bien intencionados para mejorar la distribución de la propiedad rural y aliviar la pobreza, el país no ha tenido una verdadera política económica de bienestar que establezca una relación de causalidad entre las dos variables y busque en consecuencia reducir estructuralmente las asimetrías. En otras palabras, lo que ha imperado en Colombia es la proclama más rústica del capitalismo temprano de ‘sálvese quien pueda y como pueda’. Ahí, ciertamente podemos encontrar uno de los orígenes de la violencia secular en el país.

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¿Se puede superar la dicotomía?

Comparto plenamente la tesis del profesor Piketty y sus consecuencias, pero más importante para mí -en el contexto de la transición de Colombia hacia la paz- son las recomendaciones que hace el autor para franquear las asimetrías y acercarnos a una relación más equilibrada entre el retorno del capital y la distribución del producto social entre todos los miembros de la sociedad.

El profesor Piketty habla de una serie de fuerzas convergentes que hay que identificar y usar para contrarrestar las fuerza divergentes que agudizan las asimetrías. Las tres grandes fuerzas convergentes para reducir distancias y disparidades son: voluntad y compromiso político; una inteligente política fiscal; y, una fuerte inversión en conocimiento, innovación y tecnología.

El profesor Piketty ha escrito su monumental obra no para engrosar los anales de la historia del capitalismo sino fundamentalmente para contribuir a re-direccionar el rumbo de las sociedades de mercado modernas mediante compromisos sociales y políticas públicas que contribuyan a reducir las contradicciones. Por eso me gusta mucho el pensamiento ‘Pikettiano’, si se me permite adjetivarlo de esa forma, porque es esencialmente hermenéutico y no contemplativo, en el sentido de que sus análisis e interpretaciones, más que recrear el intelecto de académicos y políticos, buscan incidir en las decisiones públicas y en la transformación social.

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¿Cómo reducir la dicotomía en el caso colombiano?

Uno de los grandes obstáculos en el bienestar de nuestra nación ha sido el conflicto armado secular que hemos padecido en los pasados sesenta años pues la exagerada inversión sostenida en gastos militares (3.3 por ciento en promedio del producto social), al final ha ido en detrimento del logro de una mejor equidad distributiva del producto social.

Afortunadamente, todo parece indicar que este capítulo lúgubre de nuestra historia va a tener un fin pronto. Es un bondadoso regalo que nos hace la historia que debe servirnos para enderezar el rumbo de nuestra sociedad, Estado y mercado y por sobre todo para resolver en forma civilizada la dicotomía entre eficiencia y equidad y así elevar el bienestar de la nación.

Si el fin del conflicto armado insurreccional nos ofrece la posibilidad de sostener tasas de crecimiento sostenido del producto social por encima del 5.0 por ciento (∆e ≥ 5.0%) y, si el decrecimiento gradual de los gastos militares (por los efectos del dividendo de la paz) más otras fuentes de recursos para la paz, se transfieren para mejorar la equidad distributiva del producto social, pienso que Colombia empieza a abrir la puerta del bienestar de la nación para hacer de la igualdad ∆e ≅∆q un objetivo nacional.

Ciertamente, la igualdad entre eficiencia y equidad no es el resultado automático de un acuerdo de paz y de la voluntad gubernamental por la reconciliación. Es el resultado de algo más trascendental. Haciendo una adaptación criolla de las 5 recomendaciones del profesor Piketty sobre el uso de las fuerzas convergentes para corregir las asimetrías, pienso que los colombianos deberíamos pensar, al menos, en las siguientes acciones estratégicas para el cambio:

·Alcanzar un acuerdo y compromiso político fundamental entre todos los poderes públicos, los poderes económicos y las fuerzas de la sociedad civil sobre la trascendencia de la paz y la necesidad de enfrentar a fondo los factores histórico-estructurales inherentes al conflicto armado y a la dicotomía entre eficiencia y equidad;

·Introducir el enfoque normativo e instrumental de la política de bienestar como parte integral de la política económica de modo que ayude a incrementar la eficiencia en la generación del producto social y a la vez incremente la igualdad en la distribución del ingreso y las oportunidades sociales en el país;

·Emprender reformas estructurales que le permitan a la población tener acceso a la propiedad de los recursos productivos y fuentes de capital de manera que se aumente el número de propietarios de capital, el número de empresas y empresarios y se incremente el empleo, los salarios y, en general, los rendimientos sociales para distribuir entre toda la población;

·Implementar una política fiscal inteligente (impuestos y gastos) orientada a reducir las dicotomías entre eficiencia y equidad en el mediano y largo plazo. Esto debe ocurrir, por un lado, mediante un sistema impositivo progresivo que imponga más tributos a los que más tienen y, por otro, mediante un sistema de gasto público pulcro, transparente y eficiente que asegure que los esfuerzos tributarios no se pierdan en el camino (aludiendo a la metáfora de A. M. Okun sobre el balde roto) debido al pago de favores políticos (‘mermeladas’), a la corrupción administrativa pública asociada delincuencialmente con agentes del mercado (carruseles, fraudes, evasión de impuestos); incompetencia gubernamental (improvisación, malas políticasy decisiones); y a la precariedad técnica y financiera de los proyectos de inversión, etc., factores todos que a la larga evaporan por completo los beneficios de cualquier sistema impositivo moderno.

·Emprender una gran transformación en la formación del capital humano mediante la educación, transferencia tecnológica e innovación. Esto significa construir el bienestar da la nación sobre la base de la economía del conocimiento que ofrece la ventaja de satisfacer el requerimiento de la eficiencia a través de mayor productividad de los factores de producción y a la vez cumplir el requisito de mejorar la equidad a partir de la inversión en educación que es necesaria para aumentar la productividad y elevar las condiciones de vida de la población.

La lista de fuerzas convergentes puede ser más copiosa si se agregan otras consideraciones de política económica pero creo que es suficiente para comprender el gran reto que tenemos los colombianos para vivir mejor y ser felices socialmente en la era de la sociedad postconflicto.

Nota: segunda parte de este artículo en próxima edición dominical.

* Doctor en Economía. Experto Internacional en Paz y Desarrollo. Ciudad del Cabo, Suráfrica. Febrero, 2015. jairo@inafcon.com