La primera noche con Pisarenko fue un suceso | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Febrero de 2015

Por Emilio Sanmiguel

Especial para El Nuevo Siglo

Tuvieron  toda la razón las directivas de Colsubsidio en trasladar la Serie Internacional de Grandes pianistas, de la mañana del domingo a la noche del sábado, pues poco faltó para que agotara el aforo de la sala en el concierto inaugural el pasado 31,  con la presentación del ruso Viltaly Pisarenko. Es un hecho que el tráfico es un infierno, toda la semana, también el sábado y ni hablar de la mañana del domingo con el cierre de avenidas por cuenta de la ciclovía. Así, pues, todo parece indicar que la decisión fue sabia.

El público, o lo que queda del público musical de Bogotá, disfrutó de un recital francamente de excepción. No se trata de ensañarse con el lastimero Jet-Se criollo y sus grandes protagonistas, pero su incursión en la vida musical ha sido nefasta para la cultura. La Serie Internacional debe ser tan <seria> que, óigase bien, ni uno sólo de los protagonistas del famoseo local asomó sus narices el sábado pasado por Colsubsidio y, desde luego, los fotógrafos de las revistas brillaron por su ausencia.

El asunto tiene, claro, una explicación: los precios están al alcance del melómano promedio y los figurones de la vida social, si el costo de localidad no es de dos, tres o cuatro cientos de miles de pesos ¡ni lo piensan!

El recital

Vitaly Pisarenko entró al escenario con cierto aire de discreción; se instaló en el piano y en cosa de un par de segundos quedó clara su jerarquía cuando tocó los primeros, y apasionados compases del Scherzo nº 1 en Si menor  de Chopin,  porque  decidió no abrir con una explosión de sonoridad, sino con una cierta mesura; más adelante hizo gala de su capacidad de canto en la sección central.

Enseguida el Nº 2 en si bemol menor y luego la Balada en fa mayor,también de Chopin, partituras que, no nos digamos mentiras, no están al alcance de todos los profesionales del instrumento, porque exigen, además del dominio y fortaleza que exhibió Pisarenko, la sensibilidad, la capacidad colorística y, sobretodo, el control del pedal, que bien decía un gran maestro, es ¡el alma del piano!

La primera parte cerró con la Sonata nº 14 en do sostenido menor op. 27 nº1 de Beethoven, sí, Claro de luna. Un leve rumor de aprobación se oyó en la sala cuando el ruso tocó los primeros compases de una de las más populares composiciones de Beethoven,  porque efectivamente lo hizo llevado de la mano de Dios, qué uniformidad en el ataque, de nuevo qué control del pedal, qué sutileza para permitir que los armónicos del arpa inundaran la sala; cuánta claridad con cierta nostalgia en su recorrido del segundo movimiento y, luego, en el tercero, la explosión absoluta de toda su artillería pasional en el Agitato.

Para la segunda parte escogió los dolorosos, muy difíciles y, de paso, muy evocadores Études Tableaux, op. 39 de su compatriota Sergei Rachmaninov. Los tocó soberbiamente. Se trata de una colección de altísimas exigencias virtuosísticas; bueno, al fin y al cabo son estudios, y como tal demandan altísimas dosis de técnica, pero también la serie encierra dolor, melancolía y algo de rabia por las circunstancias en qué fueron concebidos: el peligro estriba en que la conjunción de pasionalidad y sonoridad se conviertan en una trampa mortal… en la que no cayó Pisarenko. No hay duda de que conoce el complicado estilo de Rachmaninov, porque sin evadir su expresividad ni hacer de lado la resolución de los problemas técnicos, logró la transparencia en el sonido, es decir, hizo de ellos la mejor música.

Un milagro en el último momento

Un  solo encore regaló el ruso al auditorio. Pero me atrevo a creer que está todavía flotando en el aire del teatro: un Preludio de Bach, tocado en los límites mismos de la perfección, otro tipo de aproximación al sonido del piano, un verdadero milagro del dominio de eso que antiguamente llamaban el touché, la evidencia absoluta de que el alma, y el cerebro del artista sí están directamente conectados a las cuerdas del arpa.

Que un concierto grandísimo, como este del pasado sábado, se remonte en el último momento a otra suerte de esferas, es cosa fuera de serie. Ocurrió hace 30 años en la, entonces muy vital, sala Luis Ángel Arango con el debut de Ivo Pogorelich que era entonces el pianista <de moda>: luego de un programa con obras de Schumann, Chopin y Prokofiev, el encore fue una Sonata de Scarlatti, cuya etérea sonoridad guardaron los presentes muchos años en la memoria. Pisarenko lo hizo con Bach…

Cauda

Esta noche el turno es para el también ruso Alexandre Moutouzkine¸ quien ya ha sido aplaudido en Series anteriores. Su programa incluye la Suite francesa nº 5 de Bach, la transcripción de Rachmaninov de la Partita nº 3 para violín de Bach, su propia paráfrasis de 3 escenas del Pájaro de fuego de Stravinski y en la segunda parte la colección completa de <12 Estudios op. 25 de Chopin… ¡Esto promete!

 

VITALY PISARENKO regaló al auditorio un solo encore, un Preludio de Bach tocado en los límites mismos de la perfección