Es claro que con un gobierno que se acerca a la mitad de su mandato y con la expectativa de la reelección a bordo, los espacios para quienes no están con el Ejecutivo o quieren emular con él son cada día más claros, más aún porque está demostrado que la opinión pública no está necesariamente cómoda con el unanimismo ¿Quiénes podrían hacerle contrapeso político, electoral y programático a la Casa de Nariño?
Hace dos años por estas fechas el país se aprestaba para la primera vuelta presidencial. Hoy el escenario es completamente diferente, aún sin aterrizar por completo y con alternativas diversas saliendo avante. No como personas, específicamente, sino como espacios políticos todavía sin cubrir.
En efecto, cerca de la primera vuelta se sabía que los entonces candidatos Juan Manuel Santos y Antanas Mockus clasificarían a una segunda. La expectativa por Mockus era de marca mayor, pues encabezaba el denominado Partido Verde, que se presentó como una alternativa fresca y caudalosa en el teatro colombiano. Todo ello resultó efímero. Y visto en perspectiva, fue flor de un día.
Se pensó, en su momento, que los Verdes, bajo la batuta de Mockus, Fajardo, Garzón y Peñalosa, se mantendrían al margen del Gobierno, como entonces lo dijeron, y que respaldarían lo bueno y criticarían lo malo, según dejaron entrever. El reto, sin duda, era mayúsculo, tanto que, perdida la segunda vuelta, en todo caso conservaban más de 3 millones y medio de votos que catapultaban ese Partido como el segundo de la Nación. Inclusive, habían logrado representación parlamentaria, que se creyó iría a descollar como bancada coherente e imaginativa. Se pensó, pues, que en cierto modo allí se inauguraría algún tipo de oposición reflexiva, sabido que el nuevo grupo era una mezcla de académicos, tecnócratas, antipolíticos y sindicalistas. Hoy en el Congreso apenas existen individualidades que se han destacado por su propia cuenta, pero los Verdes no son lo que se esperó podrían llegar a ser. Es más, en menos de un año respaldaron al Gobierno, sin acceder aún hoy a Ministerios, Embajadas o Consejerías, de suerte que eso que hace dos años causó una emoción política inusitada languideció como las olas en el mar. En efecto, la entonces denominada “ola verde” sufrió de excesiva emotividad y poca estructuración.
Se entendió, en ese instante, que no se matricularían específicamente en la oposición, aunque dejaban esa puerta abierta, porque la atención se dedicaría exclusivamente a constituir el Partido, con sus cuadros y estructuras, hacia el futuro. Para ello dijeron que el escenario de las elecciones regionales tendría en ellos la mejor opción. Es decir, una oportunidad inigualable para consolidar el Partido Verde.
Por el contrario, las elecciones regionales fueron motivo de discrepancias y todo el torrente de la ola presidencial se difuminó en un abrir y cerrar de ojos. Apenas quedó en el aire el nuevo gobernador de Antioquia Sergio Fajardo, distante del proyecto, y el retiro de Antanas Mockus como candidato a la Alcaldía de Bogotá, como su posterior respaldo a Gina Parody, dejó el Partido en la orfandad. A su vez, la coalición entre Enrique Peñalosa y Álvaro Uribe desdibujó la plataforma Verde, mientras Lucho Garzón alcanzó a ser tocado por las investigaciones fiscales de la calle 26, lo que le restó entusiasmo. De este modo, ya no hubo Oposición, entendida como una reflexión de los asuntos públicos nacionales por quienes tenían evidentes credenciales para ello, tanto en cuanto podían oponer su programa al del presidente Santos, sino que optaron por entrar a la coalición gubernamental, sin mayores impactos.
Oleadas de la misma naturaleza que la de los Verdes, como la de los universitarios hace unos meses, no encontraron recibo alguno en ellos, de suerte que ese espectro político quedó vacío mientras que, asimismo, la reforma educativa vive el sueño de los mortales.
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Si los segundos, después del presidente Santos, con sus millones de votos en la segunda vuelta, renunciaron a su defensa y acrecentamiento, igual pasó con los demás.
Cambio Radical, en cabeza del candidato presidencial Germán Vargas Lleras, obtuvo la tercera votación, con su campaña en ascenso hacia el final. Con esa buena exposición electoral y básicamente sobre el argumento de que su programa fue reconocido como el mejor por los analistas, Vargas Lleras señaló la posibilidad de mantenerse por fuera o ingresar en la coalición gubernamental. Santos, quien hábilmente fue recaudando respaldos entre la primera y segunda vueltas, puso la mira en él y en principio lo pensó como Ministro de Defensa. No obstante, al filtrarse esa posibilidad voceros del denominado “uribismo” pusieron el grito en el cielo, pero Santos mantuvo la oferta, esta vez en el Ministerio del Interior y de Justicia.
De inmediato, Vargas Lleras se situó como motor del Gobierno, se convirtió en el ministro estrella a través de múltiples reformas y sólo en la semana que termina fue trasladado al Ministerio de Vivienda, para impulsar un ambicioso proyecto de 100.000 casas gratuitas para los mas pobres.
Antes que cualquier eventualidad de oposición, o simplemente de espera, Vargas Lleras, pues, se ha convertido, desde la posesión de Santos, en el baluarte gubernamental. Fue él, precisamente, uno de los motivos para que el “uribismo”, que lo había graduado de enemigo, tomara reservas frente a la Administración Santos.
Durante ese tiempo, a su vez, Santos fue retirándose del “uribismo” en cuanto a representación gubernamental. Si bien, al comienzo, puso un uribista, de origen liberal y moderado en el Ministerio de Defensa, para aplacar los ánimos, en cabeza de Rodrigo Rivera, a poco lo cambió por un ministro de cuño santista, Juan Carlos Pinzón, recibido favorablemente por la opinión. En esta semana, por su parte, rompió otro vestigio uribista, esta vez conservador, por ser la cuota de Andrés Felipe Arias, anunciando la intempestiva renuncia de Beatriz Uribe. A esa Cartera pasó Vargas Lleras y para reemplazarlo en el Ministerio del Interior Santos procedió de igual manera a lo hecho con Juan Carlos Pinzón, en la figura de Federico Renjifo, santista desde que el actual Presidente apenas registraba en las encuestas.
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Por su parte, el Partido Liberal, luego de quedar último en la primera vuelta presidencial, tenía por anticipado claramente definido que no se mantendría por fuera del poder luego de doce años de oposición y abstinencia. Esperó a la creación de las nuevas Carteras de Justicia y Trabajo, y en ellas Santos nombró a Juan Carlos Esguerra y al hasta entonces jefe Único del Partido Liberal y ex candidato Rafael Pardo, respectivamente.
Previamente, ya había aliviado las cargas con la modificación de la terna para la Fiscalía, con tres nombres liberales. Vivianne Morales salió designada, pero renunció al cargo luego de que el Consejo de Estado anulara su elección por supuestos errores procedimentales de la Corte Suprema de Justicia. Santos mantuvo la terna liberal en su reemplazo, de la que recientemente fue escogido Eduardo Montealegre.
En las últimas encuestas, precisamente, se observa que la principal preocupación de la ciudadanía está en el desempleo. Con la Cartera respectiva recién creada, la responsabilidad de modificar esa percepción recae en el Partido Liberal. El hecho, en todo caso, es que el liberalismo ha intentado presentar a Santos como un hombre de ideas liberales a fin de producir una eventual unión en torno a él.
Descartada, evidentemente, la oposición, en varias ocasiones se ha pretendido la unión del oficialismo liberal con Cambio Radical y sectores del Partido de La U. La realidad es que ello no ha cuajado. Santos mantiene su idea de la Tercera Vía y Vargas Lleras, la figura prevalente de origen liberal, no actúa en el Gabinete a título partidista, ni siquiera de su propia cauda, sino como un funcionario eficaz.
La U, por su parte, no ha podido definir si está con su genitor Álvaro Uribe o con su fundador Juan Manuel Santos, y se mantiene a la expectativa. Uribe ha dejado en claro que La U no tiene porqué interpretarlo, dejando al Partido libre de su dirección, pero de suyo Santos tampoco los tiene sólidamente consigo, salvo por la sabida acción parlamentaria de estar cerca de la sombra burocrática que más lo cobije.
Frente a ello, el hecho es que La U en la próxima legislatura contará con las Presidencias de Senado y Cámara. De alguna manera los parlamentarios han logrado, en medio del cruce de fuegos, mantener el juego de estar con Uribe y con Santos, mientras estos se distancian cada vez más, pero no lo que in pectore les sería más fácil: la conjunción de los dos líderes, evidentemente en orillas opuestas. Como se dijo, mientras Santos incorpora más de sus militantes en los cargos claves del Gabinete, Uribe explica reiteradamente que no tiene ningún interés burocrático.
De otra parte, dentro de liberalismo aún se mantiene una pugna por los Estatutos, luego de la elección de Simón Gaviria como Jefe Único. Mientras el ex presidente César Gaviria ha hecho mutis por el foro, después de muchos años de copar titulares y liderar el debate político en muchos aspectos, particularmente en la oposición, hoy ha cedido el escenario entero a su hijo. El ex presidente Ernesto Samper, a su turno, mantiene un pie en el santismo y otro en alternativas liberales diferentes, de suerte que respalda a ciertos Ministros pero también auspicia salidas como la de Piedad Córdoba y la denominada Marcha Patriótica.
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El Partido Conservador, a su vez, que se dividió hace dos años hacia la primera vuelta presidencial, no encuentra aún resolución al tema. Santos, apoyado hacia la segunda vuelta por todos los sectores conservadores, nombró en el Gabinete a varios de este origen, especialmente a quienes lo habían acompañado en campaña o a independientes como Juan Camilo Restrepo, quien había colaborado con Sergio Fajardo. Sabido que el “uribismo” conservador tenía representación en el Ministerio de Vivienda, no se sabe si mantendrá los mismos criterios para otras Carteras, o siquiera si las va a modificar. El único cambio en la representación conservadora ha sido el de Carlos Rodado por Mauricio Cárdenas.
Mucho más allá de ello, en el conservatismo, por fuera de Santos, aún palpita la distancia del ex presidente Andrés Pastrana con el Directorio, e investigaciones como la de la Dirección Nacional de Estupefacientes aún están pendientes. Si bien el nuevo Presidente del Directorio, senador Efraín Cepeda, abrió un compás de espera a través de lo que llamó la Reingeniería del Partido, después de los malos resultados de las elecciones regionales en cuanto a Gobernaciones, no existen todavía resultados fehacientes. Está por verse, sin duda, si el anunciado Congreso del Partido Conservador, varias veces aplazado, contaría con la presencia del ex presidente Pastrana. Hasta ahora ello parece bastante remoto.
El Directorio ha tratado de señalar algún contraste dentro de la coalición gubernamental, especialmente en cuanto al fuero militar. Lejos, desde luego, está de cualquier oposición y sólo se mantiene a la expectativa del escenario político, sabido en todo caso que tiene entronques con Pastrana y Uribe.
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Precisamente, pues, el único ex presidente que se mantiene políticamente vigente a diario es Álvaro Uribe. Viniendo de una situación política precaria, desde la posesión de Santos, cuando ha visto judicializar a varios de sus colaboradores más cercanos, lo que califica de “persecución política”, Uribe comenzó a tomar distancia, desde el principio, de quien se consideraba su sucesor incondicional. Ya él, Santos, no es incondicional, tampoco sucesor. “Uribe es tema del pasado” ha dicho recientemente, dando a entender que ya no lo desvelan sus críticas.
De otra parte, sin embargo, Uribe se ha fraguado un espacio político, aún en las adversidades. En solitario, con su propio estilo, con ráfagas de twitteres o sin ellas, durante el lapso que lleva Santos de Presidente (alrededor de un año y medio), en las últimas encuestas de Ipso Napoleón Franco y Datexco, conserva una popularidad de 56 por ciento. Ello, en alguien que no tiene factores de poder, demuestra su vigencia y su capacidad política en cualquier escenario.
Hoy resulta evidente, de acuerdo con ello o no, que la decisión de Uribe, cuando sintió el viraje de Santos, era abrirse un espacio por sí propio. No le fue fácil porque, según encuestas reiteradas, la opinión pública no hacía diferencia entre él y Santos. Pero en la encuesta de Franco, la semana pasada, 47 por ciento de la opinión consideró de lejos que está situado claramente en la oposición. Era, sin duda, lo que pretendía y de ello queda claro porqué, frente a las llamadas reiterativas del Presidente para reunirse, nunca lo aceptó.
A esto se suma que 52 por ciento de los encuestados por Datexco lo siguen considerando el mejor Presidente de los últimos tiempos. Muy lejos está Santos, con 18 por ciento, y todo el influjo que supone estar a la cabeza del poder. Incluso, la suma de todos los demás Presidentes clasificados no llega a 34 por ciento.
El asunto práctico, en la materia, es si Uribe, por tanto, estaría en capacidad de arreglar las cargas y apoyar a Santos para la reelección. Uno de los hechos políticos que se mantienen en salmuera es, precisamente, si algún día Uribe se reunirá con Santos y con ello dará un guiño en el sentido anterior. La última vez que Uribe arremetió contra Santos fue en la reciente Cumbre de las Américas, a la que consideró un espectáculo de derroche. Ya antes, luego de las elecciones regionales, había acusado a Santos de no estar sintonizado con las clases populares y carecer de carisma. En el último sondeo de Franco, ese bache se observa con claridad, por lo cual seguramente Santos decidió el giro hacia una política de vivienda gratuita para los pobres, a fin de conjurar, aparte del programa en sí mismo, esa situación. Es obvio, pues, que la pugna entre Santos y Uribe estará centrada en los estratos bajos y medios.
En la encuesta de Datexco, contratada por La WRadio y El Tiempo, Santos, a diferencia del 58 por ciento de popularidad en la de Franco, contratada por RCN y Semana, llega a un índice de 65 por ciento. No obstante, y pese a este rubro, sólo 47 por ciento lo acompañaría en la reelección.
Esto significa, más o menos, que si con una popularidad de 65 por ciento, sólo 47 por ciento lo acompaña en ese propósito, con la popularidad de 58 por ciento en la otra encuesta muy posiblemente los índices para la reelección serían menores.
Según los analistas de la semana, es evidente que el presidente Santos ha dado sus primeros pasos hacia la reelección al modificar la política de vivienda. Lo que muchos no esperaban es que Uribe apareciera tan alto en ambos sondeos, menos cuando Santos lo calificaba de personaje del pasado. El problema de Uribe, claro está, consiste en que se ha abierto un espacio político, pero no tiene como aplicar esa política. No se sabe, por supuesto, qué ocurriría en caso de estar autorizada la reelección por más de dos periodos. Muy posiblemente Uribe se mantendría de alternativa política en su propia persona. Como constitucionalmente no es así, las especulaciones se han incrementado alrededor de la conducta que seguirá.
Se especula con su cabeza en una lista para Senado o la incursión en la Vicepresidencia de la República. Todo ello, ciertamente, no son mas que especulaciones, pero sin duda Uribe, en lo que queda de estos meses a los prolegómenos de la campaña parlamentaria, se encargará de estructurar alguna salida. Ya se dijo en un informe de este Diario que podría ocurrir algo similar a lo de Francia, donde la centro-derecha la obtuvo el presidente Sarkozy, mientras la derecha la mantuvo Jean-Marie Le Pen, en cabeza de su hija.
Podría Uribe sacar del cubilete candidaturas sorpresivas, con su apoyo, que hasta ahora ha insinuado podría ser el ex ministro Oscar Iván Zuluaga. No obstante, otros nombres con los que ya ha trasegado en su carrera política, como Luis Alberto Moreno y Enrique Peñalosa, o de este estilo, no podrían descartarse. Moreno, de origen conservador, ha dicho preferir su reelección en el BID, pero no se sabe qué pueda ocurrir en el 2014. Peñalosa, por su parte, se jugó con Uribe su derrota a la Alcaldía de Bogotá. Sin afiliarse al santismo, apenas musitando eventuales palabras con respecto a Petro, Peñalosa, de origen liberal y verde, no dejaría de ser una carta que podría jugar Uribe.
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Lo que es claro, en todo caso, es que Colombia no se sale del espectro del centro hacia la derecha. Por el contrario, los sectores del centro hacia la izquierda no han logrado abrirse algún espacio correspondiente. Aunque la debacle de Samuel Moreno arrasó con las posibilidades del Polo Democrático, el hoy alcalde Gustavo Petro quiso tomarse el espacio con el denominado “Progresismo”. No obstante, toda oposición de su parte al Gobierno Nacional quedó neutralizada con su aspiración a la Alcaldía. Las encuestas, además, no favorecen a su Administración y existe un nerviosismo general en el ambiente político bogotano.
De otro lado, Angelino Garzón, actual Vicepresidente, quedó neutralizado políticamente con su aspiración a la OIT. Si en principio comenzó a mostrarse como la cara centro-izquierdista de la Administración Santos, y estaba abriéndose alguna perspectiva en tal sentido, hoy no queda nada de lo que antes intentó con algún éxito. Por el contrario, ha pasado a ser una figura gris y distante entre la opinión pública. Sin embargo, conocida su cercanía con Uribe, tampoco es descartable en un escenario en el que busca urgentemente un candidato con viabilidad.
La izquierda, a su vez, sólo tiene dos figuras emergentes en el senador Jorge Enrique Robledo y la ex alcaldesa Clara López. Aún no están decididamente afiliados a la oposición, como lo estuvieron en su oportunidad con Uribe.
Evidente, no obstante, es que por todas partes en las encuestas lo que se demuestra es que hay un espacio para la oposición y que la opinión pública no está necesariamente cómoda con el unanimismo. Hasta el momento Uribe parece tenerlo claro y no va a salirse de ahí. De otra parte, la encuesta de Franco, donde el presidente Santos registra un declive consistente, ha sido acicate para que algunos comiencen a desprenderse de él. Al menos eso fue lo que quedó en el ambiente luego de escuchar uno de los últimos programas de Hora Veinte, en el que suelen medirse la temperatura y emociones de la opinión pública, donde repentinamente los cuatro analistas invitados, antes santistas, parecieron romper amarras intempestivas. Lo que no interesa como tal, sino el hecho de que las últimas encuestas han mostrado lo que subyacía sin que nadie se atreviera a diagnosticarlo. (JGU)