Gracias a la generosidad del señor rector de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín (Unaula), José Rodrigo Flórez, el Barquero tuvo la oportunidad de leer las pruebas de imprenta de la agresivísima novela La misa ha terminado, del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal la cual será presentada en Cartagena el próximo primero de febrero. Se trata de una novela desconcertante, tan bien escrita que, pese al asco que se siente teniéndola en las manos, uno puede terminarla de leer y quedarse meditando sobre la grandiosidad de la Iglesia, y el valor de sus dos herramientas fundamentales: el amor y la muerte.
El entramado de la obra. La novela está montada sobre la vida de un par de sacerdotes católicos tulueños y sobre un obispo argentino, según supo el Barquero, seguidor y admirador silencioso del senador conservador barranquillero Roberto Gerlein Echeverría, (el decano del Senado de la República), célebre por sus debates en el Congreso contra los homosexuales. La obra relata cómo el representante de Dios en la tierra persigue cual agente de las SS (la temible Gestapo de los repugnantes tiempos hitlerianos) a todos los curas aflautados de sus diócesis y en los sínodos y reuniones vocifera contra el lobby gay de la Iglesia.
Terrible radiografía. A nosotros nos parece, sinceramente, que es una novela asombrosa. Escrita en lenguaje procaz, describe actos imperdonables en el pasado inmediato, pero denunciados con tanta habilidad que a más de malditos terminan cargados de humor y hasta de lecciones de moral. Es la terrible radiografía de una Iglesia con muchos desatinos, de pecados y horrores infernales, pero que desde dentro libra su batalla para tratar de salvarse. La misa ha terminado, obliga a la hoguera, pues como decían nuestros mayores de manera sentenciosa, “la carne de cura indigesta”.
A la hoguera con ella. La obra de Gardeazábal podría ser para quemar en la hoguera teniendo como testigo al procurador general Alejandro Ordóñez Maldonado y al mismo senador Gerlein, pero lógicamente después de haberla leído de cabo a rabo. Es francamente ofensiva pero deliciosa. Degradante pero edificante. En La misa ha terminado hay páginas enteras de profunda reflexión. De ellas uno sale totalmente confundido al terminar su lectura, aunque la narración logra darnos al final un par de cachetadas literarias bellísimamente logradas.
A juicio del Barquero. Claro que también nos consume la sombra del pecado por haberla leído. Sería imposible que no nos sintiéramos pecadores porque no se nos borra a quienes creemos en Cristo encontrarlo en esas páginas impías de Gardeazábal y no haber tirado el libro a la paila mocha de donde no debió haber salido el hereje del Gardeazábal que debe consumirse con los que admiten todas estas bellaquerías.
Ya veremos que no tardarán las reacciones de la primera Conferencia Episcopal Colombiana del nuevo año y de los sacerdotes desde los púlpitos desaprobando el libro con el que cierra el 2013 el autor de Cóndores no entierran todos los días.