Lunes, 6 de Junio de 2016
En una fría noche por el típico clima capitalino, la ansiedad de tres mujeres se apoderaba de su ser, pues una sofisticada pasarela con decenas de espectadores aguardaba por ellas. El show central estaría a su cargo, no precisamente porque fueran las esbeltas modelos que exhibirían las colecciones o las animadoras de aquel evento, sino porque se trataba de un escenario mágico que cumpliría sus tan anhelados sueños.
Eran las 10:00 a. m. del 1º de enero de 1987 cuando María Dora Sánchez Zabala, de 32 años, se vio en la necesidad de salir de su pueblito antioqueño “Santa Rita de Ituango”. Este lugar donde permanecerían sus abuelos se había convertido en un sitio lleno de dolor por culpa del conflicto armado en Colombia.
La muerte de sus primos, parientes cercanos y amigos fueron las razones de peso que hicieron que la abuela de Dora le planteara la urgencia por salir del territorio. Fue allí cuando, acompañada por algunos familiares, emprendió su ida sin regreso en una avioneta que haría el trayecto hasta la ciudad de Medellín, haciendo este momento la despedida más difícil de toda su vida. Recordar a la mujer que la había criado, de melena blanca, ojos cansados y manos tiernas, es todavía el recuerdo más impactante de su pasado.
María Dora inmortaliza ciertos momentos llenos de tristeza: “Las pocas veces que recuerdo la escena en que me despido de mi abuela me pongo a llorar, no me gusta, no lo supero. Despegarme de mis abuelos a quienes amaba con el alma fue realmente impactante; en su momento, cuando nos dijimos adiós tuve una leve esperanza de reencontrarlos en algún momento, pero esto fue imposible. Años después me enteré que quemaron la casa donde viví, mis abuelos también fueron desplazados del lugar y murieron finalmente en Medellín”.
Esta mujer que logró huir de la violencia decidió enfrentar la vida y ponerse el reto de criar a sus tres hijos. Entre vender arepas, almuerzos, hacer costuras y elaborar accesorios de belleza lograba sustentar los gastos de su casa.
Dora, ya ubicada en Barranquilla, tuvo la oportunidad de conocer el programa Unidos podemos reparar a las víctimas, liderado por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, el cual logró reenfocarla en lo que sería hoy su mayor sueño hecho realidad. Con estudios y capacitaciones, esta mujer emprendedora creó su empresa de bisutería que hoy es reconocida en su región.
Este arte que Dora aprendió 20 años atrás en Santa Marta, donde ella vendía bromas, y mujeres de la playa le ofrecieron sus collares y le enseñaron la técnica que fue lo más valioso que pudo haber ocurrido en su vida; allí, ella descubrió la importancia de crear juegos de bisutería que combinaran perfectamente con el pelo, los cortes, peinados, la forma de vestir y el estilo de vida de las mujeres colombianas.
Una máquina de coser, la mejor arma
Algo similar le ocurrió a Cleiner Cabadías, quien descubrió el amor por el diseño de modas cuando a sus 15 años, viviendo en el municipio de Bojayá junto con sus padres y hermanos, sufrieron las consecuencias del conflicto en el país siendo desplazados hacia Quibdó, allí, en busca de ayudar a su familia económicamente y hacer parte de la solución mas no del problema, comenzó con su mamá como su maestra, a confeccionar los uniformes y vestidos de sus compañeras del colegio; hasta que en 2005 constituyó su empresa de moda.
“Nosotras las mujeres caemos, nos levantamos y seguimos. Mi mamá tenía su máquina, también hacía arreglos y cositas, yo empecé a hacerme mis chores, porque me fascinaba la transformación de cómo un pedacito de tela se convierte en un vestido hermoso. Montamos punto de venta, el taller y tenemos 7 personas trabajando. He recibido apoyo de la Unidad de Víctimas, que me están brindando ciertos apoyos y apenas estamos iniciando, porque mi más grande sueño es llegar a las grandes pasarelas en Milán o New York”, afirma entusiasta.
En Soacha se recompone un sueño
Por su parte, Brillit Prada Guzmán, quien vive en una humilde casa en el municipio de Soacha, Cundinamarca, fue la tercera mujer que llegó a Bogotá, así como miles de personas lo hacen a diario en busca de oportunidades de vida y de brillar.
“Empecé empíricamente, desde los 7 años sacaba recortes para las muñecas y a través de la TV seguía la farándula y tomaba modelos de las presentadoras para vestirlas. Mi emprendimiento es una idea de trabajo que quiero sacarla a flote para llevarla a cabo y hacerla realidad”, afirma con gran esperanza.
“Me llamaron de un programa que hubo en la unidad de víctimas donde recibí capacitación en confección y mercadeo, conocí dónde golpear puertas y así he ido creciendo. Mi sueño es que mi negocio sea reconocido y tenga una actitud con brillo”, destaca la mujer.
Un encuentro prometedor
María Dora, Cleiner y Brillit fueron las protagonistas de la reciente pasarela Somos Color 2016 “actitud con brillo”, evento organizado por Henkel, en alianza con la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas que además tuvo el propósito de exaltar el papel de las mujeres que han superado las consecuencias del conflicto en el país y contribuyen a la visibilización de los mensajes positivos que promueven la paz y la inclusión social en Colombia.
“Me encuentro feliz de participar en la pasarela, este es un espacio en el que las mujeres que hemos tenido historias de vida tan diferentes a los demás, podemos decir con orgullo que salimos adelante gracias a nuestro entusiasmo, emprendimiento y deseos de aportar un ejemplo a los colombianos. Allí, la moda fue un conjunto entre el cabello, los accesorios y el vestuario, haciendo que la mujer destacara sus mejores cualidades”, explicó Cabadías, quien llegó a Bogotá como invitada de honor.
Por sus historias y ejemplos de vida, María Dora, Cleiner y Brillit, fueron tan aplaudidas en Bogotá, que el retumbar de las palmas de los asistentes, asombrados por tanto talento junto, no parecía acabarse, convirtiéndolas así en las verdaderas protagonistas de la noche dentro de un importante lugar que de seguro las llevará a trascender fronteras.