Por Néstor Rosanía*
Especial para EL NUEVO SIGLO
El lanzamiento del movimiento político “Marcha Patriótica” no se limitó a la marcha del lunes en Bogotá. Este fue el evento de cierre de una jornada que comenzó el sábado 21 de abril en el Gonzalo Jiménez de Quesada. Allí se dio a conocer la plataforma ideológica y política ante más de 4.000 invitados que representaban a 1.700 organizaciones de diferentes vertientes sociales e ideológicas de la izquierda del país. También asistieron delegados de movimientos de izquierda de Latinoamérica y Europa. Sin lugar a dudas Marcha Patriótica es un rompecabezas muy complejo de entender. Primero no se catalogan como partido político sino como “movimiento político” que aspira a ser y llegar al poder.
Pese a ello su materialización lógica se podría ver en dos escenarios: el electoral de 2014, tanto así que están pensando desde ya en un candidato presidencial y hasta en aspirantes para cargos de elección popular a nivel local regional y nacional en 2015.
En este escenario político el primer interrogante es si Marcha Patriótica ocupará el espacio perdido por el Polo Democrático, que después del escándalo por el carrusel de la contratación de Bogotá se llevó como lastre el descrédito y una pérdida de credibilidad ante el electorado. Ese caudal político y electoral podría ser recogido Marcha Patriótica.
Es muy difícil centralizar y enfocar esta masa política, ya que intentar ubicar y presentar a Marcha Patriótica como una unidad indivisible sería un error total. Hay que tener claro que cada uno de los movimientos que convergen en ella representa sus propios intereses, cada uno tan particular y específico que hasta podrían contradecirse al interior de la naciente agrupación.
Por lo mismo en la marcha del pasado lunes en las calles de Bogotá se podía encontrar una variopinta de movimientos. Por ejemplo, había gentes del Chocó pidiendo la regulación de la pequeña y mediana minería; también de la comunidad LGTB hablando de los derechos de la parejas gay; campesinos del bajo Cauca exigiendo restitución de tierras; disidentes de distintos partidos políticos tradicionales así como banderas de la UP y otros grupos minoritarios o ya en declive en la izquierda; enfermos que reclamaban a las EPS por el pésimo sistema de salud…
En ese orden de ideas, la marcha lo que capitalizó a su favor fue el descontento de diferentes y variopintos sectores sociales, con el fin de ponerlos a marchar a un mismo compás en las vías capitalinas. Pero falta mucho para que funcionen como unidad política e ideológica. Ese sería el verdadero reto.
Las dudas
El segundo escenario frente a las dudas sobre la solidez y futuro de Marcha Patriótica se refiere a si sería una plataforma política para un proceso de paz.
Los voceros del movimiento político sostienen que una de sus prioridades será trabajar por una salida negociada del conflicto armado, salida que el Gobierno también le ha ofrecido a las Farc y al Eln, y que hoy nuevamente se comienza a ambientar.
El interrogante de fondo es saber si Marcha Patriótica sería una nueva Unión Patriótica, es decir si llevaría la vocería de las propuestas de la guerrilla, o, por el contrario, se mantendría como un movimiento independiente al ‘programa político subversivo’.
Es claro que el nacimiento de Marcha Patriótica como movimiento político marcó varios debates, uno de los principales el referente a su financiación. Otro se dirige al riesgo de infiltración o de participación directa de las Farc. La ex senadora Piedad Córdoba negó tales señalamientos e incluso exigió respeto cuando le preguntaron si las Farc patrocinaron o estaban infiltradas en la marcha.
Aún así la polémica no paró. Lo cierto es que dejar este tema en el aire no es sano para ninguna de las partes. Es necesaria una aclaración absoluta y ello pasaría necesariamente por el ámbito probatorio y penal. Se espera, en consecuencia, que los dirigentes de Marcha muestren a la opinión pública y, si es necesario a los organismos de control, los registros contables de la financiación de su jornada del lunes pasado. Asimismo, aquellos que afirman que la manifestación fue costeada e infiltrada por las Farc deberían de inmediato llevar las pruebas que dicen tener para sustentar estas graves acusaciones a la Fiscalía General. De no hacerlo, incurren en un delito de omisión.
Urge, entonces, la mayor transparencia en estas actividades políticas para no estigmatizar a todos los movimientos sociales como ‘guerrilleros’, pero también para evitar que la ciudadanía sea engañada creyendo que lo que se gesta son movimientos políticos legales, cuando realmente detrás de esos nuevos fenómenos están organizaciones terroristas.
Lo que es claro es que si las Farc quieren participar de la vida política del país, no pueden hacerlo escondidas y camufladas detrás de los legítimos reclamos de quienes, como en la marcha por las calles de Bogotá, protestaban por la restitución de sus tierras, por el derecho de las víctimas, por un mejor servicio de salud, entre otros aspectos. Los mismos que, a raíz de este debate sobre la posible infiltración o participación de las Farc en la marcha, ya fueron estigmatizados como si fueran miembros o afectos a las guerrillas. Los responsables de la estigmatización de las organizaciones sociales del país son las Farc, ya que lo mismo que hacen en la guerra lo hacen en la plaza pública: esconderse y escudarse detrás de los civiles. El rompecabezas se acaba de destapar, ahora el tiempo y la agenda política del país se encargará de armarlo.
* Abogado, periodista, Magíster en Seguridad y Defensa Nacionales, Director Centro de Estudios en Seguridad Defensa y Asuntos Internacionales (Cesdai).