La mala hora del partido de La U | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Julio de 2017
Redacción Política
Con dos precandidatos en contravía frente al acuerdo de paz y arrastrando el desgaste de Santos, está obligado a moverse rápido

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Paradójico. Así puede considerarse el panorama político y electoral que está atravesando el Partido de Unidad Nacional, más conocido como La U. Y es que pese a ser la colectividad que más congresistas, gobernadores, alcaldes, concejales y diputados tiene en el país, e incluso siendo el “partido de gobierno”, hoy por hoy es difusa su posibilidad de retener la Casa de Nariño e incluso podría ser una de las bancadas que más pierda curules en los comicios parlamentarios de marzo próximo.

La mayor evidencia de esta difícil coyuntura está en el hecho de que sus dos precandidatos presidenciales, el senador Roy Barreras y el exministro Juan Carlos Pinzón, figuran en el sótano de la mayoría de las encuestas, en tanto que en los sondeos sobre partidos que podrían tener la mayor votación al Congreso, La U ocupa un puesto en la mitad de la tabla.

¿A qué se debe esta crisis? Varios de sus dirigentes y no pocos analistas señalan que son cuatro las circunstancias que pueden explicar por qué a La U el panorama se le está complicando. De un lado, es evidente que luego de tres mandatos presidenciales (el segundo de Uribe y los dos de Santos) el partido arrastra un natural desgaste.

En segundo lugar es apenas obvio que la mala imagen que hoy por hoy tiene el Jefe de Estado, con índices de desaprobación superiores al 80 por ciento, y la no menos crítica calificación de la gestión gubernamental, le está pasando factura a un partido que tanto política y electoral, pero también burocráticamente, ha sido el principal soporte de estos siete años de Santos en la Casa de Nariño.

El lastre del proceso  

Un tercer elemento que explica la difícil coyuntura de La U tiene que ver con el accidentado acuerdo de paz con las Farc. Si bien es cierto que la negociación logró cerrarse tras cuatro años de tratativas en La Habana, para nadie es un secreto que el país no ha superado  la polarización al respecto y sigue dividido en defensores y contradictores del acuerdo firmado a mediados de 2016.

Prueba de ello es que el  plebiscito refrendatorio, votado en octubre pasado, dio un cerrado e inesperado al triunfo al No. Aunque el Ejecutivo y las mayorías parlamentarias acudieron a una inédita y cuestionada refrendación en el Congreso, esa maniobra lejos de allanar mayores apoyos al acuerdo con la guerrilla, lo que hizo fue profundizar la polarización.

Luego vino, en este primer semestre, un no menos controvertido proceso de implementación del acuerdo, tanto en materia de localización de tropas subversivas y su desarme posterior, como en cuanto a la aprobación de leyes, actos legislativos y decretos para poner a marchar lo pactado. Según las encuestas nada de ello contribuyó a disminuir la polarización y es evidente que el proceso arrastra un desgaste progresivo. Hitos tan importantes como la reciente culminación del desarme de la guerrilla lejos de generar un ambiente de optimismo a nivel nacional lo que terminó produciendo fue una discusión de amplio calado sobre si la subversión entregó todo su arsenal.

Siendo La U, junto al liberalismo, los principales partidos en defensa de acuerdo de paz, es apenas natural que el desgaste de este impacte a esas colectividades.

Y, por último, es innegable que los escándalos de corrupción que han rodeado en los últimos meses a este gobierno también están jugando en contra de La U, no solo porque algunos de los implicados pertenecen a esa colectividad, sino porque la mayoría de las propuestas y banderas de los precandidatos y candidatos presidenciales han puesto al “partido de gobierno” como blanco de todas sus críticas, señalándolo como una opción marcada y ciegamente continuista.

“Es sintomático que congresistas de La U lideren iniciativa sobre transfuguismo político”

Obviamente esta maniobra proselitista afecta duramente a la colectividad dado el agravamiento de la desaceleración económica, la seguidilla de escándalos de corrupción, la crisis en la imagen gubernamental, el récord de impopularidad presidencial, el ya advertido desgaste del proceso de paz, un clima social y laboral muy revuelto y otra serie de problemáticas estructurales y coyunturales que el actual Ejecutivo no ha podido solucionar de forma eficiente o, por lo menos, tangible para la mayoría de la opinión pública.

Consecuencias visibles

La suma de todo ese marco circunstancial ya descrito explica por qué hoy en La U hay mucha preocupación sobre cuál debe ser el camino a tomar, tanto en materia política como electoral. Un dilema tan creciente como urgente estando apenas a ocho meses de la cita en las urnas.

Si bien hay dos precandidatos, no hay unidad de criterios entre ellos sobre cuál debe ser la propuesta que el partido presente a la ciudadanía en pos de mantenerse en el poder. Una propuesta, claro está, más allá de Santos, su gobierno, sus logros y fracasos.

Barreras, como se sabe, es defensor a ultranza del acuerdo de paz  con las Farc y tiende a satanizar a los contradictores del mismo, tachándolos de guerreristas. Pinzón, que salió de la embajada en EU hace pocas semanas, se ha distinguido siempre por su perfil crítico del accionar de la guerrilla, incluso desde tiempos en que ocupaba la cartera de Defensa. En las últimas semanas, ya por fuera del Gobierno, ha enfatizado esas críticas, ganándose incluso una descalificación, tácita pero muy dura, del propio Santos, al tiempo que surgieron rumores sobre una salida de la colectividad para lanzarse por firmas.

Hoy esas dos posturas tienen dividida a la colectividad, porque así como algunos congresistas y dirigentes sostienen que La U debe abanderar el continuismo de la política de paz y el cumplimiento del acuerdo, otros advierten que no se puede desconocer un clima de opinión pública adverso a lo pactado y que está urgiendo ajustes de forma y fondo. En esta balanza pesa mucho que la ciudadanía ya tuvo una expresión en las urnas en el plebiscito de octubre pasado, donde se impuso cerradamente el No.

La disyuntiva de La U en torno a cuál camino coger es aún mayor porque Santos, su jefe natural, no ha realizado guiño alguno. Incluso no son pocas las voces que allí consideran que el Presidente parece más partidario de la candidatura liberal de su exjefe negociador en La Habana, Humberto De la Calle, y que estaría dispuesto a ‘negociar’ una fórmula vicepresidencial para el “partido de gobierno”.

En cuanto a los comicios para Congreso, se teme que los sectores que están por la corrección del acuerdo de paz, como el uribismo y Cambio Radical, le quiten curules a La U en marzo próximo. A ello se suma que son, precisamente, senadores y representantes de esta divisa los que están promoviendo que en el proyecto de reforma política, a discutirse después del 20 de julio, se viabilice una ventana al transfuguismo político, lo que les dejaría la puerta abierta para trastearse a otros partidos que hoy tienen mejor proyección electoral.

Como se ve  más allá de la formalidad de las declaraciones políticas de sus directivas y congresistas, el panorama para La U es nebuloso y el riesgo de perder el primer puesto en materia de representación política cada día crece más.

 

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