- Grandes retos de la mesa en Quito
- Si hay escalada violenta, todo acaba
La apertura del cuarto ciclo de negociación entre las delegaciones del Gobierno y el Eln, en Quito, se da en medio de un escenario de alta tensión e incertidumbre, toda vez que no sólo es poco lo que se ha avanzado en la discusión de la agenda temática pactada, pese a que la Mesa se instaló en febrero del año pasado, sino que el logro más importante a lo largo de los once meses, que es sin duda al acuerdo sobre un cese el fuego bilateral y temporal, que comenzó en octubre y termina, precisamente, hoy, está en riesgo de romperse o, al menos, de no poder prorrogarse de manera inmediata.
Por más que las partes, en sus últimos pronunciamientos, hayan reiterado su voluntad de seguir negociando, e incluso defendieran lo realizado en este primer tramo de las tratativas, no se puede negar que la productividad de la Mesa no ha llenado las expectativas de una opinión pública que, al tenor de las encuestas, no le tiene mucha confianza al proceso de paz con el Eln.
Como estaba previsto, el que la agenda temática tuviera entre sus primeros puntos el relativo a la participación de la sociedad civil en la negociación, como elemento fundamental para aportar insumos a las delegaciones negociadoras, terminó quitándole agilidad a unas conversaciones que, sería ingenuo negarlo, tienen un margen de acción muy estrecho por tres elementos muy puntuales. El primero, una sociedad colombiana que ha ahondado su polarización por los alcances de la implementación del acuerdo de paz con las Farc. Segundo, un Gobierno debilitado políticamente, que arrastra altos índices de desfavorabilidad sobre su gestión y la persona del Jefe de Estado. Y, tres, que la campaña presidencial ya está a pleno vapor y los principales aspirantes tienen distintas ópticas y pareceres sobre cuál sería el futuro de este proceso dependiendo de quién asuma la Casa de Nariño en siete meses.
Aunque la experiencia de las “audiencias preparatorias” que tuvieron lugar en Tocancipá (Cundinamarca), en donde más de decenas de sectores presentaron sus puntos de vista sobre los cambios que requiere el país, resultó positiva desde el punto de vista de insumos para la discusión en la Mesa, también es evidente que demoró demasiado el ritmo de las conversaciones y la concreción de los primeros acuerdos parciales sobre la agenda. Más aún porque todavía se tiene previsto que la guerrilla utilice toda esa información para ampliar sus “consultas” con la ciudadanía durante el primer semestre de este año.
De otra parte, es claro que la experiencia del cese el fuego temporal que se aplicó fue importante porque nunca se había logrado un acuerdo de este tipo con esa guerrilla, pero también lo es que hubo violaciones puntuales pero muy graves a la tregua, sobre todo en Chocó y Nariño. Violaciones que no sólo le restaron credibilidad al inédito mecanismo sino que parecieron evidenciar que no hay unanimidad al interior de esa organización subversiva respecto a mantenerse o no en el proceso. Por igual, sigue como telón de fondo la controversia en torno a si el Eln cumplió o no la promesa de liberar a los secuestrados.
Destrabar el ritmo de la agenda temática es tan importante como prorrogar el cese el fuego bilateral y temporal. Ninguno de los dos ámbitos será fácil de avanzar, más aún porque, de un lado, parte del equipo negociador del Gobierno fue renovado tras la renuncia del exministro Juan Camilo Restrepo en diciembre pasado y, de otro, los mensajes de la cúpula ‘elena’ en las últimas semanas han sido abiertamente desafiantes, dando a entender, incluso, que mantener la tregua no es una prioridad, desconociendo que si llegan a lanzarse a una escalada de ataques a la Fuerza Pública y la población civil así como a dinamitar oleoductos y otras obras de infraestructura, prácticamente estarían acabando con el poco margen de acción del proceso, más aún en medio de una campaña presidencial que tiene, de nuevo, la forma de alcanzar la paz, como tema central.
Como se ve, es mucho lo que hoy se empieza a jugar en la reanudación de la Mesa de negociaciones en Quito. Si hay voluntad de paz de la guerrilla y sabe moverse inteligentemente, es posible que logre enderezar el camino del proceso y que el próximo gobierno, sea cual sea, esté dispuesto a mantenerlo con miras a lograr un acuerdo definitivo. Si pone condiciones imposibles o se lanza a una escalada violenta, logrará todo lo contrario.