La historia se repite | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Mayo de 2012

El 23 de enero de 1952 Enrique Santos Montejo, Calibán, abuelo del actual presidente Juan Manuel Santos, escribió de manera premonitoria en su “Danza de las horas” una nota que retrata de cuerpo entero lo que 60 años después hacen su nieto y la canciller María Holguín: con castañas ajenas se ofrece una solución salomónica al conflicto limítrofe que se discute en el Tribunal de La Haya.

Aquella danza. Planteaba esta salida el muy leído Calibán: "No convirtamos el caso del islote de Los Monjes en controversia internacional. Vale muchísimo más la cordialidad con Venezuela, que este peñasco de cuya existencia no tenía noticia el 99 por ciento de los colombianos. Cedamos en nuestro derecho si lo tenemos y demostrémosle al pueblo hermano que apreciamos en mucho más su amistad que la posesión de pedazos de tierra o de roca". Lo que está haciendo el infante-Presidente no es más que serle fiel a su tradición familiar, ahora de la mano de su nuevo mejor amigo y la Canciller refrenda con sus actuaciones el regalo del Tesoro Quimbaya, través de Carlos Holguín Mallarino, en 1892, y de Los Monjes, en 1952, por parte de otro Holguín (Juan Uribe Holguín).

Réplica. En ausencia del presidente Laureano Gómez, el 26 de enero de 1952, EL SIGLO, dirigido por Álvaro Gómez y Belisario Betancur, lanzaba esta réplica al abuelo del futuro Presidente, en una sección titulada Sucesos y Lingotes, firmada simplemente por RAIN:

“El derrochador. “El columnista que regala cayos y paisajes vuelve a poner su tarjeta sobre el presente que ha hecho con Los Monjes. Sobre las rocas del Mar Caribe ha caído de nuevo el rayo de su gentileza. Es lástima que las estatuas, aquellas que funde el agradecimiento, no se puedan realizar tomando el guano como materia prima. Aquí lo alegórico sería algo más de eso mismo, tendría el aroma que le corresponde. Los hombres como Calibán, después de haber escrito tanto y tan bueno, terminan por convertirse en excéntricos caballeros. Toman las islas como si fuesen flores y las colocan con gran desprendimiento y donaire en la solapa de los amigos. Neptuno ha sido despojado de sus mares y Calibán está dando sus islas escribiendo las salmodias con su tridente.

Es innecesario que defienda la razón de sus regalos. Los príncipes solo le deben explicaciones a sus caprichos y culto a su prodigalidad. ¿Quién se atrevió a pedirle cuentas al galán del cuento cuando Salomé le ofrecía por la gracia de su danza, la tierra de Tiberíades? Nadie. Y eso que Salomé --Calibán lo sabe—pudo danzar solo sobre un ladrillo.

¡Oh, Calibán, que sacas tus regalos del elegante cofre que para ti es el mapamundi. Cuando se hayan agotado los archipiélagos, las islas y los cayos (los del mar) continúa entonces con las penínsulas. Despójate de tu tierra para que la leyenda o la historia, como a Mahoma, te tenga que enterrar en el aire!”.