La “economía del cuidado”, gran desigualdad de género | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Junio de 2012

Hace unos días se realizó el seminario  internacional “Bases para un modelo  de desarrollo con equidad” organizado por el Centro de Pensamiento Internacional Social y Económico (Cisoe). Esta es la primera y sin duda importante acción de dicho centro, fundado por tres reconocidos economistas colombianos, Cecilia López, José Antonio Ocampo y Nohra Rey de Marulanda, con el fin de contribuir al análisis de los problemas nacionales con miras al crecimiento igualitario. Nada más significativo para tal fin que la reflexión sobre el modelo de desarrollo, las políticas públicas y “la economía  del cuidado”, es decir de todas aquellas acciones realizadas en el hogar, sin remuneración, tendientes a garantizar la vida, la reproducción y la productividad de la mano de obra, en general realizadas por mujeresy sin valoración económica de la sociedad.Esta sin duda contribuye a unade las mayores desigualdades en el mundo, la inequidad de género, que afecta a más del 50% de la población mundial, las mujeres.

Mediante la economía del cuidado se da un enorme subsidio de éstas a la sociedad, a las empresas y al Estado en la realización de dichas tareas sin remuneración, que se suma a otras inequidades  de género, como acceso desigual y discriminación en el mercado de trabajo. En palabras de Boutros Ghali, citado por el ministro Rafael Pardo, la igualdad entre hombres y mujeres en el mundo es el mayor proyecto político del presente siglo. 

En Colombia la reducción de las inequidades es una tarea inaplazable. La desigualdad, calificada como pandemia de carácter mundial por Ocampo, pues ésta aumentó en las tres últimas décadas en países donde vivían dos tercios de la población mundial, entre ellos Colombia. Y aun cuando en la primera década de este siglo algunas naciones presentaron mejoras en equidad, incluidas  varias latinoamericanas, Colombia fue ajena a dicha mejoría.

La desigualdad según consenso de los expositores no sólo tiene una dimensión ética al afectar la autonomía, la libertad de elegir y los principios de justicia social para todos los ciudadanos, sino que  tiene costos económicos. Para los nobel Stiglitz y Krugman y para Raguram  Rajan, ex economista jefe del FMI, dice Ocampo, ésta fue  una de las causas de la crisis financiera internacional; el rezago de los ingresos laborales al tiempo que crecían los precios  de la propiedad raíz, determinó un  mayor endeudamiento  de los hogares, subconsumo y escasez de demanda agregada.

En materia de desigualdad de género y en particular de la “economía del cuidado”, según López, los costos para el desarrollo son grandes en términos de subutilización de recursos humanos, pérdidas de oportunidades de inversión y de demanda agregada potencial que se crearía al incorporar a las mujeres a actividades productivas y remuneradas, y por supuesto sacrificio de autonomía y bienestar para ellas.

 

Políticas de diseño

 

La desigualdad no es un fenómeno natural, sino un producto de la historia y de la forma como las sociedades deciden organizarse y establecen un pacto social, enfatizó Ocampo. Por lo tanto el diseño de las políticas públicas es fundamental en la reducción de la desigualdad; al respecto, agregó, el período de reformas de mercado o neoliberales en la cual la política social y las políticas para reducir la pobreza corresponden a políticas residuales, de focalización, opuestas al enfoque de universalidad de derechos, en la práctica contrarió las metas de la igualdad.

El rediseño de las políticas  según Ocampo debe basarse en cuatro principios: en primer lugar, incorporar el objetivo social en la política económica en tres temas críticos: empleo remunerado y distribución del cuidado entre hogares y la economía; manejo de riesgos asociados al sistema económico, salud, vejez, desempleo, y muy importante, en la definición de políticas públicas para la distribución de la riqueza. En segundo término dar visibilidad al problema de la desigualdad en el análisis de las políticas. En tercer lugar repensar a fondo las políticas sociales partiendo del concepto de derechos contenido en la Constitución, privilegiando políticas universales frente a la focalización y un mayor equilibrio en la distribución sexual del trabajo  y del cuidado. En cuarto término incorporando la esfera de la solidaridad en el centro del análisis y del diseño de las políticas económicas. Evocando a  Karl Polanyi, dice Ocampo, la economía debe subordinarse a la sociedad, principio ignorado en el análisis económico especialmente por la tradición neoclásica basada en el concepto de bienestar individual.

Igualmente para López, la desigualdad y las políticas para reducirla no son un problema académico sino político. La división sexual del trabajo es una construcción social y no existen políticas económicas neutrales en términos de género; se requieren importantes esfuerzos sociales en visibilizar estas inequidades y en que el diseño de las políticas contemple un enfoque de género o cree las medidas compensatorias; un ejemplo ilustrativo mencionado por Nohra Rey es el de una política educativa que reduzca la jornada escolar, que  independientemente de sus bondades podría conducir al retiro de la madre del mercado laboral o mayor trabajo no remunerado. Por consiguiente, dice Rey, el gran reto de las políticas es distribuir el trabajo de la economía del cuidado entre Estado, empresas y hogares.

Aún cuando en Colombia se han dado algunos avances para la equidad de género, como la ley 1413 de 2012, para visibilizar el problema, cuya ponente fue Cecilia López, la realidad es que la persistencia de un modelo de focalización y privatizaciones pese a las gravísimas denuncias y crisis de la salud, y la aprobación de una reforma a la Justicia que la privatiza, evidencian el apego a un paradigma económico que comprobadamente ha ampliado las desigualdades, incluidas las de género.