La renuncia ayer del ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez, sin duda alguna, representa una baja muy sensible para el Gobierno.
Es claro que por más que se trate de una circunstancia profesional y privada de Martínez, como es asumir la presidencia de su bufete tras asociarse este con la que se considera la firma de abogados más importante del mundo, el que el llamado ‘superministro’ deje el cargo cuando apenas lleva nueve meses y con varias tareas de primer orden a medio camino, afecta indefectiblemente la imagen del Ejecutivo y la percepción de gobernabilidad, preciso cuando las encuestas ubican ambos acápites en su punto más bajo en el último año.
La experticia de Martínez tanto en el sector público como privado le daba un peso específico jurídico y político muy importante al Gobierno y ello fue clave a la hora de estructurar el soporte de varias de sus principales políticas y reformas, e incluso de defenderlas en el Congreso, las altas Cortes, gremios, sector privado y otras instancias.
Por igual, sería ingenuo negar que el ministro de la Presidencia y el vicepresidente Germán Vargas Lleras, encargado de todo el plan de infraestructura (ambos de Cambio Radical), formaron un tándem muy efectivo para viabilizar el marco jurídico de la política vial, de vivienda y transporte, hoy por hoy entre los principales activos positivos del segundo mandato, según las sondeos de opinión. Salvo la traba en el proceso de venta de Isagen, la mayoría de las medidas adoptadas salieron avante.
Su papel fue clave en temas como el Plan Nacional de Desarrollo, la accidentada reforma al equilibrio de poderes, la depuración normativa y otras políticas y medidas de primer nivel. Incluso sonó para ir a otros ministerios como el de Defensa o Interior.
¿Desborde funcional?
Sin embargo, no se puede negar que en los nueve meses de gestión de Martínez su labor siempre estuvo bajo escrutinio. Desde su posible aspiración a la Fiscalía General, ya que Eduardo Montealegre termina periodo en marzo del próximo año, hasta las críticas por un posible desborde funcional de su cargo, que lo llevó a choques, en público y en privado, con otros ministros y altos funcionarios.
El caso más patente fue el trámite de la reforma de equilibrio de poderes, en donde Martínez tuvo diferencias con los ministros del Interior y Justicia en pleno debate en el Congreso, obligando al presidente Santos a llamarlos al orden a los tres y exigirles que las contradicciones debían surtirse en privado y al interior del alto Gobierno.
Al decir de no pocos analistas, dirigentes políticos y congresistas si algo quedó claro en estos nueve meses es que el ministro de la Presidencia terminó convertido en un ‘súperministro’, cuyos criterios, vocería y hasta capacidad de interpretar o representar lo que quería el Presidente de la República lo llevó, en la práctica, a desplazar, superponerse y hasta subordinar a parte del gabinete. Ello generó, además, roces políticos al interior de la coalición de la Unidad Nacional.
Paradójicamente las críticas contra los presuntos desbordes funcionales del ‘superministro’ se dan, pero a la inversa, frente a los otros tres ministerios-consejeros creados en agosto pasado. Del general (r) Óscar Naranjo, ministro Consejero de Posconflicto, Derechos Humanos y Seguridad, se dice que no ha tenido tiempo para ejercer ese cargo porque su función como negociador de paz en La Habana no le deja tiempo y cuando el Gobierno quiso disminuir su presencia y la del general (r) Mora allí, se formó una polémica que obligó a reversar la decisión. Entretanto, la inseguridad urbana es el tema más negativo de la gestión gubernamental en las encuestas.
En cuanto a las ministras consejeras de Gobierno y Sector Privado, María Lorena Gutiérrez, y de Comunicaciones, Pilar Calderón, es claro que cumplen funciones clave que igual habrían podido desempeñar como titulares de las anteriores consejerías presidenciales.
La renuncia de Martínez, como se ve, no sólo pone la lupa sobre la efectividad de la reforma aplicada en agosto de 2014 a la estructura de la Presidencia de la República, sino que obliga a Santos a la difícil tarea de escoger al sucesor del ‘superministro’, cambio que no tenía contemplado dentro del remezón del gabinete que venía aplicando a cuentagotas, empezando ya por las carteras de las TIC y Defensa.
¿Quién será el sucesor? ¿De qué partido? ¿Seguirá el cargo? ¿Se limitarán sus funciones para evitar choques con otras carteras o seguirá como ‘superministro?... Muchas preguntas difíciles de responder.
Renuncia
El ministro Martínez anunció ayer que por compromisos personales y profesionales presentó renuncia a su cargo, que se hará efectiva a partir de la próxima semana.
“Hace varias semanas atrás tuve ocasión de hablar con el señor presidente de la República de una circunstancia personal que me compromete en mi vida personal y profesional que me obligaría a retirarme del Gobierno”, indicó, agregando que “por esa circunstancia he presentado renuncia al cargo de ministro de la Presidencia, y por supuesto el señor presidente conoce de una cantidad de compromisos que están bajo mi responsabilidad, que voy a terminar de cumplir”.
Martínez manifestó que la renuncia al cargo que ocupaba desde septiembre del año pasado se hará efectiva desde la próxima semana.
“La renuncia será efectiva a partir de la próxima semana y una vez asuma mis compromisos personales y profesionales, le he dicho al señor presidente que contará él con un gran alfil que desde la calle va a defender su proceso de paz y su sueño por la reconciliación de los colombianos”, concluyó.