La curul vacía de Barco. Mañana sábado conmemoraremos el cuarto aniversario de la desaparición del senador caldense Víctor Renán Barco, una de las figuras más destacadas del Congreso de la República en cuatro décadas. Maestro en acrobacias tributarias y en la manipulación de mapas para obtener los mejores dividendos electorales, pasó a la historia como el Ministro de Justicia más efímero: apenas duró 19 días por obra y gracia de su paisano conservador Jesús Jiménez Gómez, quien lo forzó a renunciar en un memorable debate en la plenaria de la Cámara. Portó por varios lustros la dignidad de decano de los senadores y a su muerte, en un postoperatorio, en el Hospital Santa Sofía, de Manizales, lo sucedió en la Cámara alta el conservador costeño Roberto Gerlein. Un hombre muy rico. Barco -considerado uno de los políticos más ricos del país- tenía propiedades no solo en Colombia sino en Argentina, Venezuela y Perú. El reparto de su fortuna lo hizo un juez de Manizales entre tres hijas que el líder liberal tuvo en igual número de amoríos pasajeros. Enemigo del matrimonio, nunca se casó. Amó devotamente a la actual embajadora en China, Carmenza Jaramillo. Cuando el presidente Virgilio Barco le ofreció la Designatura, le respondió con su famoso estribillo: “No tengo ropa para semejante investidura”. Lo mismo les dijo a quienes se empeñaban en elegirlo presidente del Senado. Desde su óbito, su vertiente liberal ha permanecido dividida y no ha sido capaz de recuperar la curul perdida. Su deceso precipitó la liquidación de su alianza bipartidista de más de 35 años con el ahora exsenador conservador Omar Yepes Alzate. El contubernio recibió, por su antigüedad, el mote del “Dueto de antaño”. Antes de ser sepultado en Cali, a pedido de sus hermanas, el ataúd fue paseado en maratónica velación por los recintos de la Asamblea de Caldas, el Senado de la República y el Concejo de La Dorada. Un dandy aguadeño. Alrededor del dirigente liberal se tejieron a lo largo de medio siglo muchas anécdotas recogidas por la picaresca manizaleña. Cuando Barco adelantaba altos estudios de economía y finanzas en Londres, aprovechaba las vacaciones de cada año para visitar a su familia en Aguadas. En las tardes solía pasearse por las calles de la ciudad de las brumas ataviado como todo un gentleman: fino traje de corte inglés, sombrero de copa y bastón. Entre la alborotada chiquillería que lo seguía en su recorrido, a prudente distancia, iba un niño llamado Eucario Bermúdez, el unigénito de doña Margarita Ramírez, que con el paso del tiempo sería primera figura de la radio y la televisión colombiana. “La marcha vespertina del dandy aguadeño era un espectáculo que no nos podíamos perder”, recuerda desde Miami el notable comunicador. El fallecido jefe siempre tuvo las cuentas bien claras: “En el 2008 cumplí 80 años de edad; 40 como parlamentario y 35 como gamonal del liberalismo de Caldas y me considero uno de los pocos dinosaurios de la política colombiana”.