Por Néstor Rosanía *
Especial para EL NUEVO SIGLO
El inicio de este nuevo ciclo de conversaciones entre los equipos negociadores de las Farc y el Gobierno viene acompañado de la primera crisis que afronta el proceso.
Al finalizar los dos meses de tregua decretadas por las Farc, viene una primera oleada de acciones ofensivas por parte de este grupo, hecho que era más que previsible.
La guerrilla ‘decretó’ un cese unilateral al fuego el pasado 20 de noviembre de 2012 bajo los siguientes objetivos:
1.) Presionar al Gobierno para declarar un cese al fuego bilateral.
2.) Enviar un mensaje a la comunidad internacional demostrando que la organización guerrillera sí tenía gestos de paz y que el Gobierno era quien no se comprometía a fondo con el proceso.
3.) Darle un descanso a su tropa que después de 8 años de Seguridad Democrática y dos años en la administración Santos, recibió los golpes estratégicos más duros de toda su historia, y vio en esta oportunidad de cese al fuego un espacio para adelantar un repliegue estratégico.
4.) Acallar las voces que decían que el Secretariado ya no tiene el control sobre el 100% de sus hombres. Un cese al fuego demostraría que la organización tiene mando, control y cohesión.
La estrategia subversiva
Tras el fin de la tregua vino lo esperado: las Farc adelantarían una serie de operaciones de carácter ofensivo para que la sociedad colombiana sintiera la diferencia entre estar en paz y vivir en guerra.
Dar inicio a operaciones ofensivas alimentaría nuevamente una percepción de inseguridad, miedo y terror, hecho que generaría una fuerte presión en el Gobierno, el cual podría minimizar esta ola de violencia accediendo a una tregua bilateral.
Pese a que diferentes informes de las Fuerzas Militares indicaban que en los meses de tregua se presentaron 57 operaciones por parte de las Farc, la actual ofensiva sostenida sí tiene repercusiones directas sobre la Mesa de Negociación.
Las Farc saben que uno de los puntos más sensibles del Gobierno y de la sociedad colombiana en general es el secuestro. En la década de los noventa, los subversivos entendieron que el secuestro no solo era un medio de financiación, sino que podría ser utilizado como una herramienta política.
Tras el desgaste que les produjo la estrategia del secuestro como instrumento político a nivel nacional e internacional, decidieron entregar a los canjeables y anunciar el fin de éste como medio de financiación, pero nunca se manifestaron en cuanto a su uso como arma política.
En esta nueva etapa del conflicto, el secuestro de los dos policías retoma este delito como medio de presión en la negociación.
Una de las lógicas del actual proceso, y en general de cualquier tipo de negociación en medio del fuego, es que cuando uno de las dos partes siente que pierde el poder y manejo sobre el proceso, levanta el teléfono satelital y ordena que se incrementen las acciones ofensivas militares para recuperar en el campo de batalla lo que pierden en la mesa de diálogos.
Con el secuestro de los policías las Farc envían un mensaje al Gobierno y la opinión pública: “ustedes escogen”, si seguimos negociando en medio de la confrontación no solo vamos a aumentar las operaciones de tipo militar, sino que volverá al escenario de la confrontación uno de los peores miedos de la sociedad, el secuestro.
Éste es sin lugar a dudas uno de los primeros puntos que pondrán sobre la Mesa los negociadores del Gobierno frente a los negociadores de las Farc. Pero el secuestro no es el único medio de inicio de estas operaciones ofensivas. El uso del sabotaje, el aumento de las emboscadas, la extorsión y el intento de retomar corredores de movilidad hacen que las Farc lleguen fortalecidas a este nuevo ciclo de negociación.
Ante este escenario el presidente Juan Manuel Santos les ordena a las Fuerzas Militares que dupliquen o tripliquen la ofensiva en contra de las Farc, manifestando que esta guerra se termina “a las buenas o a las malas”. Sin duda alguna las Fuerzas Militares, en cabeza del general Navas, tienen el gran reto de, en primer lugar, retomar la iniciativa de combate y, en segundo, ofrecer grandes golpes ante la opinión pública.
Consecuencias
La consecuencia de estas dinámicas del conflicto es que éste escale rápidamente y que las espirales de violencia empiecen a aumentar en el país, hecho que sin lugar a dudas pone a tambalear el proceso de paz; proceso que ya empieza a recibir también criticas en cuanto a sus tiempos y resultados. Un proceso que carece de ritmo, donde las Farc siguen aferradas a su discurso radical marxista-leninista y el cual sigue con el objetivo de poner sobre la Mesa el modelo actual del país.
Las Farc hablan hoy de una regularización o humanización del conflicto, que para Humberto de la Calle, jefe de la delegación del Gobierno, no es más que la perpetuación del mismo.
Este tipo de negociación y de exigencias por parte de las Farc también era predecible. Es necesario no perder de vista que las Farc no dependen de la posición política de los negociadores que se encuentran hoy en La Habana, dependen fundamentalmente de las “Conferencias Nacionales”.
Éstas son el documento guía donde las Farc establecen sus planes estratégico-político-militares, razón por la cual era de esperarse que no iban a llegar a este proceso de paz con un discurso muy diferente al que llevaron a la mesa de negociación de la “Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar”, en los acercamientos de paz de Caracas, Tlaxcala, o en el Caguán.
Lo que intenta el equipo negociador del Gobierno es no darles margen de maniobra, y como lo recalca Humberto de la Calle, “no se va a negociar nada que no esté pactado en el acuerdo general para la terminación del conflicto, firmado en agosto pasado”.
Los flancos
Mientras el proceso de paz pasa por uno de sus peores momentos en Cuba, en Colombia el uribismo ve en esta crisis una gran oportunidad primero, para atacar al Gobierno tildándolo de débil en la negociación y de haber perdido el rumbo de la seguridad y, segundo, de lanzar con toda la fuerza su movimiento Centro Democrático.
Uno de los factores que hay que tener presente para este año 2013 es que entramos en un año preelectoral, se aproximan comicios para Congreso el 16 marzo de 2014 y para la Presidencia de la República en mayo del mismo año.
El uribismo ya tiene sus cinco pre candidatos presidenciales que se presentaron oficialmente el pasado jueves en Santa Marta, y el ex presidente Uribe mantiene la expectativa si va como cabeza de lista al Congreso. A su vez, Santos mueve rápidamente a Vargas Lleras, David Luna y posiblemente a Gina Parady para contener al Puro Centro Democrático y minimizar los duros embates del uribismo.
El proceso de paz es desde ya una bandera electoral, y sus avances o crisis tienen un efecto visible en la opinión pública. Este proceso lo va a marcar el tiempo, acudiendo a los principios de la guerra popular prolongada: las Farc entienden que mientras la guerrilla no sea derrotada por el Estado están ganando y, por su parte, mientras el Estado no logre derrotar a la guerrilla éste está perdiendo.
El tiempo no juega en contra de las Farc, ellos comprenden el conflicto bajo la teoría maoísta, y una guerra prolongada es donde ellos se hacen fuertes; por su parte el Gobierno juega con las presiones políticas, económicas, de la comunidad internacional y de la opinión pública, todos los cuales quieren ver resultados rápidos.
El ajedrez político electoral está en juego, y en las urnas se sabrá si el electorado castigará o aplaudirá los aciertos o desaciertos del Gobierno. Por el momento lo único que podemos tener claro es que la violencia en Colombia aumentará.
* Abogado, Magister Seguridad y Defensa Nacionales. Director Centro de Estudios en Seguridad Defensa y Asuntos Internacionales- CESDAI. director@cesdai.org