Reelecta Merkel no sólo enfrenta el reto de formar gobierno, no de tener una administración que logre frenar la creciente amenaza que representa el APA
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En lo fundamental, y con base en los resultados de las elecciones alemanas del pasado 24 de septiembre de 2017 en Alemania, son tres los rasgos que con mayor relieve se aprecian: (i) la victoria para un cuarto mandato de la Canciller Ángela Merkel (1954 -) y su partido social-cristiano; (ii) significativa caída en las preferenciales electorales para los social-demócratas, y los partidos más tradicionales en general; y (iii) el temerario ascenso de las fuerzas de la extrema derecha alemana.
Estos grupos del extremo conservador, aglutinados en el partido Alternativa para Alemania (APA) no han dudado en hacer ver sus radicalismos en el rechazo a los extranjeros, al euro y a todo lo que signifique consolidación de la comunidad europea. Muchos de los colectivos que se reúnen en esa sombrilla del APA son descontentos con el partido social-cristiano de Merkel. Esta agrupación de extremas tampoco es que tenga unidad pretoriana en sus filas. Que va. Son un poco como una colcha de retazos, donde la frágil cohesión se mantiene a partir de intereses estrechos y conveniencias coyunturales.
El APA llevó a cabo su campaña insistiendo en mensajes de tinte populista -lo cual demuestra que Trump está ya creando escuela-. Una de las más recurrentes consignas de campaña se relacionó con el “überfremdung” un término que en traducción libre estaría refiriéndose a algo así como “infiltración extranjera”.
Para quienes no estamos inmersos en la dinámica histórica alemana esto no nos dice mucho. Pero fue un vocablo que llegó a encender los ánimos de los nazis en los años treinta y que hizo arder las hogueras, literalmente, con motivo del odio a minorías en tiempos de Adolfo Hitler (1889-1945). Los hechos de odio y las matanzas, es de recordarlo, no se originan de pronto. Nada que ver. Por lo general se van procesando y añejando y pueden concluir en auténticas tragedias.
Solo un ejemplo que vale recordar en esta era de emoticones y donde el fast food, también es mental, en esta era nuestra donde parece no haber tiempo para las reflexiones. En la noche del miércoles 9 al jueves 10 de noviembre de 1938 se llevó a cabo la denominada “noche de los cristales rotos”. Hubo linchamientos contra judíos y ataques combinados contra minorías étnicas. Esa fue la vía en la cual desembocaron odios contenidos y prejuicios muy sazonados. Pero no nos confundamos, no sólo fueron las fuerzas de choque alemanas. Ellas también contaron con el apoyo de grupos de la sociedad civil.
Resultados y alertas
Producto de las elecciones pasadas en Alemania, el APA y sus intransigentes representantes se hicieron con un 13 por ciento de los votos; una cifra nada despreciable, que les ha permitido colocar 94 parlamentarios. Un ascenso que aunque previsible, llegó a sorprender por la magnitud del mismo. Entre tanto, los partidos tradicionales se debilitan, aunque mantienen posiciones mayoritarias. Precisamente los social-cristianos de Merkel pierden 65 escaños en el Congreso, respecto a las votaciones de hace cuatro años, aunque quedan con número mayoritario de 246 representantes –un 32 por ciento de la votación.
Los social-demócratas obtuvieron un 21 por ciento de las preferencias en los comicios. Para encontrar ese nivel tan bajo en términos históricos, hay que remontarse a los años cincuenta, tiempos en los cuales las convulsiones de la II Guerra Mundial aún estaban presentes en el ambiente. Los social-demócratas han reiterado desde ya que no formarán gobierno con Merkel, lo que forzaría a la reelecta Canciller a negociar con liberales y con los verdes. La cosa puede ir para largo. Un nuevo gobierno puede requerir meses en conformarse.
En este punto es de advertir que formar consensos en general en los sistemas democráticos europeos es algo más complicado que en el “pragmático” sistema de Estados Unidos. De acuerdo. En Europa el rasgo general consiste en respetar a las minorías y de brindarles oportunidad en los parlamentos. Esto tiene el precio de tener que llegar a acuerdos, como el reto que ahora enfrenta el partido de Merkel.
En Estados Unidos las cosas son más fast food, al estilo de la comida chatarra. Todos lo sabemos y lo hemos comprobado jugando con auténtico fuego, como es la actual situación con Trump en Washington. En la potencia del norte para que una minoría pueda tener representatividad en el Congreso se requiere sobrepasar un umbral bastante alto.
Una referencia que viene al caso: en las elecciones presidenciales de 1992 Ross Perot (1930 -) llegó a obtener para su agrupación, un 19 por ciento de los votos. Aún con ese caudal de votos no pudo llegar a colocar a ninguno de los representantes o senadores en el parlamento de Washington.
En el caso alemán, como se recordará, se tomó no menos de dos meses la conformación del primer gobierno de Merkel allá por el año 2005. En ese entonces la Canciller alemana estuvo al frente de una coalición conformada por su partido, la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, la Unión Social Cristiana de Baviera y el Partido Socialdemócrata de Alemania. Una integración de grupos relativamente dispares que concluyó en 2009. Es posible, aunque no probable de momento, que los social-demócratas echen para atrás sus actuales posiciones y formen parte del nuevo ejecutivo.
En todo caso, dando un vistazo genérico a las condiciones políticas de Alemania, se hace difícil imaginar planteamientos más conservadores en este país, en especial en relación con otras naciones europeas, cuando de apoyos para resolver las crisis se trata. El inflexible ministro Wolfgang Schäuble fue implacable exigiendo a Grecia severos ajustes de carácter neoliberal. Lo que se hizo en Grecia fue algo muy cercano a casi devastar el escenario económico para pagar deudas cuasi-impagables.
También la política alemana ha aplicado este modelo de disposiciones. El problema de las medidas es que crean una urdimbre y trama recesiva con recortes de salarios, pensiones, auténticas amputaciones del egreso público, con motosierra, incluyendo sectores vitales como salud y educación, además de reducción del poder de las organizaciones representantes de los trabajadores.
Se trata de paquetes que generan rechazo por parte de la población, misma que en su desespero y no comprensión total de las dinámicas que existen, terminan cayendo víctimas de los populismos de las extremas posiciones políticas. En el caso alemán, de la Alternativa para Alemania.
Por ahora, la sensatez aún con sus detrimentos y desgastes, ha prevalecido en tierras germanas. Un alivio de momento. Pero no es de confundirnos. Están vivas, lo han estado siempre, las fuerzas más obscuras contra el proyecto de la Unión Europea, el euro y los alcances en general, de sociedades abiertas que tratan de consolidar contextos incluyentes y sostenibles. Los temores se pueden concretar en auténticos saltos al vacío. Los casos del brexit y del ocupante actual de la Casa Blanca lo ejemplifican.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Universidad del Rosario.
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