Donde menos se espera salta el conejo. Así reza el refrán popular que las Farc, el Gobierno, el uribismo y muchos sectores colombianos parecieron querer acomodar a su beneficio, o en su defensa, después de lo ocurrido el pasado jueves en un corregimiento del municipio de Fonseca, en La Guajira, llamado, precisamente, Conejo. Y es que cada uno de los mencionados, a su manera, se sintió ‘conejeado’, como suele decirse en Colombia cuando alguien es víctima de un engaño, incumplimiento o una avivatada.
La historia de la ‘conejeada’ en Conejo es propia de un país en donde ese universo macondiano que ideara la brillantez de García Márquez muchas veces pareciera trasladarse a la realidad.
En el papel todo parecía claro y sin complicaciones: el gobierno Santos había autorizado, como lo ha hecho en cinco anteriores ocasiones, el desplazamiento a Colombia de varios cabecillas de la guerrilla que hacen parte de la comisión negociadora en La Habana.
Dicho desplazamiento, en un avión con los símbolos del Comité Internacional de la Cruz Roja Internacional, tenía como objetivo que los insurgentes adelantaran unas “jornadas pedagógicas de paz” con los frentes subversivos que actúan en La Guajira.
Fue así como el avión que venía de Cuba aterrizó en la calurosa Valledupar y de allí un helicóptero trasladó a tres de los máximos cabecillas de las Farc, alias Iván Márquez -jefe negociador y segundo de la organización-, ‘Joaquín Gómez -temido comandante del ‘Bloque sur’- y ‘Pablo Catatumbo’, tercero en la línea de mando, a El Conejo, siempre con la custodia de delegados del CICR.
Pero es allí en donde empezó a concretarse la ‘conejeada’ en Conejo.
El primero en notar algo raro fue el propio alcalde de Fonseca, al advertir que el permiso que le había dado a una ONG para hacer un evento sobre paz regional y posconflicto era una especie de ‘conejo’, ya que todos los rumores en la región indicaban que el jueves llegarían a Conejo no sólo un cúmulo de dirigentes sociales y comunitarios, sino también varios de los principales cabecillas de las Farc, encabezados por ‘Joaquín Gómez’, de origen guajiro. Ese riesgo de ‘conejeada’ se hizo más evidente cuando se le reportó que la Fuerza Pública no estaba en el casco urbano del corregimiento y que presuntos guerrilleros armados hacían retenes a su entrada. El mandatario indicó que se comunicó con Riohacha y Bogotá para que le aclararan lo que estaba pasando y nadie le dio razón, por lo que el evento arrancó y terminó sin que él supiera exactamente qué ocurrió allí y por qué.
Pero si el alcalde se sintió ‘conejeado’, mucho más el uribismo que, a decir verdad, fue el primero en obtener las fotos del evento y advertir la ‘conejeada’ que significaba que los cabecillas de las Farc estuvieran en un acto público en La Guajira haciendo lo que ese partido calificó como “proselitismo político armado”. Desde el expresidente y senador Álvaro Uribe para abajo se habló del engaño que el presidente Santos le estaba haciendo al país porque desde el mismo momento en que inició el proceso de paz con las Farc, hace tres años, siempre insistió en que no dejaría que la guerrilla hiciera política con armas ni que el proceso daría pie a una “paz armada”.
Se dijo, así mismo, que el Gobierno le estaba poniendo ‘conejo’ a los colombianos porque mientras esta semana apenas si había presentado al Congreso el proyecto de reforma a la Ley de Orden Público, mediante la cual se busca crear las “zonas de concentración” para albergar a las Farc en un eventual cese el fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, en La Guajira ya estaba autorizando microdespejes para que la guerrilla hiciera “proselitismo armado” a favor del plebiscito por la paz.
Por partida doble
Las fotos en cuestión de horas se volvieron virales en las redes sociales y el Gobierno no atinaba todavía a reaccionar ante lo que estaba viendo. Es más, una alta fuente de la Casa de Nariño indicó a un periodista de EL NUEVO SIGLO que en determinado momento se pensó que las imágenes no eran reales y que correspondían a montajes y fotos viejas.
No es la primera vez que al uribismo le pasa que en el afán de evidenciar presuntas fallas del Gobierno le hace eco a falsas noticias o imágenes sacadas de contexto o antiguas. En otras palabras, que lo primero que debía descartarse era que la oposición uribista no estuviera ‘conejeando’ a la opinión pública con una falsa denuncia para generar más críticas a un proceso de paz que está ya en la recta final.
Lo cierto, entonces, era que mientras el presidente Santos, junto al alto comisionado de Paz Sergio Jaramillo y el jefe negociador gubernamental Humberto de la Calle defendían, en el marco de un foro en Bogotá que tenía como invitado principal al premio Nobel de Paz, el sudafricano Frederick de Klerk, las bondades del proceso de La Habana, la utilidad del plebiscito por la paz y que la guerrilla sólo podría hacer política cuando se desarmara, altos funcionarios de varias dependencias investigaban a toda máquina qué era lo que estaba pasando en Conejo y quién era el que estaba ‘conejeando’: si las Farc o el uribismo.
Las respuestas aparecieron prontamente y el Gobierno entendió, pasado el mediodía, que la guerrilla lo había ‘conejeado’, porque cuando esperaba ver fotos de ‘Márquez’ y compañía haciendo “pedagogía por la paz” con los guerrilleros armados pero en un campamento en el monte, lo que las imágenes mostraban era un acto en pleno casco urbano de un corregimiento del que es considerado el tercer municipio de La Guajira, con tarima para discursos, arengas al doquier, comida para todo el mundo, banderas de Colombia, centenares de civiles y repartición de panfletos a favor de una asamblea constituyente como mecanismo de refrendación de los acuerdos, en lugar del plebiscito impulsado unilateralmente por el Ejecutivo.
De esta forma, el Ejecutivo se dio cuenta que la ‘conejeada’ era por partida doble, ya que no sólo las Farc estaban violando las reglas del juego pactadas para esta clase de “jornadas pedagógicas”, es decir que sólo era con los guerrilleros y sin contacto con la población civil, sino también que aprovecharon el acto en Conejo para criticar el plebiscito que en esos mismos momentos estaba defendiendo Santos frente a un Premio Nobel de Paz en Bogotá, descartando, de paso, la opción de la constituyente que exige la subversión.
La reacción, entonces, fue inmediata. Un comunicado leído en la Casa de Nariño por De la Calle y Jaramillo en donde advertían que si bien el Gobierno había autorizado desde el año pasado esta clase de visitas de los miembros representantes de las Farc en la Mesa de Conversaciones a sus respectivos campamentos, estas tenían por objetivo “hacer pedagogía y explicar a la guerrilla los acuerdos alcanzados”. Sin embargo, en el caso de La Guajira el grupo encabezado por ‘Márquez’ había violado “las reglas de juego acordadas de no tener trato con la población civil y mucho menos participar con hombres uniformados y armados en un evento público con la comunidad”.
Dicho ello, solicitó al CICR y a los países garantes, Cuba y Noruega, que tomaran las medidas necesarias para que ‘Márquez’ y su grupo regresaran a La Habana “a la mayor brevedad posible de acuerdo con los protocolos de seguridad estipulados”, al tiempo que suspendió las “visitas pedagógicas”.
Dando a entender que sí hubo ‘conejeada’, el Gobierno insistió en que una regla fundamental de este acuerdo es que no habrá política con armas y en esa medida lo ocurrido en El Conejo era una violación inaceptable.
Déjà vu: el Caguán
Pero mientras ello pasaba, en la opinión pública las festivas imágenes de Conejo habían generado un alud de reacciones críticas en donde se coincidía en que el gobierno Santos iba rumbo a repetir lo que pasó en la zona de distensión de El Caguán, en donde, como es de todos sabido, la subversión utilizó la zona desmilitarizada de 40 mil kilómetros cuadrados para cometer todo tipo de abusos, desde secuestros, extorsiones, robos, reclutamiento de menores, adoctrinamiento de la población civil…
Es innegable que no son pocos los colombianos que consideran al Caguán como la mayor ‘conejeada’ de la guerrilla al país en las últimas décadas.
A su turno en el Congreso, las voces de los partidos también advertían de una ‘conejeada’ de la guerrilla al Gobierno y dejaban en claro que era necesario hacer ajustes al proyecto de reforma a la Ley de Orden Público para meterle más controles, desde la misma norma, a las “zonas de concentración” para las Farc.
Mientras que algunos parlamentarios indicaron que se debía dejar en claro que en las “zonas de concentración” no podría haber contacto de la guerrilla con la población civil, otros indicaron que lo mejor era no darle vía libre a su creación, puesto que lo ocurrido en Conejo era evidencia de que por más controles que existieran en esas áreas desmilitarizadas la guerrilla siempre iba violar las reglas del juego y ‘conejear’ al Estado, la opinión pública, la comunidad internacional y a la propia ONU, que se supone va a encabezar el mecanismo de verificación y monitoreo tripartito (junto al Gobierno y las Farc) del cese el fuego.
Las Farc también
Pero la subversión tampoco se quedó atrás en la polémica y si bien quiso bajarle el tono indicando que debía superarse el impase, también insinuó que la querían ‘conejear’.
Los voceros subversivos en La Habana invitaron al Gobierno a “sortear de manera concertada” la “injustificada polémica”, al tiempo que agregaron que “el momento actual, en el que la posibilidad de firmar un acuerdo definitivo de paz se hace más cierta, antes que ceder espacios a los enemigos de la paz y la reconciliación, exige de los principales protagonistas del proceso, la firme decisión de sortear de manera concertada cualquier obstáculo que pueda presentarse en el camino de la solución política”.
Luego de señalar que las críticas al acto en Conejo provenían de “los más connotados voceros de la derecha guerrerista”, las Farc también dieron su propia versión de cómo se quería ‘conejear’ a la guerrilla: “Tras el manido argumento del proselitismo armado, se pretende imponer el aislamiento de nuestra delegación y la prohibición de interactuar con los distintos sectores de la sociedad interesados en conocer los desarrollos del proceso”.
Añadieron que “no se puede argumentar inexistentes compromisos en los protocolos acordados por las partes para el traslado de los delegados de las Farc a Colombia (...), para desconocer el derecho a la libre información que asiste a todos los ciudadanos”.
Como se ve, aquí cada quien tiene su propia versión de la ‘conejeada’. Si bien es cierto que, al final de la semana, parece que las aguas ya se iban calmando y se espera que en la que arranca se reanude la negociación en La Habana sobre las reglas del juego en las “zonas de concentración”, en tanto que en el Congreso comienza la discusión del proyecto que las crea, lo ocurrido en Conejo marcó otro punto de tensión en un proceso de paz que da lugar a polémicas que muchos alrededor del mundo pensarían que no son reales sino producto de la ficción propia de la tierra de Macondo…