Algunos medios, particularmente los anti-Brexit, han querido cobrarle duro a Theresa May, en el Reino Unido, haber cambiado la mayoría absoluta conservadora por un gobierno de coalición con el partido unionista norirlandés. Pero al fin y al cabo, la diferencia no es mucha, tanto en cuanto las 10 curules de esa colectividad, por lo demás bastante radical y muy favorable al Brexit, garantizan la fortaleza y estabilidad que May prometió durante las elecciones.
Indudablemente fueron muchos los errores de la campaña conservadora que llevaron a que se perdieran más de diez escaños. El problema estuvo, particularmente, en haber bajado la financiación de los organismos de seguridad y Policía cuando al cabo del poco tiempo se produjeron los aleves ataques terroristas que indudablemente cambiaron el norte de la justa electoral. El cobro de ello, por parte del líder laborista Jeremy Corbyn, hizo que su partido conquistara un número considerable de curules y tuviera un éxito que no se auguraba, en modo alguno, cuando May hizo el llamado a elecciones y en las encuestas los conservadores aventajaban a los laboristas por el 20 por ciento. Pero a medida que fue prosperando la campaña, Corbyn supo recortar las diferencias, mientras que varios ministros tories vieron perder su favoritismo e incluso acabaron sin curul.
Aun así, con uno de los mejores desempeños de recuperación laborista en la historia de la posguerra, el partido conservador continúa siendo de lejos la fuerza mayoritaria en Gran Bretaña. De hecho, el conservatismo tuvo un resultado espectacular en Escocia y los separatistas sufrieron una derrota sin parangón, prácticamente sepultando cualquier posibilidad de un segundo referendo en torno a la independencia. Los grandes líderes de esa tendencia perdieron sus curules y es poco el margen de acción que les queda por delante.
Desde luego, no es un escenario electoral que pueda considerarse una victoria el hecho de haber perdido la mayoría absoluta conservadora. Y en ese sentido, con una campaña gris y aparentemente innecesaria, a May le pueden pasar factura al interior del conservatismo y en un tiempo pedir su reemplazo. Semejante actitud, sin embargo, sería un estruendoso fiasco por cuanto lo que necesita el Reino Unido es la máxima cantidad de unión y fortaleza para proceder, en diez días, a las negociaciones que lleven a su salida de la Unión Europea.
En ello, por supuesto, están de acuerdo tanto conservadores como laboristas, inclusive en una renovación del bipartidismo británico. No hay, pues, posibilidad alguna, como pretenderían algunos nostálgicos, de que Gran Bretaña vaya a reversar su decisión plebiscitaria de abandonar la unidad europea.
El tema es, más bien, un asunto de políticas internas. Y si bien ahora el laborismo tuvo un ascenso, el partido conservador puede retornar a las mayorías absolutas en un futuro cercano, dependiendo del ejercicio de los próximos años.
El catastrofismo y la adjetivación de que han hecho gala algunos medios y los opositores tratan, ciertamente, de minar la autoridad de May. Inclusive, respaldándose históricamente en otros escenarios de gobiernos de coalición, dicen que el actual experimento entre conservadores y norirlandeses no prosperará por muchos meses. Pero nunca como hoy el partido adversario del Sinn Féin, en Irlanda del Norte, ha tenido el sartén por el mango y de antemano no van a desperdiciar semejante oportunidad de conseguir recursos, prestancia y protagonismo, no sólo en el Ulster, sino en la totalidad del territorio británico. No parecería, entonces, cortoplacista la férrea coalición que se avizora entre los cerca de 318 parlamentarios conservadores y los 10 del Partido Democrático Unionista, DUP. De suyo, el conservatismo se mantuvo bastante cerca de la mayoría absoluta y está claramente definido, políticamente hablando, que no puede darse un respiro al laborismo con insensatas decisiones internas.
Ya la división conservadora fue el motivo principal del Brexit, cuando se configuraron dos tendencias. Pero recuperada la unidad no vale la pena, y por demás resulta extremadamente riesgoso, mantener el divisionismo de antaño. Por eso la situación más expresiva de Theresa May, al reconocer el revés, estuvo en dar un parte de dolor y tristeza por la pérdida de las curules, varias de las cuales -como se dijo- estaban ocupadas por algunos de sus ministros.
Desde luego, las elecciones tampoco pueden reputarse de una debacle, circunstancia que suele aducirse cuando no hay alternativas. En esta ocasión, el conservatismo mantuvo sus mayorías holgadas y de lo que se trata es de liderar una buena negociación frente al Brexit. El mandato continúa siendo, de acuerdo con la preeminencia electoral conservadora, “la fuerza y la estabilidad”. Y ya May, sin mandatos prestados, puede entrar a negociar como la líder inglesa escogida por el pueblo.