Desde las nefandas épocas de la dictadura del teniente general Gustavo Rojas Pinilla, Colombia no vivía una situación peor que la que registra hoy el país cuando se incendiaron por orden del sátrapa de turno las sedes de El Tiempo, El Siglo y El Espectador, los importantes diarios capitalinos que para entonces ejercían el derecho de opinar sin claudicaciones ni cálculos. La mordaza era aplicada siguiendo precisas instrucciones de Palacio de San Carlos.
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La terrible historia vuelve a repetirse. El sobrino-nieto del doctor Eduardo Santos, Juan Manuel Santos, el hoy presidente de Colombia, hermano de Enrique Santos, desata a través de uno de sus comodines del poder legislativo una infame y rastrera persecución en contra del periodismo independiente, como lo denuncia el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, en carta dirigida al presidente de la Cámara de Representantes, el pereirano Augusto Posada, alzafuelles de Juan Mesa, zascandil de ocasión, incordio del régimen y pisaverde del sátrapa.
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La carta para el presidente Posada. Dice así la carta de Gardeazabal al primer dignatario de la Cámara de representantes:
Augusto:
Tuve oportunidad de escuchar el viernes tu diálogo con Édgar Artunduaga. No salgo de mi asombro. Afirmar que el proyecto de la Ley de la Parodia tiene el respaldo del señor presidente y su Gobierno, desnuda todo tu accionar y me hace sentir como un idiota al haber creído en tus explicaciones. No hay otra conclusión después de oírte: la ley de la parodia es de tu autoría y fruto de la obediencia de tus muchachos asesores a las directrices del gobierno Santos.
La ley no va a ser corregida por ustedes en la Cámara porque ya pasó al Senado llena del veneno que le inyectaste y, como tal, es una puñalada marranera a La Luciérnaga y a la libertad de expresión.
Libraré, empero, la batalla ante los senadores para tratar de atajarla pese al apoyo del Gobierno y el partido de La U. Eso sí, repetiré a todo el país y en especial a los antioqueños que nos oyen todas las tardes por millones, que tanta responsabilidad tienes en este atropello contra la opción que posee el colombiano de reírse mientras escucha las noticias que el régimen no deja conocer por otros medios.
Gustavo Álvarez Gardeazábal
Cartagena, mayo 4 del 2013
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El abominable proyecto. El proyecto que ahora pasará a estudio del Senado apunta a ponerle talanqueras a la parodia que enriquece todas las tardes, en La Luciérnaga, el terreno de las imitaciones que van desde el Presidente de la República hasta el más modesto de los voceros de los partidos políticos.
Quitarle este rico filón al programa de mayor audiencia nacional es dejarlo herido de muerte. Para poderlos parodiar, habría que pedirles previa autorización.
Deben estar revolcándose en sus tumbas ingeniosos exponentes del humor político nacional como fueron, en sus respectivas épocas, Humberto Martínez Salcedo y Jaime Garzón... Y a todas estas que dirá Guillermo Díaz Salamanca. ¡No hay derecho!